Lo último que sabíamos acerca de esas burbujas subterráneas que temblaban sobre el ártico de Rusia era que se habían multiplicado. De las primeras 15 pasaron a más de 7.000, y lo peor de todo, en cualquier momento pueden explotar. Por esta razón Siberia se ha preparado instalando sensores.
Las primeras investigaciones sobre estas misteriosas burbujas fueron preocupantes. Los estudios encontraron que el aire que se escapaba contenía hasta 1.000 veces más metano que el aire circundante y 25 veces más dióxido de carbono.
Ahora se espera la revisión de varios trabajos que apuntan a la misma dirección y que confirmarían la vinculación entre las burbujas de metano y el cambio climático (con la reciente ola de calor que ha provocado el deshielo del permafrost de la tundra).
Mientras se confirman estos estudios y tras el hallazgo de más de 7.000 burbujas en los últimos meses, la prioridad es identificar qué burbujas representan una amenaza para los habitantes locales y desarrollar un mapa que resalte los “puntos calientes” de posibles explosiones.
Para empezar a vigilarlos acaban de instalar el primero en una serie de sensores alrededor de las burbujas cerca de Sabetta en Yamalo-Nenets. El sensor fue instalado en el permafrost y mantendrá un registro de las oscilaciones. Si la tierra comienza a moverse la información será transmitida a un laboratorio nacional de geología.
Entonces decidirán los próximos pasos a seguir, pasos que con suerte implicarán no ser tragados por la tierra. [AtlasObscura]