A comienzos de esta semana, un equipo de investigadores publicaba un artículo en el que aportaba un nuevo dato por el que pedían reconocer el mesenterio como un órgano (el número 79) del cuerpo humano. ¿Por qué es tan importante si esta región del intestino se considera o no un órgano?
Aunque se conoce desde 1508, fecha en la que lo describió el mismísimo Leonardo Da Vinci en uno de sus estudios de anatomía, el mesenterio ha pasado como una simple estructura de la cavidad abdominal sin relevancia médica real. Se define como:
El término mesenterio se usa para designar a repliegues planos del peritoneo, constituidos por dos hojas unidas de membrana serosa, entre las cuales corren vasos sanguíneos, linfáticos y nervios. Se extienden desde la pared abdominal posterior hasta diferentes vísceras, proporcionándoles sostén y llevándoles irrigación, drenaje linfático e inervación.
Aparte de sostener el intestino, el mesenterio proporciona protección a los órganos del sistema digestivo y sirve para amortiguar el roce entre estos órganos cuando se mueven a consecuencia de la digestión.
La polémica en torno al mesenterio es más una cuestión de forma que de fondo. La Federación Internacional de Asociaciones de Anatomía aún no lo ha reconocido como órgano. Sin embargo, Anatomía de Gray, que está considerada una de las obras de referencia a nivel mundial en anatomía humana, ha actualizado su última edición para dar al mesenterio el estatus de órgano independiente. Sí, el libro también da nombre a la popular serie de televisión, pero esa es otra historia.
El mayor obstáculo para el reconocimiento del Mesenterio dentro de la federación es que, aunque contiene vasos sanguíneos o nervios, los investigadores aún no tienen clara su función o funciones principales, si es que desempeña alguna en concreto más allá de conectar órganos y proporcionar un soporte. Desarrollar una función propia y delimitada es precisamente una de las características que hace que una parte de nuestra anatomía pueda considerarse órgano.
En la actualidad, sin embargo, se conocen algunas patologías ligadas al mesenterio. Es el caso, por ejemplo, de la esclerosis mesentérica, una inflamación seguida de fibrosis descubierta en 1924 y que afecta al tejido graso del mesenterio. Aunque tiene enfermedades propias, es complicado separarlas del peritoneo, al que está íntimamente ligado.
El doctor J. Calvin Coffey, de la Universidad de Limerick en Irlanda, es el principal autor del estudio publicado esta semana en la revista The Lancet Gastroenterology & Hepatology, un estudio que ha pasado por la revisión y certificación por parte de fuentes independientes. Coffey ya ha pedido otras veces que el mesenterio sea catalogado como órgano. El último dato que aporta al respecto es que la estructura que forma este tejido es continua. Hasta ahora se creía que era un conjunto de pliegues sin conexión. En el comunicado de prensa de la Universidad de Limerick en el que se detalla este descubrimiento, Coffey explica:
Esto es relevante en un sentido universal, porque nos afecta a todos. Hasta ahora la ciencia mesentérica no existía como campo. Ahora hemos establecido su anatomía y su estructura. El siguiente paso es la función. Si se entiende la función, se puede identificar una función anormal, y entonces tenemos la enfermedad. Si ponemos todo esto junto tenemos el campo de la ciencia mesentérica, la base de toda una nueva área de la medicina.
Durante la investigación inicial, observamos en particular que el mesenterio, que conecta el intestino con el cuerpo, es un órgano continuo. Hasta ese momento se consideraba una estructura fragmentada, presente aquí, ausente en otra parte y de estructura muy compleja. La descripción anatómica que se ha establecido del mesenterio en los últimos 100 años de anatomía es incorrecta. Este órgano está lejos de ser fragmentado y complejo. Es, simplemente una estructura continua.
La cuestión sobre si el mesenterio es o no un órgano se parece mucho al debate sobre si Plutón es un planeta o un planeta enano. En ambos casos, la denominación puede parecer una simple cuestión técnica, pero es importante porque el estatus de órgano permitirá estudiarlo de una manera más amplia a nivel funcional. De ese estudio se pueden extraer nuevas conclusiones sobre diagnóstico clínico que permitan entender y tratar patologías del sistema digestivo con mayor eficacia.
Mientras la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomía decide cómo catalogarlo, estudios como el del Dr. Coffey permitirán ampliar lo que sabemos sobre una parte de nuestro organismo que ha permanecido en segundo plano cerca de 500 años. [vía The Independent, University of Limerick, Hipertextual, The Lancet]