
The Mandalorian se ha convertido en un punto de reconciliación para muchos con el universo de Star Wars, después de la última trilogía de películas, amada y odiada a partes casi iguales. Pero el quinto episodio de la segunda temporada de la serie nos deja claro que esto es justo lo que necesitaba el universo creado por George Lucas.
Y es que The Mandalorian es todo lo que debería ser Star Wars, y más. Está llena de personajes cautivadores, memorables incluso desde antes que siquiera conociéramos sus nombres (y me refiero tanto a Mando como a Baby Yoda), y además, se apoya en la más pura esencia de la franquicia. Porque una cosa es abusar del uso de la nostalgia, las conexiones y los easter eggs, y otra completamente distinta es usar esos elementos de una manera correcta, respetuosa y que se sienta como un paso lógico e incluso razonable en la historia de este fascinante universo.
Eso mismo es lo que ha demostrado Dave Filoni, productor ejecutivo de The Mandalorian, en el quinto episodio de la segunda temporada, llamado The Jedi, el cual dirigió y escribió. Respeto, y un completo amor por la saga.

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Aviso: a continuación debatiremos acerca de detalles de The Mandalorian hasta el quinto episodio de la segunda temporada, y solo hasta este momento de la historia. Además, comentaremos al respecto de las series animadas de Star Wars, pero sin muchos detalles, para evitar hacer demasiadas revelaciones a quienes aún no las han visto.

El episodio número 13 de la serie, específicamente el quinto de la segunda temporada, es una carta de amor a Star Wars y la forma en la que este universo puede sentirse enorme, incluso cuando traemos de vuelta a algunos personajes e historias de series o películas pasadas. Y qué personajes.
Apenas comienza el episodio se confirman todos los secretos a voces. Ahsoka Tano está de vuelta, esta vez en live action y muchos después de la primera vez que la vimos en la cronología de Star Wars, durante los acontecimientos de la guerra de los clones cuando aún era la joven Padawan de Anakin Skywalker.
Filoni se ha encargado de conectar, por fin y de una manera mucho más directa, todos sus trabajos en el universo de Star Wars hasta ahora, de una manera respetuosa tanto con sus series animadas como con el trabajo original de George Lucas. De hecho, incluso con la manera de pensar de Lucas, con la forma en la que el director dio vida a estas historias. Con aquello con lo que se inspiró para dar vida a este universo.

Porque para Lucas, durante su trilogía original, Star Wars era una historia de esperanza, de rebelión contra los tiranos, de honor. Inspirada, en gran parte, en su pasión por directores clásicos de las décadas de los 50, 60 y 70, y géneros míticos e increíblemente influyentes como las películas de samuráis o los westerns (específicamente, los spaghetti westerns). Filoni y Favreau, creadores de la serie, parecen entender a Lucas a la perfección.
Esta no es la primera vez en la que The Mandalorian hace tributo a los genios más importantes de estos géneros, tales como Akira kurosawa y Sergio Leone; de hecho, toda la serie lo hace a su modo. Sin embargo, hay momentos en los que los tributos son mucho más directos. Por ejemplo, en el episodio 4 de la primera temporada, llamado Sanctuary, dirigido por Bryce Dallas Howard, vemos como Mando y Cara Dune defienden una aldea al mejor estilo del a película Siete Samuráis de Kurosawa.
Ahora, tenemos este momento, de la mano de Filoni en el más reciente episodio:
Que indudablemente está inspirado en la película Yojimbo, estrenada en 1961, también de Kurosawa. Este es uno de los mayores clásicos en el género de las películas de samuráis, una que inspiró directamente a Sergio Leone y su película A Fistful of Dollars, protagonizada por Clint Eastwood.
Y hablando de Clint Eastwood y su mítico papel como pistolero sin nombre, en el quinto episodio de la segunda temporada también tenemos un duelo al mejor estilo western protagonizado por Din Djarin (el mandaloriano) y un pistolero interpretado por el gran Michael Biehn, conocido por sus papeles en Terminator y Aliens.

Pero no todo es hacer referencias, sino conexiones. Filoni y Favreau han logrado hilar los hilos de muchas historias en The Mandalorian, de una forma que pareciera que el bueno de Mando solo está de camino y se encuentra con el desarrollo de tramas que los fanáticos tenemos años esperando conocer. Por un lado tenemos a Bo–Katan y su búsqueda del sable oscuro para retomar su lugar como líder de Mandalore, y por otro tenemos a Ahsoka buscando a Thrawn, ese Gran Almirante que se convirtió en su némesis al final de Star Wars Rebels, y del que no sabemos nada desde hace muchos años (en el universo de Star Wars).
¿Acaso Thrawn es la mente maestra detrás de Moff Gideon, el hasta ahora villano de The Mandalorian? ¿Acaso esto es algo que Lucasfilm está cocinando para otra serie? Son muchas preguntas sin respuesta, pero para mi, esto es sinónimo de emoción, una emoción que no sentía desde hace mucho tiempo.
Porque The Mandalorian reparó mi relación con Star Wars, machacada tras The Rise of Skywalker. Me hizo volver a querer este universo. Eso no significa que ya no disfrutaba de la saga. No; de hecho, tradicionalmente todos los años veo los seis episodios originales y los amo por igual (sí, incluso las precuelas, a las que hoy en día quiero más que antes también gracias a esta serie). Pero Mandalorian ha hecho que vuelva a sentir esa emoción, como un niño que se vuelve a encontrar con su juguete favorito después de que le quitaran toda la mugre de la que se había llenado al prestárselo a ese vecino que no soportas, pero tus padres insisten en que te hagas amigo.

Esto es una reconciliación, y se que no soy el único que se siente así. Las secuelas (episodios VII, VIII y IX) intentaron jugar con la nostalgia, pero no respetaron la historia, la lógica ni los personajes. Y me refiero específicamente al Episodio IX, The Rise of Skywalker, una película sin lógica, sin congruencia y moldeando la historia y el lore base de Star Wars a su antojo solo para decirnos “hey, mira tu, ahí está Palpatine, mira, a que es genial, ¿cierto?! ¡Es que siempre estuvo vivo! ¡Claro que sí, guapi!”. Incluso The Last Jedi con sus decisiones arriesgadas y sus giros drásticos en la historia, en referencia al film anterior, se atrevió a probar cosas nuevas. The Rise of Skywalker, en cambio, es lo peor que se ha hecho de Star Wars en la era Disney.
Es por eso que The Mandalorian es tan importante. Es una serie en la que todos los personajes son carismáticos y se saben ganar al público, desde la mecánica en Tatooine que solo ha aparecido en dos ocasiones, hasta, por supuesto, Grogu, el hasta ahora conocido como Baby Yoda. No hay escena en la que aparezca que no me saque una sonrisa, y me hace muy feliz ver la relación que tiene con el Mando, una relación que, sin el mandaloriano quererlo, se ha convertido en una de padre e hijo. ¿Acaso no notaron cómo se le partía el corazón al Mando al creer que se despediría de él por última vez? Esa escena de apenas 3 segundos, en la que está sentado junto a su cuna/hamaca, es más impactante que toda la última trilogía de Star Wars.
Ahora, solo queda ver lo que le depara el futuro a Mando, cómo su misión de buscarle un mentor a Grogu parece no acabar y lo seguirá llevando a más planetas, y lo seguirá llevando a ayudar a más personas a cambio de información o reparaciones. Es un ciclo que parece no tener fin, pero ese mismo ciclo, lo ha hecho conectar con Grogu de una forma en la que, claramente, jamás había conectado con nadie. Porque Star Wars, después de todo, también es familia. También es amor. Y esta serie lo entiende a la perfección.
The Mandalorian llegó el año pasado para recordarnos por qué amamos Star Wars, y lo hace con cada nuevo episodio. Por eso, por fin podemos volver a decir: es un buen momento para ser fanático de Star Wars.