Principios de junio de 1944 en el estrecho de Calais, a 250 kilómetros de Normandía. Durante días el ejército alemán de Hitler aguardaba la llegada de las temibles once divisiones del general Patton. La información conseguida por los alemanes les iba a dar una ventaja definitiva en el conflicto. Ocurre que esas divisiones no existían. Y un español iba a ser el protagonista del mayor engaño.
De hecho, esos días se recordarían como la mayor operación de desinformación realizada durante la Segunda Guerra Mundial. Y como decimos, un español, un tipo de lo más corriente de origen catalán, iba a cambiar el rumbo de la historia salvando, en gran medida, al mundo de las garras nazis.
El día D
Cuando hoy hablamos del día D nos referimos a un acontecimiento liberador en muchos sentidos. Probablemente se trate del inicio del fin de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de los alemanes, el momento que dio inicio a la liberación de la Europa occidental ocupada por las tropas de la Alemania nazi durante la guerra. El 6 de junio de 1944 comenzó la denominada como Operación Overlord, más conocida por la mayoría como el desembarco y batalla de Normandía.
Ese día los Aliados comenzaron el plan trazado meses atrás, un conjunto de operaciones navales (Operación Neptuno) que tantas veces hemos visto reflejadas en el cine, en la literatura y en documentales. Un señor asalto que comenzaba con casi 200 mil soldados cruzando el canal de la Mancha de Inglaterra a Francia y que tan sólo dos meses después ascendía a los tres millones de soldados.
El 15 de agosto los Aliados lanzaron una invasión al sur de Francia, la denominada como Operación Dragoon, y el 25 de agosto tuvo lugar la Liberación de París con la entrada de los Aliados a la ciudad. Cinco días después, las fuerzas alemanas se retiraban del Sena. El 30 de agosto se ponía fin a la Operación Overlord.
Y para que este relato verídico de la historia tuviera un final así, a comienzos de ese mismo año el general y presidente estadounidense Dwight Eisenhower, el hombre encargado de poner en marcha la invasión, se había puesto en contacto con los aliados ingleses para intentar trazar algún tipo de plan de contención sobre los alemanes. Las palabras de Eisenhower se hicieron realidad con un engaño de película. Una trama donde Hitler llegó a creer de la existencia de un ejército fantasma.
Una obra épica que tiene a un actor principal. Se llamaba Joan, y él sólo tuvo la valentía de engañar dos veces a Adolf Hitler.
La historia de Joan
No era ningún James Bond, más bien era un hombre calvo, algo aburrido y de baja estatura que jamás sonreía… Pero engañó por completo a los alemanes. Siempre pensaron que enviaba información precisa.
Son palabras del investigador Amyas Godfrey, del centro de investigación británico Royal United Services Institute. Godfrey habla del que posiblemente fue el mayor espía de cuantos existieron durante el conflicto. Para los Aliados se trataba de Garbo, para los alemanes de Arabel, aunque él nació simplemente como Joan.
Joan Pujol García nació en Barcelona el 14 de febrero de 1914. De familia acomodada, desde muy pequeño tuvo en su padre a una gran influencia. Según afirmaba Stephan Talty en la biografía Garbo, el espía, el padre de Joan, un hombre de negocios catalán, era un tipo eminentemente pacifista, odiaba todo aquello que tuviera que ver con la violencia y se declaraba fiel defensor del progreso y la ciencia.
Bajo ese clima educó a su hijo en la Barcelona de comienzos del siglo XX, inculcándole al joven Pujol que debía ser ante todo un hombre con la tolerancia por bandera. Años después se iniciaba en España la Guerra Civil. En aquel entonces Joan tenía poco más de 20 años. De esta época y según recogen los historiadores, Joan percibe con terror ambos bandos, distanciándose de manera clara de los revolucionarios. El joven siente pavor por el caos de las fechas y se arrima al bando franquista frente al comunismo y anarquismo.
No pasaría mucho tiempo para que el joven cambiase de opinión. El inicio de la Segunda Guerra Mundial junto a la propia colaboración del régimen con la Alemania de Hitler desligan a Pujol del franquismo. Pujol se reafirma en las convicciones que le inculcó su padre, tolerancia y humanismo, y comienza a desarrollar una fobia hacia los dictadores que campan por Europa.
En plena Guerra Civil española Joan ya había desarrollado un don de gentes, se metía a la gente en el bolsillo con su locuacidad y encanto. Tenía un pequeño negocio de cría de pollos y más tarde la gerencia de un hotel en la capital. Un día decide pasar a la acción, o al menos, intentar ayudar a erradicar ese ascenso imparable del nazismo. ¿Qué hace? Acudir al único adversario de Alemania por aquellas fechas, Reino Unido. Nuestro hombre contacta con la embajada británica para ofrecer sus servicios como espía, un primer intento que no da sus frutos.
La historia de Arabel
Pero Joan estaba decidido a formar parte de la lucha, así que si los británicos no estaban dispuestos a aceptarle, el hombre dobla la apuesta. Decide intentarlo ofreciendo sus servicios al III Reich a través de la Abwehr, los servicios de inteligencia alemanes. De esta forma y de aceptarle, Joan piensa que podría convertirse en un espía doble para los aliados.
Además no tuvo que viajar para contactar con los alemanes. La Abwehr tenía una red de espionaje inmensa en Madrid. Se calcula que en la capital existían alrededor de 500 agentes entre Gestapo y Abwehr. Al mando de los servicios de inteligencia alemanes en España estaba Wilhelm Leissner, quien acaba aceptando y reclutando los servicios de Pujol. Además y desde ese momento, Joan ya no será Joan, para los nazis su nombre en clave será el de Arabel.
Los nazis ponen a cargo del nuevo agente a Friedrich Knappe Ratey, el hombre que de alguna forma será mentor y guía en los primeros meses de carrera en el bando alemán. Ratey jamás se daría cuenta de quién era realmente Arabel. Desde entonces y con gran determinación, Pujol fue escalando posiciones en la red de espionaje alemana, siempre con pequeños trabajos, luego con la creación una red de espías (totalmente falsa) que supuestamente le pasaban información de los aliados.
Más o menos por esta época se produce un hecho reseñable en la vida de Joan. El hombre se casa con Araceli González y la pareja decide mudarse a vivir en Lisboa. Era una jugada perfecta, ya que a los alemanes les convence de que se mudaba a Inglaterra con el fin de estar más cerca de los planes aliados. Desde Lisboa continuaría con su ficticia red de espías, ofreciendo información a la oficina de inteligencia alemana en Madrid mientras estos creían que estaba en suelo británico.
La historia de Garbo
Poco después llegó el momento de volver a presentar sus servicios para el MI5. Joan (o Arabel) por fin es aceptado por el mando británico, quienes le habían seguido la pista desde aquella primera entrevista en la embajada. Joan tampoco será Joan para los británicos, su nombre en clave pasará a ser Garbo.
A partir de aquí el hombre jugó sus cartas como espía doble de una manera encomiable. A menudo debía ofrecerle a los alemanes información real, siempre consensuada con los británicos y en la mayoría de ocasiones datos que no tenían gran valor. Este tipo de información la mezclaba con informes falsos para la Abwehr. Por ejemplo, llegó a convencer a los alemanes de la importancia de unos movimientos de barcos mercantes ficticios... apoyado en datos reales que obtenía de una biblioteca en Lisboa.
El hombre llegó a meterse tanto en su personaje que era capaz de enviarle a los alemanes la factura de las supuestas idas y venidas viajando por Gran Bretaña. Y al igual que con los barcos, se las arreglaba para encontrar la información de los precios de los trenes para apoyarse en cifras verídicas.
A mediados de 1942 se produce otro hecho reseñable en la vida del espía español. Las filas del MI5 y el MI6 ven en Garbo a un espía de primer nivel y lo acaban reclutando para la causa en suelo británico. Joan y su mujer pasan a vivir en Londres, ahora una realidad para su farsa ante la Abwehr. Nada más llegar se le asigna como agente doble de una nueva iniciativa de la Inteligencia Británica.
Su trabajo con los aliados pasó a tener dos cometidos: primero como agente informante para la captura de agentes alemanes y más tarde como parte del conjunto de agentes dobles con labores de contraespionaje, en esencia, para llevar a cabo maniobras de desinformación del enemigo.
Un ejemplo de esta última etapa: cuando se produjo la llamada Operación Torch con el desembarco de las tropas aliadas en Túnez, Arabel le comunicó a los alemanes sobre el desembarco el mismo día. El hombre cambió el matasellos con una fecha anterior aunque enviándola el día de la operación, es decir, lo hizo a sabiendas de que los alemanes no tenían tiempo de reacción y la operación no tenía marcha atrás. De esta forma no hacía más que sumar reconocimiento por parte de los alemanes, quienes sólo veían que uno de sus agentes estaba inmerso en las tropas aliadas sin que estos lo supieran. Su información siempre era exacta… aunque tarde, un dato al que no le dieron tanta importancia.
La capacidad de Pujol para realizar la tarea encomendada se podía apreciar por el número de bulos y mentiras que tuvo que urdir para que los alemanes le creyeran. A menudo debía fabricar informes con muy poco sentido de toda esa supuesta red de agentes e informantes que disponía. Y estas historias rocambolescas jamás debían contradecirse.
Así se dieron situaciones tan surrealistas como tener que llegar a inventar la muerte y funeral (pagando por esquelas falsas) de uno de sus agentes para explicar el por qué no había llegado una u otra información sobre alguna operación de gran calado. Gracias a los superiores británicos Pujol pudo mantener este nivel de engaño, quienes muchas veces le ayudaban a afianzar una mentira o a desarrollar el final de una historia falsa.
Hubo un momento en el que Arabel pasó a tener el status de A1 Agent para los alemanes. Su credibilidad estaba fuera de dudas y las tropas de Hitler trabajaban en función a las pesquisas de su mejor espía. Fue una época donde Joan llegó a tener hasta 27 espías ficticios a su cargo.
Era, sin lugar a dudas, el momento del gran golpe a Hitler y sus tropas.
El día que cambió la historia
Como decíamos, al comienzo en 1944 Eisenhower fue asignado para llevar a cabo la invasión que liberaría a Europa Occidental de la Alemania nazi. El hombre contacta con los británicos y les comenta que necesitan labores de desinformación del enemigo para lograrlo. Eisenhower explica que con dos días sería suficiente para lograr el avance irremediable de tropas en Normandía.
Enfrente tenían nada menos que unas fuerzas alemanas formadas por 56 divisiones (10 Panzer y 4 SS) con los ejércitos 15 y 70. Dicho de otra forma, sin plan que engañara a los alemanes sobre el día:D sería muy difícil avanzar por la costa, casi imposible dada la ventaja de posición que tenían los alemanes. ¿Cómo demonios podrían alejarlas de Normandia?
La respuesta es lo que se ha denominado Operación Fortitude y fue de lo más peliculera. Hasta Hitler y los altos mandos debía llegar la noticia de la irremediable llegada del general George Patton, unos de los aliados más famosos y temidos por los alemanes, al mano del I Grupo de Ejércitos de los Estados Unidos, el FUSAG, por el sur de Inglaterra. El plan de Patton era llevar a cabo el desembarco por Calais junto al millón de hombres aguerridos.
Sin embargo todo era un truco ilusorio. Ni Patton iba a desembarcar en Calais ni mucho menos existía el FUSAG, un ejército fantasma como parte del bulo que debía llegar hasta los alemanes. Y es aquí donde vuelve a aparecer en escena Arabel, quién comienza a informar a los alemanes gracias a su supuesta y nutrida red de espías de la inminente llegada del general estadounidense y sus tropas.
Y no sólo logró convencer a Hitler de mantener a las tropas en Calais. La jugada definitiva llegó cuando Joan convenció por segunda vez al dictador de mantener las tropas incluso una vez empezado el desembarco en Normandía. Lo hizo a través de una carta donde detallaba que todo era una maniobra de distracción aliada y que en breve llegaría tal desembarco. Un momento de la historia para esbozar cierta sonrisa (si es que eso es posible) pensando como todo un ejército alemán nazi se mantenía en el paso de Calais esperando la llegada de un ejército fantasma mientras a 250 kilómetros se iniciaba el principio del fin de la guerra.
El resto es historia. Cuando terminó el conflicto se calcula que Garbo, Arabel o simplemente Joan, había emitido más de 400 cartas secretas y más de 2 mil mensajes de radio a los alemanes. Un enigma que jamás lograron descifrar los nazis.
Una vez terminada la guerra el MI5 ayudó a Joan a fingir su muerte (por malaria en el 49). Joan se fue a vivir a Venezuela, donde vivió hasta su muerte en Caracas en 1988. Fallecía un tipo corriente que ayudó a cambiar los libros de historia gracias a su imaginación y valentía. Un español que con su astucia se enfrentó al mismísimo Adolf Hitler engañándole dos veces. Un catalán que guardó entre sus numerosos hitos uno muy especial: Garbo, Arabel o simplemente Joan, fue la primera persona en ser condecorada por el ejército nazi con la Cruz de Hierro como el “espía más brillante del ejército alemán”… y con la Orden del Imperio Británico.
Y las dos el mismo año.