En el año 2013, un médico del hospital Queen Elizabeth (Birmingham) estaba llevando a cabo una cirugía a un paciente cuando descubrió algo insólito: en un órgano descubrió las iniciales “SB”. Alguien había firmado en el hígado del paciente.
Las miradas se centraron en el reconocido cirujano de hígado, bazo y páncreas británico, el doctor Simon Bramhall, quién había operado anteriormente al paciente que llevaba sus iniciales en el interior de su cuerpo.
Un año después, en el 2014, y mientras se llevaba a cabo una investigación disciplinaria interna sobre su conducta, Bramhall presentó su renuncia. En declaraciones a la prensa en aquel entonces dijo que marcar sus iniciales en el hígado de sus pacientes había sido “claramente un error”.
Al parecer, el doctor había grabado las letras durante los trasplantes a dos pacientes. Para ello, utilizó un láser de gas argón coagulador, una herramienta que se usa en las operaciones para evitar hemorragias resaltando el área en la que se debe trabajar. Por suerte para ambos pacientes, las marcas dejadas no alteran la función del órgano y normalmente desaparecen por sí mismas.
En el día ayer, y frente a la audiencia en el tribunal de Birmingham, Bramhall admitió los hechos. Según el fiscal Tony Badenoch:
Se trata de un caso muy inusual y complejo. Las súplicas de culpabilidad ahora presentadas representan una aceptación de que lo que él hizo no solo era éticamente incorrecto, sino también criminalmente incorrecto. Reflejan el hecho de que la rúbrica del Dr. Bramhall en el hígado de un paciente no fue un incidente aislado, sino más bien un acto repetido en dos ocasiones, que requirió de cierta habilidad y concentración.
Precisamente, el caso ahora se centra en definir qué daño físico y qué daño moral se produjo en la víctima. Para el fiscal no hay duda de que fue una aplicación intencional de fuerza ilegal a un paciente mientras estaba anestesiado, actos deliberados y conscientes que el juez debe valorar en qué medida y gravedad. [The Guardian]