La historia reciente de Nokia comienza a parecer una tragedia de Shakespeare en la que cada vez quedan menos personajes. El tiempo se le agota al antaño orgulloso emperador finlandés de la telefonía, y el público (los accionistas) comienzan a preocuparse por el dinero que pagaron por ver la obra y si esta tendrá final feliz.
En febrero de 2011 el CEO de Nokia escribió aquella carta en la que decía que la compañía era una plataforma petrolífera en llamas y que había que dar un giro radical o el barco se hundía. Aquel giro fue abrazar el sistema operativo Windows Phone creado por Microsoft.
La finlandesa se dio un plazo de dos años para cambiar toda su estrategia (algo nada sencillo de llevar a la práctica) y volver a ser competitiva. El plazo ya expiró y nadie puede decir que en Nokia no han trabajado duro. Los Lumia se venden bien y el Lumia 920 es, de hecho, el terminal con sistema operativo Windows Phone más vendido en la actualidad.
El problema es que ese trabajo no ha dado los frutos deseados. Las ventas en el primer trimestre del año han caído un 20% y la gama Lumia no es suficiente para detener la hemorragia. Nokia ha vendido 5,6 millones de Lumias. Apple ha vendido 37 millones de iPhone y Samsung 61 millones de smartphones Android. Las acciones de la compañía están valoradas hoy en 2,30 euros, lejos, muy lejos de aquél máximo histórico de 60 euros en 2010. Algo huele a podrido en Finlandia.
Windows Phone va bien
No es del todo justo echarle la culpa a Windows Phone en este asunto. El sistema operativo de Microsoft funciona bien. Es ágil, efectivo, sólido y, dejando a un lado los gustos de cada uno, estéticamente bonito.
El máximo responsable de Windows Phone, Terry Myerson, dice que el ecosistema de Android es un caos. Lo es, Terry, pero es un caos que se vende como rosquillas. En este sentido, el mayor problema de Windows Phone probablemente sea la falta de una masa crítica de aplicaciones. El número de descargas en la tienda de aplicaciones se ha duplicado en los últimos seis meses desde el lanzamiento de Windows Phone 8, pero el número total de aplicaciones disponible es, según datos de octubre de 2012, de 120.000, muy lejos aún de las 700.000 que tenía Google en esa fecha o las 850.000 de iOS.
Independientemente de cómo de rentable sea cada ecosistema, al final el consumidor elige el smartphone en función del número de aplicaciones que tiene cada uno y de la percepción de precio / gratuidad del software. Si a ello añadimos que Windows Phone es un recién llegado y que hay gente que ni siquiera lo conoce, al sistema operativo de Microsoft le queda un largo camino por delante antes de mirar a la cara a Android o iOS.
¿Por qué no considerar alternativas?
Microsoft probablemente tenga suficiente músculo financiero como para aguantar el chaparrón dos años más hasta que Windows Phone sea más sólido, pero Nokia no tiene esa suerte. La finlandesa está debilitada financieramente. Buena prueba de ello es que haya tenido que vender su legendaria sede general.
Llegado a este punto, hasta los accionistas se preguntan por qué Nokia no considera Android como una alternativa complementaria. No hablamos de volver a cambiar todo por Android, pero una nueva familia de terminales basada en el sistema operativo de Google tampoco es un crimen imperdonable.
Los Lumia están funcionando muy bien, y Windows Phone es una buena apuesta en gama alta, pero la gama media está teniendo muchos problemas para hacer frente a Android en precio. Los terminales Asha quizá sean una opción interesante en La India o en África, pero nadie los conoce en Europa ni en Estados Unidos.
¿Por qué darle exclusividad a Microsoft?. Los de Redmond no han tenido la misma cortesía con Nokia. Basta ver ejemplos tan sangrantes como que fueran Samsung y Acer las primeras compañías en comercializar tablets con Windows 8. ¿Donde estaba Nokia cuando se tomó aquella decisión? ¿No se supone que la finlandesa era el socio estratégico y amigo del alma de Microsoft?
Si le preguntan a Nokia, les responderá que los tablet no son una prioridad para ellos. A estas alturas de la tragedia de Shakespeare, parece que vender teléfonos tampoco.
Fotos: AP Images / Nokia