Las plantas no tienen cerebro, hasta ahí todos estamos de acuerdo, ¿pero sabías que pueden oír, oler y hasta recordar cosas? Bueno, o al menos algo parecido. Las plantas han evolucionado de forma realmente sorprendente, y con los años han ido desarrollando unas funciones análogas a algunos de nuestros sentidos.
Por ejemplo, científicos de la Universidad de Missouri descubrieron que hay plantas como las Arabidopsis que son capaces de detectar cuándo un insecto está devorando sus hojas y que tratan de evitarlo segregando un tipo de sustancia tóxica que aleja a los predadores. Lo curioso del descubrimiento fue que cuando los investigadores reproducían solamente el sonido de los insectos mordiendo hojas, las plantas también disparaban este mismo mecanismo de defensa.
Seguro que también has leído que las plantas crecen más si les ponen música o si las hablas. Miembros del Instituto de Tecnología de Bangalore demostraron que las plantas expuestas a distintos sonidos respondían positivamente a esos estímulos. La realidad es que no está del todo claro cómo lo hacen, pero sí sabemos que son capaces de detectar la presión proveniente de las ondas sonoras. Además, no solo pueden escuchar, también pueden comunicarse entre sí.
Ciertas especies son capaces de hacer vibrar sus raíces, dando información a las que les rodean sobre cuándo es más seguro y beneficioso crecer. De hecho, ciertos estudios señalan que las plantas que crecen cerca de otras lo hacen más rápido y de forma más saludable que las que se encuentran aisladas.
¿Y qué hay del sentido del olfato? ¿Tienen las plantas algo parecido? Prueba a poner una manzana muy madura al lado de una que no lo esté, verás como la que está más verde se pone rápidamente al mismo nivel que la otra. Esto ocurre porque las frutas al madurar segregan feromonas, y son capaces de detectar las que hay a su alrededor.
Incluso las plantas también han demostrado una cierta capacidad para aprender y recordar ciertas cosas. La mimosa púdica, por ejemplo, tiene un curioso mecanismo que la hace defenderse cuando siente peligro. Cuando esto ocurre, sus hojas se pliegan hacia dentro. Sin embargo, para poder plegar sus hojas tiene que gastar una enorme cantidad de energía.
Los científicos comprobaron que estimulando a la planta con frecuencia y de la misma manera, fue dándose cuenta de que la acción no suponía una amenaza, y finalmente aprendió que no era necesario plegar sus hojas para defenderse de esta amenaza y que podía reservar esa energía para otra cosa. Pero lo más increíble de todo era que pasado un mes, estas plantas también eran capaces de recordar la experiencia, y seguían sin protegerse.
Las plantas tienen mecanismos increíblemente sofisticados, y quién sabe todo lo que nos falta aún por descubrir.
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