
Uno de los bulos más extendidos sobre la actual pandemia de covid-19 que afecta a medio planeta es que el patógeno que ha puesto nuestra rutina diaria patas arriba es un virus surgido de algún oscuro laboratorio. Estas son las razones que explican porqué esa afirmación simplemente no tiene base.
Un virus sin sentido
Recientemente se publicó en Nature un análisis genético del SARS-CoV-2 en el que detallaban la evolución del virus descartaban cualquier posibilidad de que hubiera sido diseñado en laboratorio. La razón no es otra que la estructura genética del nuevo coronavirus, que es completamente contraintuitiva. Si un científico chiflado hubiera diseñado el patógeno responsable de la pandemia lo hubiera hecho siguiendo unos pasos muy diferentes a la evolución que muestra el ARN. De hecho, para crear el SARS-CoV-2 tendría que haber empezado haciendo el virus más ineficaz en términos infecciosos, lo que desde el punto de vista científico o práctico no tiene ningún sentido.
No tenemos la tecnología
Vale, pero asumamos por un momento que nuestro científico chiflado es un genio de la genética y comenzó haciendo el virus más ineficaz para despistar al resto de virólogos. Aquí es donde entra la segunda conclusión indirecta del estudio. Aparte de analizar el genoma del SARS-CoV-2, los investigadores se centraron en los receptores del virus, la corona de “espinas” que le da nombre y que usa precisamente para adherirse a una proteína específica de las células pulmonares. El inmunólogo Nigel McMillan resume muy bien el problema con esa cubierta de receptores: “No hay ningún laboratorio en el mundo que pueda hacer los cambios en el genoma que hemos visto en los análisis genéticos.”
Las teorías conspiranoicas son reacias a desaparecer. De acuerdo. Asumamos por un momento que el coronavirus responsable de la covid-19 no sea algo diseñado por el hombre, pero sí que salió de un laboratorio. Sus mutaciones ocurrieron de manera natural, pero el patógeno estaba igualmente confinado en un centro de alta seguridad y se les escapó por negligencia o a propósito.
La teoría suena plausible, sobre todo teniendo en cuenta que en Wuhan hay un laboratorio de patógenos de alta seguridad que ya despertó suspicacia en 2018. Se trata del Instituto de Virología de Wuhan (WIV por sus siglas en inglés). Pues bien...
El propio laboratorio de Wuhan lo comprobó
En una entrevista a la cadena china CGTN, el vicedirector de ese laboratorio, Yuan Zhiming, tachó de conspiranoia las acusaciones de que el patógeno podía haber escapado de sus instalaciones. En cuanto la epidemia de desató, el jefe del departamento de investigación de coronavirus del centro, Shi Zhengli, se hizo con muestras del nuevo coronavirus y las comparó con los que almacenan en el laboratorio. No hubo coincidencias. En unas declaraciones a Scientific American, Zhengli explicaba el momento en el que comprobó que el virus no había salido del WIV: “Me he quitado un peso de encima. Llevaba días sin poder pegar ojo”.

El virus más parecido de ese laboratorio está a 50 años de este
Negar que liberaron o dejaron escapar el virus es precisamente lo que haría alguien que ha dejado escapar el virus ¿no? Puede ser, pero incluso sin revolcarnos gratuitamente en la falacia ad-hominem la realidad es que no hay ningún coronavirus parecido en el WIV. El virólogo Edward Holmes, de la Universidad de Sidney, explica que el coronavirus más parecido al SARS-CoV-2 que tienen en el WIV es el RaTG13, un virus de los murciélagos que está a 50 años del causante de la pandemia en términos evolutivos.
Un virus natural, pero no inesperado
En la naturaleza se han encontrado otros coronavirus más parecidos al SARS-CoV-2 que los que se almacenan en laboratorio. La triste moraleja de esta historia es que aunque el patógeno causante de la covid-19 es completamente natural, su llegada no ha sido para nada una sorpresa. Los epidemiólogos llevaban décadas advirtiendo que una pandemia como esta era solo una cuestión de tiempo y hasta la OMS tenía un plan de contingencia.
Al final las advertencias no han servido de nada y la experiencia nos ha demostrado muy dolorosamente que no estábamos preparados. Tan solo queda confiar en que esta bofetada de realidad nos haga reflexionar y cambiar muchas cosas, no solo a nivel científico, sino también social. Por desgracia muchos preferirán inventarse su propia versión reconfortante de la historia con tal de no reconocer que a veces estamos en manos del más puro azar y que las enfermedades ocurren porque sí, no porque haya un malvado genio del mal con bata blanca y mascarilla conspirando para matar al 2% del planeta.