Durante más de 24 horas, el segundo aeropuerto más grande de Reino Unido, Gatwick, ha estado cerrado debido a la presencia de drones. Se trata, por decirlo de alguna forma, del primer “gran problema” de este tipo. ¿Cómo ha podido pasar y qué riesgos reales plantean los drones?
Probablemente, para entender por qué se tomó la decisión de cerrar la zona aérea de Gatwick durante más de un día, aunque fuera por un par de drones, haya que mirar atrás. De acuerdo con la Junta de Airprox del Reino Unido, hubo 92 casos de aviones y drones que estuvieron a punto de colisionar solo en 2017.
Y es que no es la primera vez que ocurren incidentes con drones, aunque nunca de esta envergadura. Hace tan solo una semana, el vuelo 773 de Guadalajara se aproximaba al aeropuerto en Tijuana, México. Entonces los pasajeros a bordo del Boeing 737 escucharon un golpe fuerte. El avión comercial había impactado con un dron.
El año pasado los pasajeros de un Boeing 737-700 perteneciente a Líneas aéreas de Mozambique se llevaron un buen susto después de que el avión en el que viajaban chocara contra un dron en plena maniobra de aterrizaje en el aeropuerto de Tete Matunda, en el país africano.
En octubre de 2017, un dron chocó con un avión comercial en Canadá, golpeando una de las alas del avión. El avión sufrió daños menores, pero pudo aterrizar con seguridad.
En el 2015, un avión de la aerolínea Lufthansa, que llevaba a bordo a nada menos que 108 pasajeros y viajaba de la ciudad de Múnich a Varsovia, casi se estrella con un dron cuando se acercaba al aeropuerto de la capital polaca. Afortunadamente no ocurrió ningún accidente, y el avión aterrizó a salvo.
Son sólo algunos de los cada vez más habituales “encuentros” entre aeronaves y estos aviones no tripulados que están generando un serio dolor de cabeza. Por eso se han puesto en marcha una serie de investigaciones con el fin de averiguar qué tipo de daño podría llegar a causar un dron bajo diferentes escenarios.
Por ejemplo, las pruebas realizadas en la Universidad de Dayton en Estados Unidos imitaron una colisión en el aire entre un dron de 1 kilogramo y un avión comercial que viajaba a 383 km/h. Los resultados mostraban daño serio en el fuselaje.
Otra investigación de la Autoridad Federal de Aviación de Estados Unidos sugirió que los drones podrían causar más daño que una colisión de aves y que las baterías de ión litio no se rompen con el impacto, sino que en lugar de ello, se alojan en estructuras del avión y presentan un riesgo potencial de incendio.
Para Martin Lanni, director ejecutivo de la compañía de seguridad del espacio aéreo Quantum Aviation:
Un avión no tripulado parece bastante frágil, pero la batería es considerable y si se compara un dron con un ave, entonces podría ser potencialmente más peligroso si pasa por el motor o golpea el fuselaje.
Ocurre que, aunque la probabilidad de una colisión es pequeña, un dron podría ser arrastrado a una turbina. En ese caso, ¿qué ocurriría? Por la autonomía y características de los drones, los encontronazos entre aviones comerciales y estos dispositivos ocurrirían en la misma zona de peligro que con los pájaros: las inmediaciones de los aeropuertos, que es cuando los aviones vuelan bajo para aterrizar o despegar. Por esta razón nadie en Gatwick podía poner en peligro alguna aeronave.
En el caso de un impacto, George Morse, fundador de Failure Analysis Service Technology, compañía que se dedica a analizar colisiones de objetos contra aviones y a asesorar a las compañías aéreas en materia de seguridad, contaba lo siguiente:
En un caso así, el dron golpearía el borde las aspas de la turbina y probablemente quedaría reducido a pequeñas piezas. La turbina o hélice en sí no resultaría dañada. Hay posibilidades de que el motor resultase dañado de forma irreversible, pero no tiene por qué ocurrir. Es sencillamente asombroso lo resistentes que son esos motores. Lo que más me preocupa son los componentes de las baterías. Si esos materiales alcanzan la cámara de combustión, probablemente quemarían el motor.
Por todo ello han surgido nuevas regulaciones. En Reino Unido, la legislación entró en vigor en julio, por lo que es ilegal volar un dron dentro de 1 kilómetro de un aeropuerto. También es ilegal volar un dron a más de 120 metros. El problema es que un avión aterrizando puede volar por debajo de esos 120 metros. Y, por supuesto, no estamos contando en la ecuación a aquellos con intenciones “dudosas” o con poco respeto por la legislación.
Para los aeropuertos que desean protegerse a sí mismos de los ataques con drones también existe la opción de un sistema más sofisticado, aunque costoso, como el que ofrece Quantum Aviation, que emplea radares, detectores de radio frecuencia y cámaras para detectar cuándo hay drones cerca y ubicar desde dónde vinieron.
Este sistema de Quantum Aviation puede “bloquear” un dron deteniéndolo de manera efectiva, ya que, en teoría, debería tener un modo predeterminado que lo haga regresar al lugar de origen o aterrizar de manera segura. En el caso de que este sistema de bloqueo no funcione, hay algunos instrumentos más contundentes para derribar los dispositivos.
Por ejemplo, las autoridades francesas han demostrado cómo se puede usar un dron equipado con una red para atrapar a otro, y hay varias empresas, incluidas DroneDefence y OpenWorks que ofrecen disparar una red para atrapar un dron.
Por último, en Estados Unidos y China cuentan con láseres anti dron capaces de derribar uno en cuestión de segundos. En este caso, el arma funciona fijando un láser el tiempo suficiente para quemarlo.
El problema es que estamos hablando de tecnología que casi nadie dispone, entre ellos el aeropuerto de Gatwick, el segundo aeropuerto más grande de Reino Unido y uno de los más grandes de Europa. Por todo ello, situaciones como la vivida ayer probablemente se repetirán en el tiempo, creando un caos inicial muy difícil de manejar. [The Guardian, IEEE Spectrum, The Atlantic]