Tal y como relatan:

Cuando se proyecta desde una fuente, la vibración atraviesa el aire hasta la estructura física del cristal. Si la frecuencia acústica del sonido coincide con la frecuencia natural del cristal, este último comienza a vibrar a una amplitud mayor, desintegrando potencialmente su estructura.

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En el experimento, se aprovechan de la frecuencia de resonancia de la copa de vino (por encima de 500 Hz) para golpearla con ese sonido cercano y potente, forzando a las moléculas a vibrar violentamente, lo que afecta la estructura de la copa y hace que finalmente se rompa.

Por cierto, para lograrlo, los chicos crean y dirigen el sonido al cristal reproduciendo la frecuencia elegida en un iPad y a través de un amplificador que está conectado a un controlador de compresión con un trozo de PVC adherido que enfoca el sonido en el costado del cristal. El resultado es tremendamente satisfactorio. [Digg]