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La picadura de esta avispa es tan dolorosa y su piel es tan dura que se ha quedado sin depredadores naturales

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La hembra de la Dasymultila klugii o asesina de vacas es la viva imagen del triunfo evolutivo. Bajo su denso pelaje naranja se oculta una galería de horrores de tal calibre que un equipo de científicos acaba de confirmar que a esta avispa sin alas ya no le quedan depredadores naturales.

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Los investigadores ya sospechaban que la hembra de la Dasymultila klugii (los machos tienen alas y ni siquiera pican) había llegado a un estado de gracia evolutivo en el que sencillamente ya nadie está interesado en comérsela (o en acercarse a ella lo más mínimo). Para comprobar su hipótesis se hicieron con unos cuantos ejemplares y los pusieron junto a diversas especies de que deberían ser sus depredadores naturales: aves insectívoras, lagartos, topos, musarañas y hasta un sapo americano, especie conocida por no hacerle ascos prácticamente a nada.

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Solo dos de estas especies se acercaron a la avispa. El topo pagó caro su error cuando un picotazo del insecto lo dejó presa de fuertes convulsiones durante varios minutos. El sapo llegó a tragarse la avispa. 20 segundos después la vomitó. Aparte de mojada, no tenía ni un rasguño. Al batracio se le ofreció una segunda avispa y huyó de ella presa del pánico.

A la Dasymultila klugii no le faltan señales de alarma. Si su vivo color naranja no es suficiente señal de que quizá no es buena idea comérsela, el animal segrega sustancias químicas irritantes y con un olor muy desagradable. Su caparazón es tan duro que los depredadores sencillamente no pueden perforarlo, y tragársela vivita y coleando no es una buena idea. Su largo aguijón inyecta una toxina que presume del tercer puesto en la escala del dolor.

La picadura no es letal, pero sí es extremadamente dolorosa. Los granjeros dicen que es capaz de tumbar una vaca por el dolor que produce, pero probablemente las vacas también son demasiado inteligentes como para acercarse. [vía New Scientist]