
Según explican en Nature, la Organización Mundial de la Salud respaldará por primera vez a la denominada como medicina “tradicional” china. Dicho de otra forma, la encargada de mejorar la salud y la atención médica en todo el mundo apoyará un sistema de creencias como prácticas médicas.
Y eso es terrible, sobre todo si tenemos en cuenta qué hay detrás de ese sistema de creencias. Si bien muchas de ellas no suponen males mayores, otras significan poner en peligro a especies de animales a las que se les atribuyen elixires para nuestro organismo.
En el artículo de Nature, escrito por David Cyranoski, se empieza describiendo las “horas interminables” que los defensores de la medicina tradicional china dedican a temas tan importantes como la “ubicación correcta de los puntos de acupuntura y aquellos menos conocidos”, o a conceptos como el síndrome del “meridiano triple energizante”.
Más adelante en el artículo se señala que los investigadores internacionales han argumentado que el qi y los meridianos simplemente no existen.
Sin embargo, y como señala el investigador Steven Salzberg en Forbes, incluso el artículo de Nature cae en la trampa de hablar de “medicina occidental” como si fuera solo un punto de vista alternativo. No hay ninguna razón legítima para usar términos como medicina “china” o medicina estadounidense, italiana o española.
Solo hay medicina. Si un tratamiento funciona, entonces es simplemente medicina. Si algo no funciona, entonces no es un medicamento y no deberíamos venderlo a personas con reclamos falsos.
Lo mismo ocurre con la medicina alternativa, holística, integradora y funcional: todos son términos de marketing, y principalmente sin significado científico. Simplemente sirven para disimular, en el mejor de los casos, el pensamiento descuidado y no científico, y en una interpretación menos halagadora, el fraude absoluto.

En cualquier caso, con la denominada “medicina tradicional china”, hay una serie de factores que lo hacen aún más grave si cabe. De ellos hemos hablado en más de una ocasión. Por ejemplo, el negocio de la bilis de oso, una tortura para el animal que puede extenderse más allá de los 30 años.
El componente más importante de la bilis del oso es el ácido ursodesoxicólico (de hecho, son los únicos mamíferos que lo producen en cantidades significativas). Un líquido que, si bien se ha demostrado en investigaciones que es eficaz contra algunas dolencias, como ciertas enfermedades hepáticas, la medicina tradicional china la prescribe para muchas otras cosas, desde el dolor de garganta hasta la epilepsia o tipos de cáncer.
Ocurre que hay dos maneras de adquirir la bilis: o matar a un oso en la naturaleza y cortar su vesícula biliar, o acudir a las llamadas granjas de bilis de oso donde drenan repetida y constantemente las vesículas biliares de los animales en cautiverio.

Este segundo caso se asemeja a una casa de los horrores. Los animales tienen sed y hambre constantemente, reciben muy poco (o nulo) cuidado veterinario, y esencialmente son torturados durante toda su vida. El oso tibetano (Ursus thibetanus) es el principal afectado de esta tradición.
Para ello, los osos se mantienen en “jaulas de aplastamiento” deliberadamente pequeñas para que no puedan moverse. Para extraer la bilis, a menudo a diario, los trabajadores hacen agujeros o fístulas permanentes en la vesícula biliar del oso. Los animales son drogados, a menudo con ketamina, y los granjeros usan agujas o catéteres para presionar sus vientres en busca de la vesícula biliar.
La bilis se extrae u “ordeña” a través de tubos metálicos. Además, las condiciones suelen ser tan insalubres y los animales se sienten tan enfermos, que los expertos han planteado preocupaciones de salud pública sobre el consumo de la propia bilis en estos lugares.
Algunos osos llegan a las jaulas como cachorros y nunca se liberan. Si viven lo suficiente, teniendo en cuenta que los períodos de vida en las granjas son cortos, pueden ser ordeñados durante décadas. Sin embargo, generalmente después de 10 a 20 años (los hay que han llegado hasta más de 30), los osos dejan de producir lo suficiente como para pagar su alojamiento y comida. Tras su uso, la mayoría son asesinados y sus partes del cuerpo vendidas.

Otra de las principales lacras que trae esta “medicina” tiene que ver con la terrible matanza de los últimos rinocerontes que quedan en África para cortar sus colmillos, los cuales se venden para formar parte de los elixires que algunas personas creen que confieren fuerza o incluso virilidad.
De hecho, el año pasado National Geographic publicó un reportaje fotográfico desgarrador donde se mostraba los terribles resultados de la caza furtiva de rinocerontes en África. Hace unas semanas contábamos escenas como la del pequeño Arthur, una cría de rinoceronte atacada a machetazos por cazadores furtivos al tratar de defender a su madre.
El bebé estaba mutilado cuando lo encontraron. Arthur se salvó simplemente por su edad, para los cazadores furtivos era demasiado joven y aún no había desarrollado sus propios cuernos, la razón principal de la barbarie.

La caza furtiva de rinocerontes se encuentra en niveles de alerta en sudafrica. En el año 2017, aproximadamente 1.000 rinocerontes fueron asesinados ilegalmente en el país, lugar que alberga alrededor del 80% de los casi 30.000 rinocerontes del mundo. Se estima que los animales se extinguirán en un espacio de 20 años si los esfuerzos de conservación no fructifican.
Y sí, el mal de fondo se encuentra en la venta de los cuernos, el tesoro para la medicina tradicional china, ya que se cree que los cuernos poseen todo tipo de propiedades medicinales capaces de curar desde el cáncer hasta ser un poderoso afrodisíaco. No sólo eso, los cuernos también se usan como una droga que se mezcla con agua o alcohol.
Lo cierto es que los cuernos están hechos de queratina, el mismo material del que están hechos el cabello o las uñas humanas, y hay poca o ninguna evidencia de que tengan algún tipo de valor médico (o efecto psicodélico).
Luego están los tigres. La medicina tradicional china también está detrás de la masacre de los últimos tigres salvajes que quedan (hoy prácticamente extinguidos en Asia), para que los hombres puedan comer sus huesos, garras y genitales con la creencia errónea de que los harán viriles. En este caso también, National Geographic tiene reportajes terribles sobre las matanzas.
Como señala Salzberg en su artículo de Forbes, por cada acierto hay 20 errores terribles para las especies. Porque es cierto que la artemisinina, un extracto de planta derivado de la Artimisia annua, hierba que se usaba tradicionalmente en China para tratar la malaria, resulta que realmente funciona, y la artemisinina es ahora la base de varios tratamientos modernos contra la malaria.
Pero eso es genial. Si una hierba tiene el potencial de tratar una enfermedad, deberíamos estudiarla, descubrir cuál es el ingrediente activo, desarrollar un proceso controlado para administrar dosis efectivas y hacer uso de ella. Eso es lo que pasó con la artemisia, y también sucedió con el taxol, una quimioterapia efectiva contra el cáncer derivada del árbol de tejo del Pacífico, y la aspirina común, derivada del árbol de sauce.

Pero el éxito comprobado por los estudios posteriores no justifica afirmaciones falsas, matanzas de animales y creencias en pensamientos mágicos. Cuentan en Nature que la principal motivación para la medicina tradicional china siempre fue el dinero:
China ha estado promoviendo agresivamente su medicina en el escenario internacional tanto por expandir su influencia global como por una parte del mercado global estimado en 50.000 millones de dólares.
Entonces, ¿a qué se debe este apoyo de la OMS? Según Nature, el apoyó creció durante el mandato de la ex directora de la OMS, Margaret Chan, quien dirigió la organización hasta 2017 y tenía vínculos estrechos con China.
Cuando Nature intentó contactar Chan, la OMS respondió que “no está respondiendo preguntas sobre asuntos relacionados con la OMS”. [National Geographic, Forbes, Nature, National Geographic]