Cuando a mediados de los años 30 Charles Darrow patentó una versión de un antiguo juego de mesa jamás pensó que ese pasatiempo iba a ser tan importante en la historia y cultura popular. Con el tiempo se convirtió en el juego de mesa más jugado del mundo. El hombre había patentado el legendario Monopoly. Y unos años más tarde, el mítico tablero serviría para darle la libertad a miles de aliados prisioneros de los alemanes.
A principios del siglo XX surgía el juego sobre bienes The Landlord´s Games creado por Elizabeth Magie. Era el año 1903 cuando lo crea y un año más tarde lo patenta. Un juego que se hizo tremendamente popular en varias ciudades de Estados Unidos, lo que derivó en otros juegos similares y versiones hasta 1935.
Ese es el año en el que aparece en escena Charles Darrow, un vendedor de calefactores domésticos en paro. Darrow patenta una versión de The Landlord´s Games, la versión de Atlantic City, que llevaría el nombre de Monopoly. Un golpe de suerte que iría seguido de otro. Tras una producción a pequeña escala que resultó de lo más exitosa la compañía Parker Brothers llama a su puerta para hacerse con el juego.
Hoy Parker es parte de la multinacional Hasbro y el Monopoly es un juego de mesa legendario. Un tablero que ha recorrido un largo camino desde esa primera producción a mediados de los 30 con el que generaciones del siglo pasado crecieron. Cientos de historias han acompañado al Monopoly desde entonces pero pocas se acercan a lo ocurrido en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Allí fue donde el mítico juego le dio la libertad a un gran número de prisioneros aliados.
Monopoly: de juego de mesa a dispositivo de escape
Durante la Segunda Guerra Mundial, un gran número de aviadores británicos fueron derribados sobre el espacio aéreo enemigo. Por lo general eran retenidos como prisioneros tras las líneas enemigas. En el caso de Alemania y posiblemente como un guiño a la Convención de Ginebra, permitieron la entrada de algunos grupos humanitarios como Cruz Roja con el fin de distribuir paquetes de ayuda a los presos.
Una de estas categorías de artículos a los que se le permitía la entrada era a los “juegos y pasatiempos”. Así que los aliados se aprovecharon de esta inclusión para tomar ventaja militar y elaborar todo un dispositivo que podría ayudar a que los prisioneros de guerra pudieran escapar. ¿Qué hicieron? Enmascarar los envíos que se presentaban como obras de caridad (bajo la sección de juegos) enviando paquetes a los prisioneros donde se incluía todo un kit de escape clandestino. Un “pack” donde se incluían herramientas como brújulas, limas de metal, algo de dinero, y quizá lo más importante, mapas de escape.
Todo esto está muy bien, pero ¿cómo lograban pasarlo? A través del Monopoly. Los kits se disfrazaban como parte del juego. De esta manera las brújulas y archivos de cada pack convivían como piezas del tablero. El dinero real se ocultaba bajo el dinero falso del propio juego. Y los mapas, hechos de seda, se ocultaban bajo el propio tablero.
Y aquí es donde entra en juego el servicio secreto británico, el MI9, quienes además fueron los responsables de la planificación de escape y evasión. Ellos fueron los que llevaron a cabo el desarrollo de esas “ediciones especiales” de los kits del Monopoly.
El MI9 conspiró con la compañía de John Waddington (Waddingtons), fabricante de juegos de mesa y cartas que por aquel entonces tenía la licencia del Monopoly en Reino Unido. Philip Orbanes, autor de varios libros sobre la historia del juego de mesa, contaría años más tarde que la trama fue perfecta:
La historia no puede ser más ingeniosa. El tablero del Monopoly era lo suficientemente grande como para agregar “extras” y ocultar todo lo necesario para llegar a los prisioneros de guerra.
¿Y por qué el Monopoly y no un juego típicamente británico? El Monopoly es ante todo un juego estadounidense y parece raro pensar que los alemanes no sospecharan con la entrega “humanitaria” de pasatiempos americanos a los militares británicos, pero la clave estaba en Waddingtons. Y es que la fábrica había llegado a dominar una tecnología que ningún otro fabricante tenía por aquel entonces: la impresión en seda.
Durante cientos de años, incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, la seda fue el material de elección para muchos mapas militares. Este dato fue crucial, ya que los aliados necesitaban imprimir sus mapas clandestinos en un material que fuera más resistente que el papel, un material que en el contexto en el que se encontraban, no se rasgara o se disolviera con el agua, también un material que fuera lo suficientemente ligero como para que los soldados pudieran guardarlo (o esconderlo) en una misma bota o un paquete de cigarros en cualquier momento. La seda era el elemento perfecto con el añadido (frente al papel) de que no hace ruido cuando hacían uso del mismo, un detalle tremendamente importante si eres un prisionero en busca de una huida.
Según contaría al medio ABC News Victor Watson, antiguo presidente de la compañía Waddingtons:
Unos años antes de la guerra nosotros estábamos imprimiendo en seda para producciones de teatros. También lo hacíamos con motivos especiales como eventos para la realeza. La compañía se hizo un nombre por ser la única capaz de llevar a cabo esta técnica.
Watson era un niño en esta época pero contaría que fue su padre (anterior presidente de la compañía), Norman Watson, el que entró en contacto y trabajó con los servicios secretos británicos para insertar los mapas en el juego del Monopoly. Al parecer, cada cierto tiempo llegaba a la fábrica el conocido por los trabajadores como Sr. A, realmente un oficial de los servicios secretos que actuaba como interlocutor para el número de pedidos que necesitaban y para indicarle los enclaves a imprimir en los mapas.
A su vez, el padre de Watson formó una pequeña división en la empresa que se dedicaba a imprimir los mapas de seda para los militares para luego pasar a introducir el kit entero en cada edición del Monopoly. Para los mapas y según explicó Watson, su padre llegó a imprimir seis modelos diferentes que se correspondían con las regiones circundantes a seis campos de prisioneros alemanes
Así fue como con una mezcla de fortuna, coincidencia y astucia se fraguó el plan de escape basado en el juego. De esta forma y una vez que se puso en práctica, antes de partir para las misiones, a los pilotos de la Royal Air Force se les advertía que de ser capturados debían esperar y buscar estos juegos del Monopoly en los paquetes de ayuda enviados por el MI9.
No sólo eso, con el fin de diferenciarlos está “edición especial” llevaba incluida de fábrica un pequeño punto rojo en la casilla de parking gratis, algo que sólo sabían los aviadores británicos que partían a una misión y que no pasaba de un posible error en la fabricación para cualquier persona.
Una vez que se obtenían las piezas de escape los soldados prisioneros debían destruir el juego con el fin de asegurar que el engaño se podría mantener en secreto. La idea era que si los alemanes descubrían a un prisionero con alguna de las herramientas estos no supieran de donde venían.
Y el truco funcionó, aunque como ha explicado Watson, después de la guerra todo fue destruido y no se ha podido conservar ningún “ejemplar” de esa pieza codiciada del Monopoly. No se sabe el número exacto pero según apuntan los historiadores británicos, miles de soldados británicos capturados fueron ayudados por el juego de mesa en la Segunda Guerra Mundial. El Monopoly les había permitido escapar de los campos de prisioneros.
Décadas más tarde, a mediados de los 70, el mismo Watson (hijo) tuvo la oportunidad de conocer a un par de ex prisioneros de guerra que utilizaron los mapas de Waddingtons para escapar de un campo de prisioneros cerca de Leipzig (Alemania):
Fue un momento muy emocionante. Aunque no sabemos con precisión cuántos presos se escaparon con la ayuda de los mapas ocultos, según nuestros cálculos al menos 10 mil prisioneros utilizaron los mapas del Monopoly.
Y es que a veces las cosas más simples y mundanas, como un simple tablero de juego, son capaces de cambiar el curso de la historia.