Dos años después, el estudio mostró un aumento asombroso de la productividad entre los teletrabajadores; el equivalente a un día completo de trabajo. Ya no llegaban tarde ni se iban más temprano: cumplían religiosamente con su turno y tenían menos distracciones; les resultaba más fácil concentrarse desde casa.

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El desgaste profesional también disminuyó: hasta un 50%, a pesar de que los empleados tomaran descansos más cortos, tuvieran menos días de enfermedad y pidieran menos tiempo libre. De paso, la empresa empezó a ahorrarse casi $2000 por empleado al reducir el espacio de alquiler en la oficina (por no hablar de la reducción de emisiones que supuso que se quedaran en casa).

Pero no todo fueron buenas noticias, y es que la soledad empezó a ser un problema grave. Según cuenta Bloom en una charla TEDx, más de la mitad del grupo que trabajó desde casa el 100% del tiempo se sintió demasiado aislado, lo que afectó a su satisfacción personal. Como conclusión, el economista recomienda a los empresarios que apoyen el teletrabajo, pero lo combinen con días de trabajo en la oficina en lugar de convertirlo en la única opción.

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