En 1966 y 1967, las cámaras de las sondas no tripuladas Lunar Orbiter examinaron la Luna en busca del lugar idóneo para que aterrizaran las misiones Apolo. Durante décadas, la NASA alteró y ocultó las fotos obtenidas por esas sondas. Hoy, se recuperan para la posteridad en un antiguo McDonalds.
La tecnología con la que se tomaron esas imágenes es un prodigio para aquella época. En 1967 la fotografía digital aún estaba en pañales. Las sondas Lunar Orbiter (cinco en total) visitaban nuestro satélite armadas con cámaras de carrete.
Sondas que revelaban sus fotos en el espacio
¿Cómo entregaban esos rollos de película? No lo hacían. Las Lunar Orbiter no estaban diseñadas para regresar a nuestro planeta. En su lugar revelaban los negativos de 70mm desde el espacio y los “digitalizaban” mediante un escáner de alta resolución (200 líneas por milímetro). Cada imagen se enviaba de vuelta a la Tierra mediante señales de radio que llegaban a tres estaciones, una en California, otra en Australia, y otra en Madrid.
Esas estaciones trabajaban noche y día para almacenar las fotos en un formato analógico sin compresión (una auténtica rareza para la época) y se grababan en rollos de cinta magnética. Imprimir las fotos tampoco era nada sencillo. hacía falta un lector del tamaño de una nevera llamado Ampex FR-900.
Cada una de las fotos originales tomadas por las Lunar Orbiter llegaba a pesar hasta 2GB en un equipo actual y tenía un tamaño de 40 x 158 cm. Su calidad era sencillamente espectacular. Los ingenieros de la NASA unieron trabajosamente las fotos en un mosaico colosal de 12x13 metros. Descalzos sobre ese mosaico y armados con lupas los astronautas e ingenieros de la NASA decidieron el lugar de aterrizaje de la Misión Apolo 11. Aún hoy, las fotos son impresionantes.
Paradójicamente, ninguna de aquellas fotos llegó a ser del dominio público hasta muchos años más tarde. El gobierno de Estados Unidos decidió ocultar su existencia y suministró a la prensa versiones distorsionadas a propósito y con mucha menos calidad. La carrera por llegar a la Luna tuvo lugar en mitad de la Guerra Fría entre la URSS y Estados Unidos, y los militares no querían bajo ningún concepto que en Moscú descubrieran hasta qué punto eran capaces de tomar imágenes de satélite con tanto detalle.
Rescatadas del olvido en la cocina de un McDonalds
Las más de 1.500 cintas magnéticas con las fotos originales criaron polvo durante décadas en un almacén de Maryland. Su destino cambió en 1984, cuando el gobierno transfirió las cintas (y la responsabilidad de qué hacer con ellas) al laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA y cayeron en manos de su archivista, Nancy Evans.
Evans convenció a la NASA de que el contenido de las cintas era histórico y que debían ser recuperadas y restauradas para la posteridad. Había nacido el proyecto Lunar Orbiter Image Recovery Project (LOIRP).
Evans y un grupo de colegas del JPL lograron localizar cuatro unidades FR-900 y comenzaron a trabajar en su restauración, pero tenían un problema: no tenían dónde trabajar. Las cintas estaban a salvo en un almacén, pero necesitaban trasladarlas a un lugar con aire acondicionado, refrigeradores y tomas de agua en el que pudieran comenzar a restaurarlas.
En 2007 encontraron ese lugar en un pequeño McDonalds ubicado en el Centro de Investigación Ames de la NASA, una instalación del Aeródromo Federal Moffet, cerca de Mountain View. La cadena había cerrado el establecimiento hacía unos pocos meses y era perfecto. Los responsables de LOIRP lo llamaron McMoon. La bandera pirata de la ventana es en honor a todos los métodos de hacking que tuvieron que emplear para poner los FR-900 a funcionar y conectarlos a computadoras modernas
En los más de 10 años que lleva funcionando, LOIRP ha recuperado más de 2.000 imágenes de 1.500 cintas. Todas ellas son del dominio público y pueden descargarse desde la propia web de la NASA o desde la página Moonviews Algunas de ellas están disponibles en archivos sin pérdida de compresión que pesan cientos de MB. Son documentos irremplazables cuyo rescate no solo ha hecho un favor maravilloso a la historia de la exploración espacial. También es una historia maravillosa en sí misma. [Moonviews vía World of Indie]