Esta es la historia del primer asesinato que dio paso a toda una nueva ciencia en el estudio de la criminalística. La muerte de una joven y la posterior audacia de una mujer cambiaron para siempre la forma y los parámetros de la medicina forense. Ella sola revolucionó para siempre el curso de las investigaciones.
Hasta la llegada de esta enigmática mujer las escenas del crimen dejaban mucho que desear. El patrón a seguir y la perspectiva desde la que se tomaban las pistas tenía muchos agujeros, detalles que se dejaban pasar o pruebas que se contaminaban por la inoperancia de los investigadores.
La muerte de Dorothy Dennison
Ocurrió el 19 de agosto de 1946 en la ciudad de Baltimore. Ese día la joven Dorothy Dennison salió de casa con dirección a la carnicería local de su barrio. Era lunes por la tarde y la estudiante de secundaria se encontraba de vacaciones de verano. Según los registros Dorothy llegó al local alrededor de las 14:00 y compró carne para hacer hamburguesas, la cena que su madre tenía planeada.
Pero ahí se perdió su pista. Pasaron las horas y la joven no regresó a casa. Alarmada, su madre telefoneó a un vecino cuya hija era amiga de Dorothy. También llamó a la carnicería pero nadie sabía nada sobre el paradero de la chica. Cuando llegó la noche la madre de Dorothy llamó a la policía para informar de la desaparición de su hija.
Pasaron los días y seguían sin surgir pistas sobre la estudiante. Su desaparición era la comidilla del vecindario y pronto comenzaron a especular sobre las causas de su desaparición. Finalmente el viernes dan con una pista que lleva al oficial Patrick Sullivan hasta la casa destartalada en la que vivía por temporadas el cura de una iglesia. La casa estaba vacía y el cura estaba de vacaciones, pero alguien había comunicado a la policía que le pareció escuchar ruidos durante la semana.
Sullivan entró en aquella vieja casa junto con otros dos oficiales. Subieron las escaleras y accedieron hasta las habitaciones. Allí se encontró el cuerpo de Dorothy. Estaba junto a unas ventanas cerradas, entre unos muebles. La joven yacía de espaldas y el olor delataba que habían pasado varios días desde su muerte.
Sus brazos y piernas estaban extendidas, como en señal de lucha, y en el centro de su estómago se podía ver claramente un cuchillo de cocina clavado. El vestido blanco de la joven había sido abierto exponiendo su pecho. Las marcas de mordedura y arañazos cubrían prácticamente todo el cuerpo y las piernas. La sangre de las heridas se había filtrado y había formado una piscina teñida de rojo en el suelo. Dorothy llevaba puesto todavía el lazo del pelo rojo y las zapatillas de ballet a juego con las que había salido de su casa el lunes.
Cuando el oficial Sullivan encontró el cadáver eran las 19:00 horas del 23 de agosto de 1946. Desde entonces, el trágico final de Dorothy se ha conservado para siempre en un extraño diorama en miniatura que captura la brutalidad de lo ocurrido con todo tipo de detalles. Su muerte dio paso a un nuevo tipo de investigación.
Aparecía en escena Frances Glessner.
Las casitas de los horrores
Un diorama es un tipo de maqueta que muestra figuras de todo tipo como punto focal de su composición, siempre presentados dentro de un entorno y con el propósito de representar una escena. Se cree que el término fue acuñado por el artista Louis Daguerre en 1822 para un expositor, aunque no sería hasta finales del siglo XIX cuando realmente se empezó a popularizar su uso.
Lo que sí es seguro es que nunca nadie hasta la muerte de Dennison imaginó que una serie de miniaturas podrían ayudar a resolver un crimen. De hecho, la escena de la muerte de Dorothy forma parte de las 20 escenas de crimen construidas por Frances Glessner Lee, también llamada la “madre de la investigación forense”.
Frances, a la que llamaban Fanny, nació en 1878. Hija de padres millonarios que habían hecho fortuna en el sector agrícola, la joven Lee pasó en Chicago su infancia, una etapa que ella misma recordaba como solitaria y demasiado protegida por sus progenitores. Cuando Fanny tenía tan sólo 4 años su madre Frances escribió en su diario una cita que con el tiempo adquirió más importancia: “mi hija me ha dicho que no tiene más compañía en este mundo que su muñeca y Dios”.
Junto a su hermana mayor Lee fue educada en casa, lugar donde aprendió todo tipo de habilidades para la costura, el bordado, la pintura o el arte de las miniaturas que tanto le gustaba a su madre y a sus tías. Pero al mismo tiempo la joven devoraba los libros, en especial aquellos que tuvieran que ver con los misterios, los crímenes y especialmente un personaje, era fan incondicional de las historias de Sherlock Holmes. Además, Fanny había desarrollado un extraño gusto por la literatura médica.
A decir verdad la joven estaba siendo educada tal y como sus padres la veían en un futuro. Eran firmes creyentes de que el lugar de una mujer debía ser el hogar. De esta forma, cuando su hermano accedió a la Universidad de Harvard todas las peticiones de Lee por salir y estudiar en una escuela fueron rechazadas. De hecho su padre le decía que “las mujeres no van a la escuela”.
Como señalan muchos libros, posiblemente a partir de aquí se empezó a forjar el carácter de Fanny. Las siguientes décadas estarían marcadas por una cierta amargura y el propio arrepentimiento por no hacer caso a sus instintos. Aunque seguía soñando con convertirse algún día en médico o enfermera (ella misma hablaba en sus diarios de “hacer algo significativo para la comunidad”), lo cierto es que acabó casándose con Blewett Lee, un abogado y profesor de la Northwestern University.
La pareja tuvo tres hijos aunque finalmente se divorcian en 1914, una época y un momento en la historia donde divorciarse era sinónimo de escándalo. Fanny volvía a ser libre, aunque pasarían años antes de que realmente comenzara a desarrollar la pasión que tenía por la medicina forense. Era dependiente de su familia para cualquier aventura que implicara dinero.
En 1930 fallece su hermano. Unos años después lo hacen su madre y su padre, pasando la fortuna de la familia a la hija. Ahora sí, Lee decide iniciar los estudios con 52 años. Lo hace inspirada por uno de los amigos de su hermano, George Magrath, un examinador médico de Boston y experto en resolver casos de asesinato desconcertantes en un día.
Lee se da cuenta de que es libre de reconducir su vida y sus esfuerzos en la dirección que quiera. ¿Qué hizo? Volvió a recordar su juventud, sus pensamientos regresaron a esas historias de detectives que tanto había leído, de asesinatos sin resolver que siempre creía poder investigar, de aquellos errores de los detectives en las escenas que la mujer leía con impotencia sin poder participar.
Y es que en aquella época y según contaría Frances, los investigadores solían tener errores de bulto. Eran capaces de caminar por la sangre en una escena del crimen, de poner sus dedos sobre posibles pistas y en general, de intoxicar la mayoría de los casos que finalizaban con el letrero de “sin resolver”. Así que Lee pensó que, quizás, podría ser capaz de reformar el sistema de medicina forense del país. Tenía lo más importante, dinero y medios.
Una de las primeras cosas que hace es donar una suma a Harvard para crear una cátedra donde impartiría clases de medicina forense el amigo de su hermano, George Magrath. Luego ayuda a crear la George Burgess Magrath Library of Legal Medicine, un esfuerzo al que siguió el primer programa de patología forense en el país.
Dos años más tarde Magrath fallece, momento en el que sus investigaciones y estudios pasan a manos de Lee, quién muy pronto se convierte en una experta en el campo y pasa a impartir clases. Aquel hombre había sido su inspiración y así lo recogía en una carta de 1951 donde le daba las gracias:
Me he encontrado con un escenario donde nadie sabía exactamente lo que la medicina forense debía significar. Pero afortunadamente con la habilidad, el conocimiento y la formación del doctor Magrath para guiarme (él realmente empezó desde cero) he sido capaz de lograr mucho en el campo.
Pero a pesar de sus éxitos y el reconocimiento que estaba logrando, Fanny sentía que necesitaba profundizar para poder enseñarle a los estudiantes el cada vez más emergente arte de reunir evidencias en torno a una escena del crimen. Era imposible desplazar a los alumnos a las escenas, así que Frances vuelve a recordar su infancia y decide crear sus propias escenas del crimen en miniatura para usarlas como entrenamiento. La mujer llamó a sus creaciones Nutshell Studies of Unexplained Death y como explica Corinne Mary Botz en su libro sobre Lee:
Lo que hizo Frances fue llevar a cabo su plan optando por la tradición femenina de hacer miniaturas y así avanzar en este campo dominado por los hombres. Al igual que Sherlock Holmes llegaba a una escena y creaba todo un estudio de los personajes y víctimas, ella hizo algo parecido ofreciendo un nuevo punto de vista a los investigadores.
Los 20 modelos creados por Lee en su casa se basaban en escenas reales de crímenes. Escogió sólo aquellos que debido a las circunstancias eran más desconcertantes o no se habían resuelto con el único fin de probar los poderes de observación y lógica de los aspirantes a detectives. Además, muchos de esos casos no se podían resolver observando únicamente la escena del crimen, demostrando así de la necesidad de que los detectives debían involucrar a los examinadores médicos junto a expertos científicos en el proceso de resolución de un crimen.
En el caso de Dorothy Dennison parecía claramente que había un asesinato, pero otros casos escogidos por Frances eran mucho más ambiguos, dando lugar a la posibilidad de que se tratara de muertes por causas naturales o incluso suicidios. Los detectives debían de averiguarlo.
Hoy se calcula que Lee se gastó entre 3 mil y 4 mil dólares de la época para la creación de cada modelo. Su obsesión por la atención al detalle de cada escena se puede palpar en el acabado final: no faltan desde abrigos perfectamente representados, interruptores de luz, pomos y llaves minúsculas que cabían perfectamente en las puertas creadas, réplicas de comida tal y como estaban en la escena, calendarios, los muebles con su posición perfecta… y evidentemente el fallecido tenía el mismo nivel de detalle, incluso en el caso de que una uña estuviera junto al cuerpo, ahí estaba su versión en miniatura.
En cuanto a los homicidios, Lee asistió a las autopsias reales, visitó escenas del crimen y estudió patrones de salpicaduras de sangre. La mujer se aseguró de que “sus” cadáveres tuvieran el grado correcto de hinchazón o incluso el color de piel una vez muerto, lo mismo ocurría con aquellas evidencias que ella retrata fielmente (un cuchillo, la salpicadura de sangre… ) para que coincidiera tal y como había ocurrido.
En los estudios posteriores que se ha realizado sobre su trabajo se ha encontrado un patrón evidente: la mayoría de las víctimas representadas eran mujeres, y muchas murieron en sus hogares. Y es que el género y el hogar eran temas recurrentes y tremendamente importantes en la vida de Lee. Algunas escenas insinúan la propia vida personal y los intereses de su creadora. Por ejemplo un baño rosa, tal y como era su baño, o el empapelado de alguna habitación con motivos de peces, de la misma forma que su habitación de la infancia.
Para las maquetas más grandes, las casas y los techos de las habitaciones, Lee pedía frecuentemente ayuda a su carpintero, quién siguió a raja tabla las especificaciones de la mujer. Se calcula que con la ayuda del hombre llegaban a construir hasta tres escenas completas al año.
Poco después Harvard instalaba el primero de los modelos de Lee, quien comenzó a impartir seminarios semanales que eran utilizados como herramientas de entrenamiento. Frances era casi siempre la única mujer en la habitación. Pero se ganó el afecto de sus colegas y abrió el camino para que otras mujeres pudieran acceder a un mundo que hasta entonces era eminentemente de hombres.
Ella fue también la primera mujer en convertirse en capitán honorario de la policía del estado de New Hampshire, convirtiéndose posteriormente también en la primera en afiliarse a la Asociación Internacional de Jefes de Policía. Aunque sin duda lo más significativo fue su trabajo.
Gracias a ella la recolección cuidadosa de pruebas se convirtió en una parte esencial de las investigaciones y varios estados enmendaron su legislación para exigir, en vez de jueces de instrucción (como era lo normal hasta entonces), a profesionales de medicina. Hizo posible que la investigación forense fuera un proceso científico.
Frances Lee murió en 1963 con 83 años pero su legado sigue muy vigente. La mayor parte de sus creaciones siguen siendo utilizadas como herramientas de entrenamiento en seminarios de homicidios. Es más, incluso el personaje de Jessica Fletcher en Murder, She Wrote fue inspirado en la propia Lee.
Por cierto, la muerte de Dorothy Dennison se resolvió, pero como la mayoría de escenas que representó Lee, es mejor guardar el secreto para preservar su utilidad en el futuro como herramienta de formación.
Quien sabe, a lo mejor nos está leyendo un futuro Poirot.