El entrenador de la selección de fútbol de Corea del Sur, Taeguk Shin Tae-Yong, ha revelado que llevaban semanas trazando un plan para contrarrestar a los espías del equipo sueco. ¿El truco? Intercambiarse las camisetas en los entrenamientos para que no pudieran diferenciarlos.
El entrenador le contó a los medios en la rueda de prensa celebrada este domingo que su equipo se cambió los números después de detectar a un miembro del cuerpo técnico de Suecia tratando de espiar una sesión de entrenamiento cerrado en Austria a principios de este mes. Según Tae-Yong:
Los cambiamos porque no queríamos mostrarle todo a nuestros oponentes y tratar de confundirlos. Podrían conocer a algunos de nuestros jugadores, pero es muy difícil para los occidentales distinguir entre los asiáticos.
Lo cierto es que nadie se había dado cuenta de dicha acción hasta que lo ha contado el jefe del equipo surcoreano. Además, la idea de Tae-Yong no es descabellada, de hecho, si te cuesta diferenciar a personas de otras razas, es normal, y la ciencia lleva tiempo tratando de explicar a qué se debe el conocido como “efecto de raza cruzada”.
Cuando hablamos de ello nos referimos a la tendencia de reconocer más fácilmente a los miembros de nuestra propia raza que al resto. ¿Por qué? Estudios anteriores han identificado la región del cerebro responsable del fenómeno, pero los mecanismos subyacentes no están nada claros Hay muchas teorías para tratar de explicarlo, pero dos parten con ventaja.
La primera hipótesis dice más o menos así: generalmente pasamos más tiempo con personas de nuestra propia raza y, por lo tanto, ganamos “percepciones perceptivas” para las características de las personas que se parecen a nosotros.
Por ejemplo, dado que los caucásicos tienen una amplia variabilidad en el color del cabello, pueden acostumbrarse a diferenciar a los extraños al mirarles el pelo. Por otro lado, las personas de raza negra muestran una mayor variabilidad en el tono de la piel, por lo que pueden usar instintivamente el tono de la piel para distinguir a los demás.
La segunda hipótesis establece que las personas piensan más categóricamente sobre los miembros de otras razas. Básicamente, nos damos cuenta de que son diferentes de nosotros, pero sintonizamos características menos notables.
En cualquier caso, siguen siendo hipótesis, ya que no hay evidencia concreta en psicología, por lo que es poco probable que alguna teoría llegue a ser “probada” alguna vez de manera concluyente.
Por cierto, lo que sí se sabe es como minimizarlo. Hace unos años, un grupo de investigadores de la Universidad de Glasgow mostró 24 pares de fotos de voluntarios caucásicos y del este de Asia, uno después del otro.
Las imágenes eran de dos personas diferentes del mismo grupo racial, ya sea del Cáucaso o del Este de Asia, o la misma persona con diferentes expresiones faciales. Al mismo tiempo, registraron la actividad cerebral de los voluntarios usando EEG para medir la actividad eléctrica producida por el disparo de neuronas en el cerebro.
Normalmente, mostrarle a alguien la misma cara dos veces genera un patrón de EEG similar cada vez, aunque los niveles de actividad son más bajos la segunda vez. Las diversas caras activan otros patrones diferentes de actividad.
Cuando a los voluntarios se les mostró caras de personas de una raza diferente a la suya, sus neuronas respondieron como si fueran la misma persona, lo fueran o no. Los resultados fueron los mismos ya sea que los voluntarios caucásicos estuvieran mirando caras de Asia oriental o viceversa.
“Eso sugiere que es un fenómeno universal en nuestra percepción”, cuentan los investigadores, quienes agregan que los que viven entre personas de otras razas pueden aprender a identificar mejor a esas personas. Además, otras investigaciones explican que si los bebés ven e interactúan regularmente con personas de otras razas antes de los nueve meses de edad, el efecto puede que nunca surja.
No obstante, para aquellos que se sientan incapaces de distinguir entre personas de otras etnias, no se preocupen, todavía hay esperanza. Según la psicóloga de la Universidad de Londres, Gizelle Anzures, “el efecto de la otra raza puede prevenirse, atenuarse e incluso revertirse dada la experiencia con el contacto de una nueva clase de raza”. [Business Insider, Wikipedia, The Guardian]