En una segunda prueba, Scott y los técnicos del laboratorio deciden añadir al dron un pequeño pararrayos unido a un cable conductor con la esperanza de que la electricidad del rayo se mantenga fuera del dron y no lo dañe. No sirve de nada. El rayo ignora el señuelo y vuelve a caer sobre los rotores, haciéndolos explotar y arrancando las hélices de cuajo. La moraleja es evidente. No vueles tu dron durante una tormenta con aparato eléctrico. [vía Tom Scott]