
Las babosas marinas Elysia cf. marginata y Elysia atroviridis no son un gasterópodo cualquiera. En primer lugar, forman parte de las sacoglossas, un clado de babosas conocido por alimentarse de algas marinas e integrar los cloroplastos de esas algas dentro de sus propias células, lo cual les permite obtener energía de la luz solar. Estas dos especies de babosas también son capaces de regenerar su cuerpo hasta niveles extremos: pueden seccionar su cabeza y todavía ser capaces de hacer crecer un cuerpo completamente nuevo.
Una nueva investigación que acaba de ser publicada en Current Biology describe esta increíble hazaña de autotomía o autoamputación. (Hay que señalar que un cuerpo amputado no generan una cabeza nueva). Este descubrimiento tuvo lugar en el laboratorio de Yoichi Yusa en la Universidad de Nara, Japón, donde han estado criando numerosas generaciones de estas babosas marinas para comprender mejor a estos curiosos animales.
Sayaka Mitoh, bióloga y autora principal del artículo, se topó por casualidad con uno de estos casos de autotomía al ver a una de estas babosas cuya cabeza ya no estaba conectada a su cuerpo color verde. Para su sorpresa, vio que la cabeza aun se movía.
“No pensamos que realizarían una autotomía tan inusual”, dijo Mitoh por correo electrónico. “Este hallazgo fue una completa casualidad”.
Una vez que el equipo encontró al individuo que se había autoamputado el cuerpo, se dedicó a investigar por qué y cómo lo había hecho. Durante el estudio trataron de autoinducir a las babosas para que se autodecapitasen, imitando el tipo de mordiscos superficiales que haría un depredador marino sobre una babosa en su habitat natural.
Los investigadores también ataron un hilo de nailon en el punto donde la cabeza de la babosa se une con su cuerpo, o al menos donde parecía que la babosa podría tener esa división cabeza-cuerpo.
Aunque se desconoce la verdadera naturaleza de este mecanismo de autotomía, el equipo pudo provocarlo en todos los individuos salvo en uno. En el paper, el equipo de Mitoh sugirió que la Elysia atroviridis podría recurrir en su habitat a la autotomía porque esta babosa está repleta habitualmente de parásitos planctónicos; así que quizás abandonar un cuerpo plagado de parásitos para que crezca uno nuevo es la forma más fácil de lidiar con este tipo de plaga. Los investigadores descubrieron que las babosas podían pasar días sin sus corazones (ubicados en el cuerpo, justo debajo de la línea de de ruptura) y, en el transcurso de un par de semanas, los nuevos cuerpos habían recuperado casi su tamaño anterior. En el documento, el equipo defendió que las babosas podrían arreglárselas sin sus cuerpos sobreviviendo únicamente con sus capacidades fotosintéticas.
“Aunque vivir unos días sin corazón pueda parecer imposible desde nuestra perspectiva humana, estos animales respiran realmente a través de la piel y carecen por completo de branquias”, dijo Elise Laetz, experta en fotosíntesis de babosas marinas en la Universidad de Groningen, y que no ha participado en el estudio. “No me sorprende que puedan aguantar una semana sin un corazón que bombee hemolinfa oxigenada (el equivalente a la sangre de los invertebrados) por sus cuerpos mientras regeneran uno nuevo”.
“Los cloroplastos se almacenan en la glándula digestiva de las babosas, que está muy ramificada y que se encuentra principalmente en el cuerpo de la mayoría de especies de sacoglosos. Cuando la babosa autotomiza su cuerpo, desecha la mayoría de sus cloroplastos y, por lo tanto, la mayor parte de la energía que podría obtener de esos cloroplastos ”, dijo Laetz. “Creo que es más probable que la babosa alimente la regeneración alimentándose directamente después de que autotomice su cuerpo, como observaron los autores”.
Se necesita investigar mucho más para comprender mejor cómo estas pequeñas babosas logran sobrevivir sin la ayuda (o el impedimento) de la mayor parte de su cuerpo. Estas nuevas observaciones sugieren que hay muchas más preguntas que hacer a estos animales.

“Queremos estudiar si otras especies de sacoglosanos tienen esta capacidad, y así estudiar el patrón evolutivo y este sistema de autotomía y regeneración tan extremo”, dijo Mitoh. “También merece la pena estudiar la función de la autotomía. Exploraremos más a fondo los mecanismos que subyacen a este fenómeno a nivel tisular y celular”.
Puede que no tenga el atractivo de una jirafa enana o el ADN estrafalario de un ornitorrinco, pero estas babosas marinas merecen su dosis de atención, por lo que los científicos todavía tienen trabajo por hacer.
“Estas observaciones destacan la necesidad de investigaciones científicas en todas las ramas”, dijo Laetz. “Nunca se sabe cuándo un animal tan inofensivo como una babosa marina podría tener una habilidad que conduciría a investigaciones aplicadas tan fascinantes.