Victor Buso, un astrónomo aficionado, se encontraba probando su nueva cámara instalada en su telescopio en Argentina, durante el mes de septiembre de 2016, apuntándolo hacia una galaxia llamada NGC613. Durante hora y media capturó la luz de la galaxia, manteniendo fuera de foco las luces de la ciudad de Santa Fe. Al analizar sus imágenes se percató de que había capturado un enorme destello de luz y energía que salía disparada de una estrella lejana, lo que podría ser una supernova.
Buso recopiló más datos e informó a los observatorios argentinos, quienes acaban de anunciar los resultados de las observaciones que realizaron como seguimiento del hallazgo: “se trata del descubrimiento fortuito de una supernova recién nacida de tipo IIb”, según su estudio publicado en Nature. Esto no solo demuestra la importancia de la astronomía amateur o de aficionados, sino que las imágenes de Buso también proporcionaron evidencias de la onda expansiva inicial de las supernovas, un fenómeno que los telescopios rara vez logran capturar, dado que para hacerlo tendrían que estar observando el lugar exacto en el momento justo.
“Esto es algo único”, comentó a Gizmodo Melina Bersten, astrónoma del Instituto de Astrofísica de La Plata en Argentina y autora del artículo.
Bersten y su equipo hicieron un seguimiento de las observaciones de Buso con monitoreos desde otros telescopios, incluyendo el telescopio Swift que se encuentra en la órbita terrestre, y lo compararon con los primeros datos de la región en la que se encuentra la supernova obtenidos por el telescopio espacial Hubble. Este trabajo permitió a los investigadores clasificar el evento (ahora conocido como SN 2016gkg) como una supernova de tipo IIb, el tipo que involucra a estrellas gigantes expulsando sus capas externas de hidrógeno.
Sin embargo, Buso no solo descubrió una supernova. También presentó evidencias de la fase de onda de choque, según escribe la científica, una explosión de energía que, según la teoría, emana de una onda de choque en la fuente de la supernova.
Los investigadores indican que es difícil generalizar a partir de una sola supernova. Existen muchos otros estudios sobre el cielo que intentan hacer exactamente lo que hizo Buso: capturar en imágenes a una supernova cuando nace. Pero el nuevo informe destaca cuán afortunado fue el astrónomo aficionado: las probabilidades de hacerlo son de al menos una en un millón, “suponiendo una duración de una hora y una supernova por cada siglo y por cada galaxia”.
Esta investigación también demuestra que los astrónomos aficionados con un equipo de 2.000 dólares pueden hacer un trabajo impactante.
“Particularmente en un país que no tiene grandes telescopios”, comenta Berstein, “es importante estar en contacto con los aficionados porque pueden hacer muchas cosas valiosas para la ciencia”. [Nature]