Si hasta ahora los esfuerzos de las agencias espaciales se habían centrado en Marte a la hora de buscar vida es porque Venus es poco menos que un infierno. Su superficie está sometida a una presión atmósferica y temperatura brutales, pero ¿qué hay de su atmósfera? Un nuevo estudio arroja datos fascinantes.
La superficie de Venus es inhabitable hoy, pero los modelos climatológicos sugieren que en algún momento de su pasado tuvo agua líquida y una temperatura lo bastante moderada como para albergar vida. Esas condiciones se extendieron durante un período de alrededor de 2.000 millones de años. No solo es tiempo suficiente como para que Venus evolucionara sus propias formas de vida. Es incluso más tiempo del que tuvo Marte.
En algún momento, las condiciones en Venus empeoraron de forma dramática. Las temperaturas del planeta aumentaron y la atmósfera se hizo más densa, poniendo en marcha un efecto invernadero galopante. El agua se evaporó y subió a las capas altas de la atmósfera, acelerando aún más el recalentamiento. Las temperaturas en la superficie aumentaron hasta los 450 grados Celsius, con una presion atmosférica 92 veces superior a la de la Tierra.
Semejante apocalipsis tuvo que barrer por fuerza cualquier forma de vida grande, fuera animal o vegetal, pero ¿y los microorganismos? Puede que el agua que terminó en la atmósfera de Venus llevara pasajeros. En la Tierra hemos constatado que las bacterias viajan en el vapor de agua y viven en la atmósfera a alturas de hasta 41 kilómetros. Igualmente, sabemos que hay bacterias capaces de vivir en ambientes increíblemente hostiles, alimentándose de dióxido de carbono y generando ácido sulfúrico.
Las nubes de Venus están compuestas de dióxido de carbono, vapor de agua y algo de ácido sulfúrico. La coincidencia de esta mezcla es demasiado grande como para pasarla por alto.
Nubes de bacterias
Lo que el nuevo estudio publicado en la revista Astrobiology sugiere es que en Venus podría haber abundante vida bacteriana en las capas superiores de la atmósfera, a una altura de entre 48 y 52 kilómetros. A esta distancia de la superficie las temperaturas fluctúan entre los cero y los 60 grados Celsius, con una presión atmosférica que oscila entre las 0,4 y las dos atmósferas. En esta región, aún hoy, hay condiciones para albergar vida bacteriana.
La idea de que la atmósfera de Venus pueda tener vida no es nueva. El mismísimo Carl Sagan ya lo sugería en 1967. El astrobiólogo David Grinspoon ahondó en la posibilidad en 1997, y dos años después se descubrió que las condiciones en la atmósfera venusiana eran lo bastante prometedoras.
Más análisis revelaron que la atmósfera de Venus en esa región tiene extrañas manchas oscuras en las que abunda el ácido sulfúrico y otras partículas que no han podido ser reconocidas. La hipótesis del equipo internacional de investigadores liderado por el científico planetario Sanjay Limaye recién publicada en Astrobiology es precisamente que estas nubes son ecosistemas bacterianos flotantes. En la Tierra se conocen diferentes tipos de bacterias capaces de absorber determinadas frecuencias de luz. No sería tan raro encontrar microorganismos similares en Venus.
Un dron abordo de una sonda rusa
¿Cómo confirmar esta sugerente hipótesis? La opción más cercana para ello se llama VAMP, y es un robot mitad dirigible mitad dron que Northtrop Grumman ha diseñado para la NASA. VAMP (siglas de Venus Atmospheric Maneuverable Platform) podría sobrevolar la atmósfera de Venus y analizar esas nubes con instrumentos específicos para detectar vida bacteriana.
VAMP podría llegar a Venus de la mano de la sonda rusa Venera-D que la agencia Roscosmos tiene previsto enviar a Venus a finales de la década de 2020. Hasta entonces tendremos que esperar, pero sería irónico que terminemos hallando vida en el Sistema Solar donde menos esperábamos encontrarla. [vía Astrobiology]