Los seres humanos somos unos espectaculares corredores de fondo, pero no destacamos tanto como velocistas ni por nuestra capacidad para saltar grandes alturas. En el caso de saltar sin tomar impulso, la marca de los mejores atletas rara vez supera los 120cm. ¿Qué nos impide llegar más alto?
El récord mundial de salto de altura a cuerpo parado lo tiene el canadiense Evan Ungar, con una espectacular marca de 161 cm. No obstante, casos como los de Ungar son realmente raros y se limitan a deportistas de élite que entrenan día y noche para potenciar la musculatura en el tren inferior y mejorar este tipo de movimiento. Un deportista se puede dar por satisfecho si se acerca a la marca de los 120 centímetros. Las personas que no hacen especial ejercicio físico a menudo se quedan en unos cómodos 30-40 cm en vertical.
Este interesante vídeo de Wired pasa revista a las proezas de Ungar, y también habla con varios expertos en biomecánica. La razón por la que no saltamos más alto es tan sencilla como dividir la fuerza que ejercemos en el momento de despegar del suelo entre nuestro propio peso. Saltar en vertical supone anular nuestro propio peso corporal.
No hace falta despegar a una velocidad de 9,8 metros por segundo (la aceleracion que tiene la Fuerza g que ejerce de media nuestro planeta) para elevarnos del suelo, pero si lográramos esa velocidad significaría que podemos mantenernos un segundo en suspensión antes de comenzar a caer. Cualquier mejora en esa marca significa mayor tiempo de impulso ascendente, pero al final el peso siempre se impone. Si bajamos peso podremos saltar mas alto siempre y cuando en ese proceso de adelgazamiento no perdamos potencia muscular.
Aumentar la velocidad de salida significa mejorar nuestros músculos para que sean capaces de proporcionar más impulso explosivo, pero incluso si los potenciamos al máximo siempre vamos a encontrarnos con el límite de nuestra propia anatomía y de la longitud de los diferentes segmentos que componen nuestras piernas. Además, nuestros ligamentos cuentan con su propio detector que regula la fuerza que aplicamos a nuestros músculos y huesos al extender y contraer los músculos. Este detector se llama órgano tendinoso de Golgi, y está conectado a la médula. Lo mismo que nos evita lesiones probablemente nos impide hacer cosas como saltar demasiado alto.
Saltar en vertical, en definitiva, es una cuestión de entrenamiento, pero los límites los pone la fisiología de nuestras piernas y la pura física. Seguramente en el futuro podamos batir la marca de Ungar, pero parece improbable que nos convirtamos en saltadores espectaculares. Nuestros derroteros evolutivos sencillamente no necesitan esa habilidad. [vía Wired y CoreAdvantage]