Además, el porno de realidad virtual tiene menos cortes: un montaje acabaría con esa sensación de inmersión que se busca causar en el usuario. Los actores hablan de un nuevo nivel de vulnerabilidad, porque es mucho más difícil ocultar cualquier defecto cuando el espectador tiene una vista tan amplia. Y además hay que esconder a todo el equipo de filmación en el punto ciego de la cámara.

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KinkVR ha pasado de grabar experiencias de 180 grados a un ángulo de 220 grados. Los actores porno han tenido que aprender a echarse hacia atrás durante los rodajes para que la cámara pueda captarlo todo. Según las actrices que salen en el vídeo, mantener cualquier postura supone un mayor esfuerzo en VR.

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Esta es la cámara que usan en KinkVR para los rodajes de realidad virtual. Son literalmente siete GoPros pegadas en una plataforma. Todo el metraje se “teje” en posproducción con un programa que proyecta los clips sobre una cúpula. Luego las gafas de VR interpretan esa cúpula como una imagen tridimensional.

Mashable añade algunos detalles en un extenso especial sobre el porno en realidad virtual. Por ejemplo, para este tipo de producciones se descartan algunos de los actos sexuales más populares de la pornografía porque podrían causar mareos en el espectador. “Si la cámara se mueve, pero la cabeza está quieta, el efecto en el oído interno es de náusea instantánea”, explican.

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Al final el objetivo es derribar la cuarta pared de una película pornográfica y que el espectador disfrute del mayor realismo posible. Pero no es que la realidad virtual vaya a impulsar a la industria del porno: el porno es, probablemente, lo que impulsará la demanda de la realidad virtual. Es una experiencia completamente nueva para el viejo negocio del porno. [WIRED, Mashable]


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