Se da la circunstancia de que el sudoeste australiano tiene una red de 50 cámaras llamada Desert Fireball Network que cubren la friolera de tres millones de kilómetros cuadrados. La red tiene como objetivo precisamente el registrar este tipo de bólidos para calcular su trayectoria y velocidad y, con suerte, triangular el lugar del impacto si es que llegan a tierra. El problema con este bólido concreto es que cayó fuera de la zona que estas cámaras vigilan, así que es muy difícil saber con seguridad dónde cayó, si es que llegó a hacerlo. Es frecuente que algunos meteoritos vivibles desde tierra reboten al colisionar con la atmósfera y regresen al espacio. En 2017 la red de cámaras de Desert Fireball Network captó una bola de fuego que hizo precisamente eso. En otras ocasiones, dependiendo del tamaño y la composición, el bólido se desintegra en la atmósfera y no deja resto alguno.

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En cuanto a la naturaleza del meteorito, se ha especulado con la posibilidad de que fuera algún pedazo de chatarra espacial, pero los expertos apuestan creen que se trata de un meteorito natural. El astrónomo Renae Sayers, de la Universidad de Curtin explicaba a la cadena ABC que los objetos hechos por el hombre suelen estar diseñados para desintegrarse completamente al entrar en la atmósfera. Además, cuando lo hacen dejan tras de sí una estela de diminutas luces que no son otra cosa que los fragmentos de material que se van desprendiendo y quemando. En este caso la bola de fuego no dejo rastro luminoso a su paso, lo que apunta a un meteorito más denso y sólido de origen natural.

La curiosa tonalidad de la bola de fuego podría deberse a que el meteorito era abundante en magnesio o hierro, pero es difícil estimar su composición solo por las fotos y vídeos. A menudo los meteoritos lucen esa tonalidad cuando están a gran altura para volverse más anaranjados a medida que profundizan en la atmósfera.

Según declaraciones de Eleanor Sansom, directora del proyecto Desert Fireball Network, en su experiencia el bólido era del tamaño de entre un balón de baloncesto o una lavadora y es muy probable que dejara algún tipo de fragmento en su trayectoria. Los meteoritos naturales suelen dejar de arder a una altura de unos 30 kilómetros y, a menos que se desintegren completamente o regresen al espacio, siempre dejan algún resto interesante para la ciencia o para el mero coleccionismo. el problema es encontrarlo. [Science Alert]