Carl Rodd, el dueño del parque de caravanas Fat Trout en Twin Peaks: El fuego camina conmigo, tiene un cartel en su puerta. Dice: No me despiertas antes de las 9 de la mañana bajo ninguna circunstancia. Cuando dos agentes del FBI desobedecen esas instrucciones, el hombre está lógicamente aturdido y enfadado. En una película de terror alucinante, es un momento perfecto porque es tan ordinario.
Rodd, que también aparece en Twin Peaks: The Return que se estrenó este año, fue interpretado por Harry Dean Stanton. El actor de 91 años se murió el viernes después de un carrera como “actor de carácter”, como se conoce en Estados Unidos, de más de 50 años. Para la mayoría de las personas, ser un actor de carácter significa inyectar a personajes secundarios con personalidades grandes llenas de excentricidades y sorpresas. Sin embargo, para Stanton, significaba lo contrario. En muchas ocasiones significaba precisamente lo que hizo Stanton en Twin Peaks: El fuego camina conmigo. El talento de Stanton estaba en su habilidad de ser normal hasta en las circunstancias más tensas.
Un de los roles más icónicos de Stanton era su papel en Alien. Era una película de ciencia ficción y terror de Ridley Scott en 1979. En la película, Stanton interpreta a un mecánico, un técnico de ingeniería llamado Brett. El mecánico, que siempre llevaba una gorra de béisbol y el ceño fruncido, repara el Nostromo y lo trata con la misma reverencia que le daría a un coche de familia estropeado.
Aquí de nuevo tenemos a Stanton, en el futuro, interpretando a un persona totalmente normal. Es un trabajador regular, un obrero, que está interesado en su bonificación y en hacer su maldito trabajo, sin más. En un nave que es casi tan extraña como el extraterrestre, con una atmósfera de terror, Brett es una presencia sólida.
Es uno de los grandes talentos de Stanton. Era un actor variado y asumió una gran variedad de roles, pero en las películas con un género establecido, Stanton solía interpretar al personaje normal. Estaba ahí para conectar a películas como Alien al mundo ordinario fuera de los eventos de la película. Tomaba lo que pasaba con una actitud honesta y una voluntad de, a pesar de todo lo que estaba pasando, aceptar lo que ocurría y continuar.
Un ejemplo de esto es su cameo en Los vengadores, en el cual saluda a Bruce Banner, después de verlo como Hulk, con perplejo y aceptación. Hasta en sus apariencias más exageradas, este elemento nunca desaparece por completo de las actuaciones de Stanton. Tenía una fragilidad silenciosa, un sentido de conexión que lo hacía parecer inmediatamente familiar, una presencia entendible en la pantalla.
Como, de nuevo, en El fuego camina conmigo, cuando está hablando con los agentes del FBI. Les trae café, y simplemente se queda ahí, bebiéndolo e intentando despertarse. En realidad, está intentando entender a un mundo que es un poco raro para él.
Mientras Carl Rodd ve una investigación de asesinato desarrollarse en frente de él, sus ojos se vuelven borrosos. Se queda mirando a algo que solamente él puede ver, la evidencia de la vida de una mujer muerta a su alrededor.
“Verás”, dice. “Yo ya he ido a muchos sitios. Solamente quiero quedarme donde estoy”.
Stanton expresa las palabras con una tristeza sincera. Te hace sentir como si estuvieras en su lugar, te sentirás exactamente igual. Y en ese momento, todo el mundo a su alrededor se siente más real.