Cuando Nintendo anunció dos nuevos juegos de Pokémon para Switch y horas más tarde lanzó uno de ellos de forma gratuita, no pude dejar de descargarlo. Llevo dos décadas jugando a la franquicia y tenía que probar este nuevo. Para mi sorpresa, Pokémon Quest no me gustó en lo absoluto, pero eso no quiere decir que sea un mal juego, quizás simplemente no es para mi.
Mi experiencia fue bastante corta. Tras terminar una jornada de trabajo me eché en la cama con la Switch en mano en modo portátil mientras mi esposa, a mi derecha, veía una de sus series favoritas en Netflix. Al recorrer mi catálogo y ver cosas como Skyrim o Bayonetta entre mis juegos, recuerdo que una noche antes había descargado un tal “juego de Pokémon no se qué, que tiene una pinta rara que recuerda un poco a Minecraft”.
Presioné el botón de “iniciar” e inmediatamente solté la Switch porque recordé que había puesto a lavar una ropa y debía ponerla a secar, además de pagar las facturas de servicios de luz y teléfono que se me había olvidado por completo, por eso de “usar” Trello pero nunca revisarlo. Un par de horas más tarde, después de cenar, lavar los platos y pasearme un rato por Instagram y Twitter, recordé de nuevo que existía Pokémon Quest y me propuse a probarlo. Esta vez sí.
Mi aventura duró una hora, o poco más. Tras una presentación en la que me presentaban las mecánicas del juego y una introducción corta a la casi inexistente historia, me pusieron a los mandos de un “entrenador” de pokémon (que en realidad no entrena) y una de estas criaturas, pudiendo elegir entre algunos de los personajes más clásicos de la franquicia: Eevee, Squirtle, Bulbasaur, Charmander y Pikachu.
Verán, esto no es un Pokémon como los que llevo tantos años conociendo y jugando, en el que debes atrapar pokémon, entrenarlos, hacerlos evolucionar y mejorar sus habilidades para recorrer una serie de gimnasios y derrotar a entrenadores potentes. No, en lugar de ser un RPG clásico por turnos esto es un juego en el que casi no participas en los combates y no atrapas pokémon, sino más bien los “invitas a que te acompañen”.
El juego tiene un aspecto visual relativamente similar al de Minecraft (todo tiene forma de cubo), y tienes que cocinar para atraer pokémon a tu base y que se hagan “tus amigos”. Después, debes recorrer cada zona (cada una más difícil que la otra) para que tus pokémon (grupo máximo de tres) se enfrenten a rivales, eligiendo entre usar uno de dos ataques por cada uno, o seleccionar que la batalla se desarrolle de forma automática sin que tu hagas nada. De hecho, ni siquiera puedes mover a los pokémon, ellos se mueven solos hacia los enemigos.
Quest tiene historia tan mínima que es casi irrelevante. Te dicen algo de que llegas a una isla por no se qué razón y ya, ve a atrapar–, perdón, a hacerte amigo de pokémon y llenar tu pokédex, lo que parece ser el objetivo del juego. Cada combate te otorga objetos y materiales distintos para cocinar nuevos platos que usarás para atraer nuevos pokémon de manera casi aleatoria. Al ser un juego free–to–play, por supuesto, existirá la posibilidad de pasar por caja para acelerar algunas tareas, aunque puedes hacerlo sin gastar un centavo.
Llega un momento en la vida de todo gamer en el que debe reconocer cuando un juego no es que sea malo, sino que sencillamente no es para él. Pokémon Quest y su simplicidad extrema quizás enamore a los más pequeños de la casa, y una vez llegue a iPhone y Android posiblemente se convierta en otro éxito más entre esa audiencia. En mi caso, no me ha atrapado en lo absoluto. Apenas poco más de una hora de comenzar desistí y lo eliminé de mi Switch sin mirar atrás, e inmediatamente me pasé a esos dragones, barbas grises y hombres gato que tanto me divierten, mientras espero el nuevo Mario Tennis Aces que tiene tan buena pinta.