Junio fue el mes con menos hielo marino desde que se tienen registros. Hasta ahora todos los meses de 2016, excepto marzo, han venido marcando récords negativos de deshielo. En septiembre, la banquisa del Ártico podría alcanzar su punto más bajo desde que lo vigilamos por satélite. Es un problema grave.
Visto en cifras, el hielo marino de junio redujo en 260.000 kilómetros cuadrados el anterior récord negativo. La extensión de hielo flotante estuvo 1,36 millones de kilómetros cuadrados por debajo de la media de 1981 a 2010. En otras palabras, se ha derretido un trozo del Ártico del tamaño de Perú. Y la tendencia nos dice que va a seguir derritiéndose, récord tras récord.
Por qué. 2015 fue el año más cálido de la historia por el calentamiento global y El Niño más monstruoso en 15 años, agravado a su vez por el cambio climático. En 2016, las temperaturas del Ártico se mantuvieron unos 10º C por encima de lo normal, con enero y febrero como meses excepcionalmente calurosos.
“Independientemente [de lo que ocurra este verano], va a ser un año con poco hielo”, explica Walt Myer, científico de la NASA, a nuestra compañera Maddie Stone. Si continúa la tendencia de los últimos 15 años, podríamos quedarnos sin hielo marino cualquier verano de mediados de siglo. Y aunque el derretimiento del Ártico no afecte al nivel del mar (porque es una capa de agua congelada en la superficie), tiene efectos más graves de lo que podríamos pensar.
El primero es la notable reducción del albedo en el Polo Norte; es decir, su reflectividad. El derretimiento del hielo da paso a un océano más oscuro, que absorbe más calor del sol y lo transfiere al hielo. “Eso está cambiando el clima del Ártico”, asegura la NASA. “Entra mucho más calor en el sistema [en verano], lo que significa que las temperaturas serán más cálidas en otoño”.
La fauna que habita en la plataforma de hielo del Ártico es la primera en sufrir las consecuencias. El oso polar y la morsa tienen que nadar más —gastar más energía— para encontrar comida. Y proliferan las algas marinas en la banquisa, lo que afecta a la reproducción de los pequeños crustáceos, reduciendo el suministro de alimentos de todo el ecosistema.
Pero el calentamiento acelerado del Polo Norte también causa cambios profundos en tierra firme. La tundra ártica está experimentando un reverdecimiento de sus llanuras, el permafrost se está derritiendo al norte de Alaska y en otros puntos del continente y la temporada de incendios se ha intensificado. Se están produciendo grandes incendios naturales que liberan depósitos de carbono a la atmósfera.
A nivel global, los cambios en el gradiente de temperatura entre el ecuador y los polos podrían estar afectando a la corriente en chorro polar, que en lugar de soplar en línea recta serpentea de norte a sur. El derretimiento del Ártico es un efecto dominó que, en definitiva, nos afecta a todos.