
Desde ahora ya podemos añadir “ser disparados” a la lista se situaciones absurdamente extremas a las que pueden sobrevivir los tardígrados u osos de agua. Y por ser disparados no nos referimos a recibir un impacto de bala, sino a estar dentro de la propia pistola cuando esta dispara.
En realidad es incluso peor que una pistola normal. Las balas de una pistola normal suelen viajar a alrededor de 340 metros por segundo. Los sufridos tardígrados que han sobrevivido a este experimento han sido disparados usando un cañón de gas de dos fases que habitualmente se usa para experimentos a hypervelocidad. Los proyectiles que salen de ese cañón viajan a velocidades de entre 556 y 1000 metros por segundo. Es a es la velocidad a la que suelen viajar las balas de ametralladora.
Las condiciones del viaje tampoco son precisamente placenteras. Primero se congeló a los tardígrados para que entraran en hibernación. A continuación se introdujo el hielo en proyectiles de nylon y estos se cargaron en el cañón. La detonación del arma de laboratorio consta de dos fases. La primera detona pólvora. La segunda fase quema gas comprimido para acelerar los proyectiles. Por si no fuera suficiente, los proyectiles impactaron contra un contenedor lleno de arena.
Tras los disparos, los investigadores de la Universidad de Kent Alejandra Traspas y Mark Burchell recogieron la arena, localizaron los tardígrados y los pusieron a descongelar junto con un grupo de control que había sido congelado, pero no disparado. Las conclusiones son fascinantes. Las pequeñas criaturas son capaces de resistir a un impacto de hasta 728 metros por segundo, pero tardan más en recuperarse de la hibernación, lo que sugiere que no lo hacen libres de daño. A partir de 900 metros por segundo la supervivencia cae a cero. Los investigadores solo encontraron restos de tardígrado pero ningún superviviente.

¿Por qué es tan importante todo esto? La respuesta está en el espacio. Los tardígrados son famosos por sobrevivir a condiciones absolutamente demenciales. Son capaces de entrar en un estado de hibernación si los congelas y resisten hasta 10 años la falta extrema de agua pasando a un modo de animación suspendida. Sobreviven a temperaturas extremas, tanto bajas, como altas (de hecho sobreviven a ser hervidos). También sobreviven al vacío del espacio, altas presiones, a la falta total de oxígeno y a la radiación cósmica. Semejantes habilidades han hecho que muchos investigadores se preocupen ante la posibilidad de que contaminemos otros planetas con tardígrados que viajen a bordo de nuestras sondas y naves cuando estas se estrellan sobre otros mundos.
Esas colisiones ya han ocurrido. En julio de 2019 la sonda Israelí Beresheet se estrelló sobre la Luna con una muestra de tardígrados a bordo y los zoólogos se preguntaban si los animales podrían estar ahora mismo campando a sus anchas por nuestro satélite. Para ello, por supuesto, necesitarían agua y oxígeno, pero la posibilidad está ahí.
Tampoco tiene por qué ser una nave. Sabemos que los meteoritos que han impactado sobre nuestro planeta han provocado una lluvia de metralla sobre nuestros vecinos del Sistema Solar. Habida cuenta de la resistencia natural de los tardígrados no es descabellado pensar que algunos de ellos hayan logrado sobrevivir al viaje hasta lugares como Europa o Encelado y los hayan colonizado, lo que de paso confirmaría las tesis de la panespermia (la teoría de que la vida en la Tierra procede del espacio).
El experimento de disparar tardígrados nos ha dado un dato que no conocíamos sobre estas criaturas, su resistencia a los impactos. Los resultados nos permiten saber, por ejemplo, que sería raro que tardígrados a bordo de un meteorito sobrevivieran a un impacto con otro planeta porque esas colisiones a menudo tienen lugar a velocidades muy superiores al kilómetro por segundo. En el caso de la Beresheet, la velocidad horizontal que llevaba la sonda era superior a los 900 metros por segundo, pero quizá la cápsula en la que viajaban los animales facilitó su supervivencia. Lo que está claro es que vamos a tener que limpiar muy bien nuestras sondas si queremos visitar otros mundos sin que los tardígrados los colonicen. Probablemente solo hay una especia invasiva más resistente: nosotros. [Astrobiology vía Science Alert]