
El otro día decidí interrumpir mi jornada de relax en la piscina yendo a por algo de cenar. Metí el móvil en un bolsillo del bañador y conduje hasta un restaurante de sushi barato a cinco minutos de casa. El bolsillo era demasiado pequeño para una pantalla de 6,7 pulgadas, pero el hambre había debilitado mis capacidades cognitivas. Al bajarme del coche, el móvil se deslizó por el bañador, recorrió varios centímetros en caída libre y dio un golpe contundente contra el asfalto. Tras el microinfarto inicial, comprobé que la pantalla estaba bien y seguí con mi vida. Los problemas empezaron cuando el teléfono se quedó sin batería.
El Samsung Galaxy A80, que acababa de analizar para Gizmodo, había caído de canto, y el impacto había hundido uno de los botones laterales (el de bajar volumen) en el marco de metal. La pantalla no tenía ni un rasguño y el móvil funcionaba perfectamente, pero cuando se reinició por primera vez, interpretó que estaba pulsando el botón de bajar volumen porque quería activar el “safe mode” o “modo seguro”, una modalidad de diagnóstico que desactiva todas las aplicaciones de terceros para hacer pruebas de conectividad y batería.

Con el botón de bajar volumen siempre pulsado, el teléfono arranca siempre en modo seguro. No hay forma fácil de sacarlo de ahí, y las desventajas de no tener acceso a las aplicaciones descargadas se hacen evidentes más pronto que tarde. Puedo recibir SMS, pero no puedo abrir WhatsApp o Telegram. Puedo tomar fotos, pero no puedo subirlas a Google Photos ni a Instagram. Puedo leer emails, pero no puedo comunicarme con mis compañeros por Slack. El teléfono se ha convertido en una especie de dumbphone que me obligaba a llamar en lugar de mandar un mensaje y a hacer fotos sin compartirlas con nadie después.
Me gustaría decir que es una experiencia liberadora, pero me da ansiedad quedarme fuera de todo. Al menos he podido comprobar que sufro lo que los psicólogos llaman FOMO, y que debería reducir el uso compulsivo de las redes sociales.
En cuanto al teléfono, busqué en Google si a alguien más le ha pasado y resulta que sí. A esta persona le pasó con un Galaxy S7. Dos usuarios le dijeron que el servicio posventa de Samsung cobraba $350 por arreglar el desaguisado. Otra persona asegura que tuvo el mismo problema y que lo arregló rompiendo el botón de volumen. Por mi parte, intenté desatascar el botón con un alfiler. Como no lo conseguí, he decidido cambiar de teléfono mientras pienso en un plan B.
¿Alguna idea?