En la década de 1990, arqueólogos en Ciudad de México desenterraron un esqueleto de 500 años de antigüedad cerca de un antiguo templo azteca. El cuerpo decapitado era una víctima de sacrificios humanos. El descubrimiento era espeluznante, sí, pero tal vez incluso más escalofriante era lo que sostenía en la mano un pequeño silbato con forma de calavera.
Cuando uno de los investigadores sopló en aquel instrumento, el sonido que surgió les heló la sangre en las venas. Un erudito lo describe como el chillido de la mismísima muerte.
El terrible y agudo sonido del silbido es quizás más comparable al grito de agonía que podría emitir una persona salvajemente torturada. El arqueólogo especializado en música Arnd Adje Both explica:
La estructura interna del silbato de la muerte genera diferentes corrientes de aire que luego chocan diametralmente entre sí. Mediante esa técnica, los aztecas lograron producir un sonido muy estridente y ruidoso.
El verdadero propósito de estos artefactos sigue desconcertado a los expertos. ¿Los usaban para aterrorizar a los enemigos en las batallas? Se sabía que los guerreros aztecas usaban tambores de madera a medida que avanzaban hacia la batalla. ¿Acaso también soplaban estos espantosos silbatos? “Puedes imaginar el sonido que se generaría si tuvieras 200 o 300 o 5000 guerreros soplando estos instrumentos al unísono”, explica Jaime Arredondo, historiador de arte y profesor de estudios mesoamericanos y latinos en la Universidad de Nueva York. “Sería algo extremadamente intimidatorio”.
Otra hipótesis da a los instrumentos un propósito más pacífico. Pueden haber sido utilizados para inducir trances como parte de los rituales de curación; en lugar de aterrorizar, el silbido pudo haber sido utilizado para brindar consuelo, aunque no entendamos muy bien cómo.
La teoría más probable sobre estos instrumentos los conecta con los sacrificios humanos. El esqueleto hallado en Ciudad de México que sostenía uno de estos instrumentos estaba enterrado justo frente al templo del dios del viento azteca, Ehecatl. La hipótesis es que los aztecas dotaban a las víctimas de sacrificios de estos instrumentos para que sus espíritus pudieran invocar a los dioses para que los guiaran por el inframundo.