La época de la fiebre del oro en Estados Unidos está llena de historias extrañas. Una de las más absurdas tenía lugar en Montana, donde cientos de mineros escudriñaban con creciente frustración cada centímetro de terreno en busca de oro. Lo único que encontraban eran miles de pequeñas piedrecitas azules.
Piedras azules y más piedras azules. Los mineros de mediados del siglo XIX desechaban aquellos guijarros azulados con creciente enfado hasta que un joven prospector llamado Jake Hoover, ya un poco desesperado, decidió enviar una caja llena de aquellas piedrecitas a Nueva York para que alguien las examinara.
La caja cayó en manos de George F. Kunz, gemólogo en la joyería Tiffany & Co. El resto es historia. Las piedrecitas azules que jalonaban el cauce de los ríos en la región de Yogo Gulch eran zafiros, y no unos zafiros cualquiera. Hoy en día, los zafiros de Montana se cuentan entre los más valiosos del mundo debido a su pureza y a su impresionante color azul natural, una tonalidad que en gemología se compara a la de las flores del aciano.
Normalmente, los zafiros se tratan mediante temperatura para activar su tono azulado. Los zafiros de Montana o zafiros Yogo son así de manera natural. Su ausencia de impurezas y su talla hexagonal los hace alcanzar precios de entre 10.000 y 14.000 dólares el quilate.
En cuanto a Jake Hoover, la caja de latón llena de zafiros que envió a Nueva York le valió una fortuna de 3.750 dólares (unos 100.000 dólares en la actualidad). Las minas de la región siguieron produciendo beneficios hasta que una inundación en 1923 dispersó los sedimentos. En 1984, la producción se renovó con el descubrimiento de un yacimiento que aún hoy se sigue explotando: la mina Vortex. [vía The Daily Beast]