
Stringtown no es precisamente un lugar al que irías de visita. Sin embargo, durante varios años fue uno de los pueblos de Estados Unidos que más multas emitió, todas por exceso de velocidad. De hecho, Stringtown puso tantas multas que el gobierno federal lo castigó desmantelando su comisaría de policía.
En realidad Stringtown ni siquiera es exactamente un lugar de paso, pero se da la circunstancia de que la autovía que hay a las afueras de esta localidad de apenas 400 habitantes sí que lo es. La vía forma parte de la ruta 69, una arteria que cruza el estado de Oklahoma de norte a sur. Hasta 2014, la comisaría de Policía de Stringtown era responsable de mantener el orden en un tramo de cinco kilómetros de la ruta 69.
El pueblo no tiene industria ni lugares turísticos destacables. Su mayor fuente de empleo es prestar servicio a una prisión federal cercana: el Centro Correccional Mack Alford. Con el tiempo, la potestad sobre la cercana autovía fue fraguando en las mentes del ayuntamiento una idea para ayudar a financiar las arcas municipales y el famoso lema de la policía Para proteger y servir, comenzó a convertirse en Para recaudar y exprimir. Todo comenzó a comienzos de los años 90, cuando el pueblo impuso un límite de velocidad de 90 kmh (55 millas por hora) en su tramo de la ruta 69.

La llegada de los radares de velocidad multiplicó las multas de manera tan espectacular que Strington se convirtió en la trampa para conductores más famosa de Oklahoma. La policía del pueblo no hacía nada estrictamente ilegal. Simplemente aplicaba a rajatabla el límite de la vía hasta el punto de que si circulabas a solo 15 kilómetros por hora por encima de los 90 marcados como límite ya te caía una multa. Todo pese a que ese tramo de la Ruta 69 ni es especialmente peligroso ni tiene una alta siniestralidad. Según la prensa local de la época, para cuando las autoridades comenzaron a tomar cartas en el asunto, Stringtown recaudaba alrededor de 400.000 dólares al año solo con las multas de velocidad. En 2013, que fue el último año de gloria sancionadora, las arcas de Stringtown recibieron 483.646 dólares en multas.
Lo que el pueblo no tuvo en cuenta es que la ley estatal estadounidense prohibe que los municipios generen más del 50% de sus ingresos en base a multas. Los ingresos por sanciones de tráfico de Stringtown eran el 76% del total en 2012, y el 73% en 2013.
La respuesta de las autoridades federales no se hizo esperar. Tras una corta investigación, El departamento de Tráfico de Oklahoma retiró a la policía local de Stringhtown la potestad para regular el tráfico en la ruta 69 y cerró oficialmente la comisaría. Actualmente los servicios de orden público del pueblo están a cargo del Sheriff del condado de Atoka.
Stringtown no es para nada el único pueblo del mundo que decide convertir las multas de tráfico en una forma de recaudación. Hay un tramo de poco más de tres kilómetros en la interestatal 295 a su paso por Hopewell, Virginia que durante años fue conocido como la milla del millón de dólares. El nombre no era para nada figurado. Hopewell recaudaba más de un millón de dólares en cada ejercicio fiscal (1,8 millones en 2014) a un ritmo de más de mil multas mensuales. Las quejas fueron tan masivas que el gobierno federal intervino y redujo el porcentaje de recaudación de multas en Hopewell a solo un 30 del total de lo que ingresan sus arcas. En Nueva Miami, Ohio, se pasaron tantos pueblos recaudando que un juez obligó al ayuntamiento a devolver el dinero de las multas a los conductores sancionados. Por suerte todavía hay ocasiones en las que la ley también se aplica a los que se supone que deben aplicarla. [Nowiknow]