El 25 de mayo de 1993 la policía irrumpe en un pequeño apartamento de la localidad de Idar-Oberstein (Alemania). Al entrar se encuentran con los peores presagios, una anciana que llevaba varios días sin responder a las llamadas yacía en el suelo. Había sido brutalmente asesinada pero en la escena del crimen no existía móvil aparente. Ningún dato sobre el asesino a excepción de una pista que podría arrojar luz: el ADN en una taza de té. La policía no lo sabía, pero ese ADN se iba reproducir en otras 40 escenas de diversos crímenes. Pasaron 16 años para identificar el nombre que había detrás.
Este caso fue tan especial que cambió los parámetros y reglas a la hora de seguir los procedimientos de un caso de homicidio. Lo ocurrido ese 25 de mayo pasaba por una escena de crimen más, donde la huella incriminatoria, ese ADN definitivo, podría dilucidar el caso. Esto fue lo que ocurrió.
Del primer al último crimen
Cuando los investigadores llevaron a laboratorio la muestra de ADN encontrada en la taza de té se encontraron con la primera sorpresa: pertenecía a una mujer. Como explicarían, los casos de asesinatos donde una mujer es la autora del crimen son inusuales a tenor de las estadísticas, sobre todo de este tipo, con una escena del crimen marcada por la violencia extrema y donde el histórico dice que representan aproximadamente un 9% de los asesinatos. No era imposible, pero desde luego, tampoco era lo normal.
Pasaron los meses y el caso nunca se cerró. Jamás lograron identificar a esa mujer que había irrumpido en la casa de esta sexagenaria para acabar estrangulándola. Durante la investigación y teniendo en cuenta que el ADN se había encontrado en una taza de té, se pensó que debía ser una persona conocida, eso, o una mente perturbada que tras el asesinato había decidido tomarse una taza de té, ¿quizá un ciudadano británico?
Lo cierto es que el caso podría pasar a la lista de homicidios sin resolver si no fuera porque pasados ocho años del asesinato, el ADN de esa mujer sin rostro volvía a aparecer en otra escena.
El 21 de marzo del 2001 la policía de la ciudad de Friburgo (Alemania), recibe una llamada. Un vecino ha oído gritos en el segundo piso. Cuando la policía entra en el apartamento se encuentran con una escena similar a la ocurrida en el 93. En este caso se trata de un hombre de 61 años de edad, muerto de forma violenta, con visibles golpes por todo el cuerpo. Tras el análisis de la policía científica dan con una pista. Encuentran ADN en el interior de un cajón de la cocina. La muestra se lleva al laboratorio y con los resultados saltan las alarmas en el país. Coinciden con el ADN encontrado en el asesinato sin resolver del 93.
Ahora ya no se trata de un caso aislado. La policía alemana tiene a un asesino en serie, dos casos en dos localidades distintas, en un espacio de ocho años, sin móvil aparente pero con víctimas de similar edad. El hallazgo reabre el primer caso y se forma un equipo especial de investigación para encontrar a la asesina, la mujer sin rostro que ha perpetrado dos asesinatos sin resolver.
Los primeros meses de este equipo entero dedicado a la búsqueda de la mujer no dan ningún fruto. Hasta el mes de octubre del mismo año. Ese mes se produce un robo en una zona boscosa cerca de Gerolstein (Alemania). Un robo donde una mujer es golpeada por detrás. Los investigadores acuden al lugar de los hechos y encuentran un jeringuilla con restos de heroína. La jeringuilla se lleva a analizar y el resultado se lo pueden imaginar: encuentran ADN de la mujer sin rostro.
Bien, llegados a este punto la policía tiene un perfil cada vez más extraño. Una mujer, dos asesinatos y un robo, los tres actos delictivos en tres localidades diferentes de Alemania y posiblemente adicta a la heroína. Este último dato ayuda a crear una retrato mental de la clase de sujeto que buscan. El móvil, una vez encontrada la jeringuilla, podría ser más que arbitrario si es una adicta, quizás con problemas mentales, la mujer ha atacado indistintamente en diferentes momentos y lugares, el azar ha dado con sus víctimas y no parece probable que se deba seguir otra línea de investigación.
Lo que ocurrió a partir de entonces dejó atónitos al equipo especial de expertos que seguía el rastro de la mujer. Nadie daba crédito ni encontraba una explicación lógica a que el ADN apareciera en hasta 40 escenas de casos tan diferentes como los siguientes:
- El mismo mes de octubre y tras encontrar la jeringuilla, los investigadores dan con una muestra del ADN en los restos de una galleta en el interior de un coche robado en Budenheim (Alemania).
- Tres años más tarde, en el 2004, se produce un robo de joyas. En las cercanías se encuentra una pistola de juguete con los restos del ADN de la mujer. Más extraño aún resulta el lugar de los hechos, Arbois (Francia).
- Un año después, el 6 de mayo del 2005, la policía de Worms (Alemania) encuentra el ADN en una pistola robada.
- El 3 de octubre del 2006 se produce un robo en una casa en Saarbrücken (Alemania). Los ladrones entraron rompiendo una ventana. Una piedra en el interior de la vivienda da con la muestra de ADN de la mujer sin rostro.
- En marzo del 2007 se produce un nuevo robo en una tienda por la noche. Allí en encuentran el ADN también. El lugar: Austria.
- El 25 de abril del 2007 la oficial de policía Michèle Kiesewetter muere asesinada en extrañas circunstancias en Heilbronn (Alemania). También encuentran el ADN.
- Entre el 2003 y el 2007 se producen más de una veintena de robos y hurtos de coches y motocicletas en Alemania y Austria. En todos ellos aparecía el ADN de la mujer.
Estos son algunos de los ejemplos, siendo la última escena donde aparece el ADN en octubre del 2008. En este caso en el interior del coche de una enfermera en Alemania, una mujer que fue encontrada muerta a los pocos días.
Por tanto, tras ese primer caso del 93, durante la siguiente década la mujer llevó a cabo una escalada de crímenes y todo tipo de delitos, desde asesinatos a robos de automóviles o incluso de índole doméstica. Delitos perpetrados entre Alemania, Francia y Austria que a priori no tenían nada en común, a parte de esa prueba de ADN en cada escena.
Sí que existió un pequeño avance tras el primer caso en Austria. Allí y a diferencia de Alemania, donde no se permitía hacer uso del ADN bajo una investigación para determinar los atributos personales más allá del sexo, los investigadores hallaron tras el análisis del ADN mitocondrial que la mujer era de Europa del Este. De esta forma pudieran acortar el número de posibles sospechosos. Obviamente, no lo suficiente.
Conforme pasaron los años la imagen de la mujer era cada vez más extraña. Tras la muerte de la oficial Kiesewetter en el 2007 las autoridades y los medios de comunicación cambiaron el apelativo de la mujer por el de el fantasma de Heilbronn. No sólo eso, en enero del 2009 se ofrece una recompensa de 300 mil euros para la persona que pudiera arrojar un pista que diera con su paradero. Se había convertido en la mujer más peligrosa de Alemania, la responsable de la muerte de media docena de personas. Probablemente una adicta a las drogas que también sentía debilidad por el robo. Según comentaban los medios sobre la recompensa:
En los últimos 15 años una asesina y ladrona ha tenido desconcertados a los agentes de la ley en Alemania, Francia y Austria dejando restos del ADN en numerosas escenas del crimen. Esta mujer se considera peligrosa y violenta.
Desenmascarando a la mujer sin rostro
Vamos a repasar los hechos una vez más. Tenemos a una asesina en serie, algo ya de por sí bastante inusual según las estadísticas en Alemania, aunque no imposible. La mujer parecía no hacerle ascos a nada. Tan pronto mataba a sangre fría como se liaba a pequeños hurtos para luego pasar a robos mayores de coches y motos. Además era adicta, pero también con dinero, de otra forma no se entiende que haya podido estar viajando entre países durante la última década.
Es posible que si has llegado hasta aquí tengas la sensación de que estar ante una novela de ficción criminal o ante un guión perfecto para una película de Hollywood, con un asesino implacable que durante décadas es seguido por un cuerpo especial que parecen ir siempre un paso por detrás.
Con un pequeño cambio en el guión. Y es que el fantasma de Heilbronn, la mujer sin rostro, jamás fue encontrada. Ocurre también que la misma policía alemana se mantuvo en silencio durante unos meses antes de realizar una de las confesiones más embarazosas de su historia a finales del 2009: habían estado persiguiendo durante 16 años a un asesino que no existía.
La existencia de esta mujer sin rostro ya había sido puesto en duda anteriormente, pero en marzo del 2009 el caso tomó un nuevo giro. Los investigadores descubrieron la secuencia de ADN de la mujer en el cuerpo calcinado de un inmigrante que trataba de entrar en Francia. Suponemos que en este punto los investigadores ya no sabían qué hacer. ¿Una anomalía? ¿al final era un hombre? Más extraño aún es lo que ocurrió en las pruebas posteriores. Los investigadores acudieron a un equipo externo que pudiera arrojar luz y tras volver a analizar el cuerpo del hombre calcinado no lograron encontrar el ADN de la mujer.
Pasaron unos meses hasta que en diciembre de ese mismo año la policía contó la verdad. Habían estado siguiendo una pista falsa, una pista que partía, ni más ni menos, que de los propios bastoncillos esterilizados con los que se recogen las muestras de ADN por parte de la policía forense.
Sí, con el tiempo supieron que el ADN recuperado de todas las escenas del crimen pertenecían a la misma persona, pero no era una asesina, era una mujer que trabajaba en Greiner Bio One ¿Adivinan? La fabrica de bastoncillos que trabajaba con la policía de Baviera. Y sí, esa mujer que trabajaba en la plantilla de la fábrica también era de Europa del Este.
Así fue como se resolvió el misterio del fantasma de Heilbronn. Los investigadores habían estado recogiendo muestras de numerosas escenas del crimen utilizando bastoncillos contaminados con el ADN de la trabajadora, por tanto no estaban esterilizados adecuadamente y a su vez la mujer fue bastante descuidada al trabajar (posiblemente) sin guantes.
El caso dio que hablar durante meses a la prensa. También entre la propia policía para avaluar los métodos que se habían empleado. Después de pasar tantos años tras la pista de esta asesina implacable, es posible que pasaran por alto volver al concepto más sencillo, quizá ella no existía.
Fue embarazoso, pero como recogerían los medios del país, a partir de entonces se puso de relieve el peligro de estar demasiado comprometido con una única línea de evidencias: el ADN. Se trata de un problema muy real tanto para los investigadores como para los científicos. Y es que una vez que una hipótesis ha sido desarrollada y los profesionales se la creen, se aferran a ella. De esta forma es muy fácil pasar por alto indicadores (sutiles o no) que están diciendo que quizás esa teoría no es cierta.
Las pruebas de ADN son (y fueron en ese momento) una de las prácticas más fiables de la ciencia forense, de eso no hay duda, pero tras el caso del fantasma de Heilbronn se añadieron una serie de protocolos y revisiones para que a las muestras le sigan una serie de procedimientos adecuados. Cuestiones dirigidas a un mayor feedback entre laboratorio y policía, donde todos los equipos debían conocerse con el fin de llevar un seguimiento de los resultados en conjunto.