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Por qué seguimos instalando cables en lo alto de postes en lugar de hacerlo bajo tierra

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En 1843, Samuel Morse obtuvo luz verde y una partida de 30.000 dólares para instalar la primera línea de telégrafo del mundo. Así nacieron los postes de teléfono, pero la idea de Morse era instalar sus cables bajo tierra. ¿Por qué acabó colgándolos en lo alto de palos? y, más aún ¿por qué se sigue haciendo?

La idea de colgar los cables en lo alto de largos postes de madera nació por pura desesperación. Morse comenzó instalándolos bajo tierra, pero los cables resultaron defectuosos y el proyecto comenzó a peligrar. El presupuesto y el plazo de ejecución dictados por el Congreso de Estados Unidos se acababan, así que Morse y sus ingenieros optaron por la solución menos elegante pero más efectiva: los postes de telégrafo.

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El proyecto fue un éxito sin precedentes considerando que antes del telégrafo una noticia podía tardar ocho días en cruzar Estados Unidos de costa a costa a lomos del servicio postal Pony Express. Antes de que existiera ese servicio las noticias podían tardar más de 100 días, si es que llegaban alguna vez a su destino. La eficacia del telégrafo hizo que sus redes se multiplicaran como un reguero de pólvora. La abundancia de árboles dio a las empresas todo el material barato que necesitaban para tender líneas de postes y cables.

A comienzos del siglo XX el despliegue de las redes de luz eléctrica y teléfono se encontró con una magnifica infraestructura ya existente a la que solo había que añadir más cables. El cielo de las ciudades se lleno de líneas y más líneas que pintaron un extraño paisaje de modernidad.

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Hoy en día, los postes son el soporte a una plétora de diferentes cables. Dependiendo del país y la ciudad, los familiares palos llevan cables eléctricos de media y baja tensión, Internet, cables de televisión, alumbrado público, señalización vial... Fuera de los núcleos urbanos, enormes torres de alta tensión distribuyen energía de un lado a otro. Las quejas sobre estos postes no son nuevas. Desde que Morse instalara los primeros ha habido diferentes voces criticando su fealdad y problemas de seguridad relacionados con incendios, vegetación, desastres naturales y fauna salvaje.

Esos problemas no son ajenos a la vida moderna. Cada año incendios, huracanes, tormentas de nieve o un simple oso que pasaba por allí y decidió rascarse la espalda generan apagones, fallos en el servicio y millones de dólares en gastos. ¿Por qué seguimos manteniendo una infraestructura aparentemente obsoleta, peligrosa y que afea las ciudades?

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La respuesta nos devuelve a Samuel Morse y a sus cables subterráneos defectuosos. Resulta que enterrar una línea de cables no es en absoluto una tarea sencilla. Cavar una zanja es lo de menos. El problema es el aislamiento. Los cables eléctricos a menudo sufren subidas de temperatura. Al aire libre estas subidas se disipan en el aire, pero bajo tierra es mucho más complejo.

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El segundo problema es el aislamiento. Bajo tierra es preciso aislar los cables de manera mucho más segura, y hacerlo cuesta una fortuna. Incluso aunque dediquemos millones de dólares a aislamiento, las líneas subterráneas siguen siendo muy vulnerables a un elemento: el agua. No es raro que las inundaciones produzcan cortes en la corriente al anegar cables, subestaciones o transformadores que sin embargo pueden resistir el chaparrón si están en lo alto de una torre.

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Finalmente, y como el propio Morse descubrió, detectar un fallo en una línea subterránea es un proceso mucho más engorroso que hacerlo al aire libre. Aún a pesar de todos sus contras, la idea de los ingenieros de Edison es el mal menor, un mal menor que seguirá con nosotros hasta que encontremos otra tecnología de transmisión que no requiera cables. [California Public Utilities Commission vía Popular Mechanics]