
Nuevos datos preliminares ofrecen algunas claves sobre por qué encontramos a los perros tan adorables. Un estudio ha descubierto que los perros tienen músculos faciales más rápidos que los de los lobos que les permiten hacer expresiones muy similares a las de los humanos con los que conviven. Son, de hecho, los mismos músculos que les permiten ladrar cuando los lobos tienden a solo aullar.
Que los perros tienen una facilidad especial para entablar relaciones con los seres humanos no es ningún secreto. Lo que la investigadora Anne Burrows y sus colegas han tratado de determinar es cómo han evolucionado estos animales a lo largo de miles de años para ser las criaturas que tanto conocemos y amamos. Lo que han descubierto es que, por ejemplo, es que los perros tienen un grupo de músculos ausente en los lobos que les permite modular la apertura de los ojos para poner, entre otras cosas, ojos de cachorrito adorable abiertos de par en par.
Los resultados del estudio acaban de ser presentados en la reunión anual de la Sociedad Americana de Anatomía y aportan más peso a la idea de que los perros han evolucionado para dotarse de herramientas naturales con las que comunicarse con nosotros.
El equipo examinó al microscopio diferentes muestras de tejido muscular proveniente de diversas razas de perro y lo comparó con el mismo tejido en los lobos grises. Lo que buscaban era fibras rápidas. Las fibras rápidas se cansan más rápido que sus contrapartidas lentas, pero también se contraen mucho más rápidamente. Las muestras fueron tomadas del músculo orbicular (OOM) que rodea la boca, y del músculo zigomático mayor (ZM) presente en la mejilla. Ambos músculos son importantes porque permiten hacer expresiones faciales tanto en humanos como en los perros. Los investigadores buscaban hallar el ratio de fibras rápidas respecto a las lentas.
Tanto los lobos grises como los perros tienen fibras rápidas, pero el porcentaje de estas es sustancialmente mayor en estos últimos. Entre el 66 y el 95% de las fibras musculares de los perros en estas zonas son rápidas frente a solo un 25% en los lobos. Por contra, los lobos tienen un 30% de fibras lentas frente a solo un 10% en los perros.
Los investigadores han aclarado que los resultados de su investigación son preliminares y que aún deben pasar por el típico proceso de revisión por pares para ser validados. Sin embargo, el hallazgo pone a los músculos faciales de los perros a la par que los de los seres humanos, y eso sugiere que estos animales han ido evolucionando para parecerse a nosotros.
“Los resultados ayudan a conceptualizar lo que los humanos del paleolítico, hace cerca de 40.000 años, valoraban a la hora de domesticar lobos salvajes”, explica Burrows a Gizmodo. “Los perros se comunican con nosotros mediante expresiones faciales, y los habitantes del paleolítico, consciente o inconscientemente, probablemente buscaban animales que fueran capaces de expresiones similares”.
Esta evolución de los músculos faciales puede que no solo haya cambiado la manera en la que los perros son capaces de poner diferentes caras. Probablemente haya influido también en el amplio repertorio de ladridos que tienen estos animales. Aunque los lobos son capaces de soltar breves ladridos o de gruñir, lo normal es que se comuniquen solo mediante aullidos (que ahora sabemos que tienen hasta dialectos entre diferentes especies). El equipo especula con la posibilidad de que los cambios musculares hayan dotado a los perros de un lenguaje propio y diferenciado pensado para comunicarse con nuestra especie.
“Aullar requiere una contracción proongada de los músculos que rodean la boca para formar una especie de embudo, mientras que ladrar requiere muy poco esfuerzo sostenido”, explica Burrows. “En algún momento del proceso de domesticación de los perros elegimos razas y ejemplares que eran capaces de más expresiones faciales. Al mismo tiempo favorecimos el desarrollo de animales que producían un nuevo sonido con mayor facilidad: el ladrido”
Si los seres humanos realmente influímos en el proceso que convirtió a los lobos aulladores en perros ladradores es aún objeto de debate. Quizá parte de la cuestión estriba en que nuestros antecesores encontraron más útil a los animales que eran capaces de ladrar bruscamente para alertar de peligros.
El equipo planea ampliar las muestras de su estudio antes de presentarlo a revisión de pares a finales de este verano. No se van a detener ahí. El siguiente paso es estudiar la evolución de los músculos que aportan motricidad a las orejas de los perros, otra de las características que los hacen tan expresivos.