Video: la vida de una estudiante coreana aplicada.

El sector privado de la enseñanza es, de hecho, muy popular. Los hagwones se han convertido en una industria que mueve más de 20 mil millones de dólares, y los maestros están entre los miembros de la sociedad más respetados.

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“Rara vez faltan a clase y no recuerdo haber tenido que pedir silencio ni una sola vez. Conseguir sus objetivos educativos es una cuestión de vital importancia y, como es de esperar, eso repercute en la ejemplaridad de su comportamiento para con el profesor. Tienen tan asimilada la disciplina, que a veces, sobre todo en ejercicios creativos, hasta cuesta que innoven”, amplía José María.

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Un antiguo proverbio coreano dice que el profesor y el rey tienen el mismo estatus. Puede que esto sea una exageración, sin duda, pero lo que está claro es que hay maestros verdaderamente importantes. Por ejemplo está Cha Kil-yong, conocido como Mr. Cha, un profesor particular de matemáticas famoso por conseguir muchos estudiantes aprobados con notas buenas.

El susodicho tiene semanalmente 300.000 estudiantes en su clase en línea, SevenEdu, a la vez, y 3 millones de jóvenes totales registrados. Año a año consigue los más prestigiosos premios de calidad educativa del país. Por supuesto, si quieres que tu hijo asista a clase con esta estrella de los aprobados, le pagarás lo que haga falta. No es de extrañar que haya logrado construir una nada desdeñable fortuna en solo seis años y su capital se codee con el de las estrellas de pop nacional.

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¿Has estudiado lo suficiente?

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No se mejora aquello que no se mide, dicen. Y los coreanos se han tomado esto muy en serio. A través de plataformas de streeming como AfreecaTV, Instagram o YouTube, han decidido grabar y compartir sus horas de estudio para inspirarse, contabilizarse y competir entre ellos mismos.

Se valen de contadores. Los hay para dispositivos móviles, por ejemplo. Pero también es común comprar pequeños cronómetros de mesa.

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Rara vez las estadísticas bajan de las 8 horas de contador, llegando a las 18 en algunos casos locos. Los fines de semana rondan las seis horas. Lo más parecido a un descanso es el momento del café.

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”Su hábito de estudio es mayor y, por ende, también su aguante. Además, en la mayoría de los casos, siguen la antigua y honorable metodología de hincar codos hasta desgastarlos”, comenta José María en referencia a una patología que, de hecho, es común en los estudiantes coreanos: la bursitis del codo.

“Aquí no hay vocación posible, sino el deseo por acceder a la más reputada de las universidades. En ese sentido, los niños, incluso desde muy pequeños, tienen una jornada de estudio de 18 horas”, concluye. Los niños coreanos ya no son niños, son máquinas de estudiar. La guerra por ser los mejores está dando frutos, pero a qué precio.