Durante décadas, la posición pública del gobierno de Estados Unidos ha sido que únicamente el presidente puede ordenar un ataque nuclear. La realidad es algo más complicada. Hubo un tiempo donde si el presidente moría a manos de una lista de países, las consecuencias hubiesen sido apocalípticas.
Desde el comienzo de la era atómica, los presidentes estadounidenses han tenido que lidiar con la cuestión sobre quién debería controlar las armas nucleares del país: el militar o el gobierno civil. Tras el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, muchas de las fuerzas armadas argumentaron que, dado que las bombas eran herramientas de guerra, los militares, no el presidente, deberían decidir cuándo, dónde y cómo deberían ser usadas.
Sin embargo, el presidente Harry Truman lo vio de manera diferente. El hombre pensó que solo el presidente debía tener el poder para ordenar un ataque nuclear. De hecho, en 1948 dijo lo siguiente en un comunicado:
Una bomba atómica no es un arma militar, es algo mucho más grande que se usa para eliminar mujeres y niños y personas desarmadas, y no para usos militares. Así que tenemos que tratar esto de manera diferente a los rifles y cañones.

Sustainable beauty
Caprea’s Essential Organic PH Cleanser is just $10 with promo code TEN. Normally $19, this foaming face wash is crafted with organic Monoi oil. It’s meant to target the production of oil secretion while protecting your skin against air pollution. Normally $19, you can save big on this richly-lathering face wash while supporting a brand that keeps the environment top of mind.
Truman temía que si el ejército tenía control ilimitado sobre las bombas atómicas, algún coronel podría decidir por sí mismo cuándo sería el momento adecuado para lanzar una. Bajo esa suposición, pensó que un presidente debía ser la única persona capacitada.
De esta forma, todos los que estaban fuera de los niveles más altos del gobierno creyeron durante 40 años que el presidente de Estados Unidos era el único que podía ordenar un ataque nuclear. Sin embargo, el pensamiento dentro del gobierno cambió tan pronto como la Unión Soviética probó su primera bomba atómica en el verano de 1949, y luego siguió con una bomba mucho más poderosa de hidrógeno en 1955.
Una vez que los soviéticos comenzaron a acumular sus propias armas nucleares y desarrollar bombarderos de largo alcance para un hipotético enfrentamiento con Estados Unidos, la posibilidad de que se produjese un primer asalto imprevisto apareció en la mente de los militares estadounidenses.
Fue en ese momento de la historia cuando alguien hizo la pregunta que todos estaban pensando: si los soviéticos lanzaban una bomba atómica sobre Washington, ¿qué pasaría si el presidente fuera asesinado en el ataque o no pudiera ser localizado?
Incluso si el alto mandatario todavía estaba al cargo, podría no ser capaz de contactar con el ejército si las comunicaciones se anulaban en el ataque. Bajo este escenario, ¿quién ordenaría el contraataque nuclear? Si nadie más fuera capaz de hacerlo, los bombarderos estadounidenses cargados con armas nucleares podrían ser destruidos a la espera de órdenes para tomar represalias, órdenes que nunca llegarían.
Un contraataque apocalíptico
El sucesor de Truman, Eisenhower, tenía la misma idea a la hora de delegar sus poderes de guerra. Al igual que Truman, a Eisenhower le preocupaba que hacerlo pudiera dar la posibilidad de que alguien “hiciera algo tonto en la cadena de mando”, como él mismo llegó a decir, iniciando una guerra nuclear por su cuenta.
Así todo, Eisenhower decidió que los riesgos asociados con no hacer nada eran aún mayores, y a finales de la década de 1950, emitió una serie de órdenes secretas en código llamadas Furtherance, las cuales daban a los comandantes militares una “preautorización” para ordenar ataques nucleares, pero solo bajo ciertas condiciones de emergencia. Dichas órdenes preveían dos conjuntos de circunstancias en las cuales el presidente no podría ordenar el uso de armas nucleares:
En primer lugar, cuando el tiempo era esencial. Si, por ejemplo, los soviéticos atacaban repentinamente a las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Europa occidental y “la urgencia del tiempo y las circunstancias claramente no permitía una decisión específica del presidente”, entonces el comandante de esas fuerzas podría usar armas nucleares contra las fuerzas atacantes sin consultar al presidente.
En tal caso, el tamaño de la respuesta estaría “limitado a un número de armas y objetivos que sean necesarios”, y la autorización para usar armas nucleares permanecería en vigor “solo hasta que sea posible ... comunicarse con el presidente”.
En segundo lugar, si Estados Unidos fuera atacado y el presidente fuera asesinado. En este caso, las órdenes fueron activar el Plan Operativo Integrado Único (SIOP), un plan militar para una guerra nuclear a gran escala contra la Unión Soviética, China y los países del bloque soviético en Europa del Este.
El SIOP debía activarse incluso si el ataque a Estados Unidos se realizaba con fuerzas convencionales, no con armas nucleares. Y tanto la Unión Soviética como China serían atacados en el contraataque, incluso si no estaba claro si eran responsables del mismo.
De hecho, ambos serían el blanco incluso si no se puede aclarar que ninguno de ellos tuvo algo que ver . E incluso si el ataque inicial parecía ser una especie de accidente, lo que estaba en juego era tan alto que las órdenes de Furtherance exigían de todos modos un ataque de represalia nuclear completo.
¿En qué consistía? Básicamente, en atacar “con todo”. Durante un período de 30 horas, ola tras ola de bombarderos B-52 y misiles nucleares Jupiter, Atlas y Trident atacarían a casi 4.000 objetivos en la Unión Soviética, China, Corea del Norte y Europa del Este. La SIOP exigía que los objetivos más valiosos fueran alcanzados por hasta seis armas nucleares cada uno, para asegurarse de que realmente eran destruidos.
Los militares que planificaban el plan estimaron que más de 200 millones de personas, incluida más de la mitad de la población soviética, serían asesinadas inmediatamente, y decenas o quizás cientos de millones más, morirían más tarde por quemaduras, enfermedades por radiación, exposición y causas derivadas.
¿Por qué atacar tan duro? La Comisión de Energía Atómica calculó que casi 40 millones de estadounidenses morirían en las primeras horas de una guerra nuclear a gran escala con la Unión Soviética, razón por la cual se puso tanto énfasis en golpear a los soviéticos lo más fuerte posible. Los militares estadounidenses querían que la guerra resultante fuera unilateral a favor de ellos.
Lo cierto es que la idea de delegar los poderes de guerra de un presidente fue tan controvertida que Eisenhower admitió que tenía “mucho miedo de escribir documentos dados estrictamente sobre el asunto”. Incluso después de que las órdenes se pusieran en papel, solo se les mostró a un puñado de altos oficiales militares, los que ordenarían los ataques nucleares si el presidente no podía (o moría).
Estos oficiales tenían órdenes de no compartir la información con absolutamente nadie, y por lo que se sabe, no lo hicieron. Las órdenes siguieron siendo uno de los secretos mejor guardados de la Guerra Fría, y solo se revelaron al público en la década de 1980.
La historia cuenta que este posible escenario apocalíptico se mantuvo vigente durante el resto de la presidencia de Eisenhower, y por la de su sucesor, John E Kennedy. Pero a mediados de la década de los 60, la idea de lanzar una guerra nuclear a gran escala en respuesta a un ataque convencional o incluso accidental se veía como un exceso.
De esta forma, durante la presidencia de Johnson, las órdenes se revisaron para darles a los militares más flexibilidad. Si los soviéticos atacaran solo con armas convencionales, Estados Unidos respondería de la misma manera, inaugurando por primera vez una política de no usar las armas nucleares, y en lugar de un ataque a gran escala tanto contra la Unión Soviética como contra China, los militares podrían lanzar una respuesta limitada contra cualquiera que fuera el caso.
Dichos cambios entraron en vigor en 1968, alejando a Estados Unidos un paso o quizás dos del borde de la guerra nuclear hasta la fecha.
O al menos eso es lo que nos dicen oficialmente. [The Atlantic, NSArchive, Gawker]