Desde que el físico ruso Konstantin Tsiolkovsky formulara la idea de un ascensor espacial, investigadores de todo el mundo llevan décadas tratando de construir ese dispositivo sin éxito. Más de 100 años después de su formulación, un equipo de investigadores japoneses va a probar el primer prototipo en órbita.
El dispositivo no es aún el ascensor de la Tierra a órbita con el que sueñan las agencias espaciales. Se trata de un primer experimento en órbita diseñado para analizar cómo se comportaría un ascensor real en ese entorno. Para ello lo que los ingenieros de la Universidad Shizuoka han concebido son dos pequeños satélites unidos por un cable de acero de 10 metros. Una caja motorizada recorrerá esos 10 metros vigilada por sensores y cámaras en lo que, de hecho, es el primer experimento real de un ascensor espacial. Es un comienzo.
Los datos que obtengan de esa prueba serán valiosísimos a la hora de construir un ascensor espacial real. ¿Cuándo será eso? Es imposible saberlo, pero la compañía de construcción Obayashi, socia de los investigadores, confía en tener uno operativo para 2050.
Para que ese sueño se haga realidad aún quedan numerosos retos técnicos que superar. El más importante es encontrar un material lo bastante ligero como para que la estructura del ascensor no colapse sobre sí misma y lo bastante resistente como para soportar la tensión generada por la fuerza centrífuga de nuestro planeta. Hasta hace poco, el grafeno era la gran esperanza para construir el cable, pero un estudio llevado a cabo hace dos años demostró que la estructura molecular del grafeno tiene un fallo que la hace propensa a desgarrarse en una reacción similar a la que se produce cuando una media sufre lo que llamamos una carrera.
Si encontramos ese material, construir un ascensor es posible, al menos en teoría. Lo que Tsiolkovsky formuló en 1895 y el ingeniero ruso Yuri Artsutanov desarrolló en 1960 es una estación espacial en órbita geosíncrona unida a la superficie terrestre por un cable de 35.786 kilómetros. El lugar ideal para construir esa planta baja del ascensor se sitúa en algún punto del ecuador, y el sistema debe poder ser capaz de soportar no solo la fuerza centrífuga, sino los tirones gravitacionales de la Luna y del Sol.
¿Para qué tomarse tantas molestias en construir semejante estructura cuando ya podemos subir a órbita en cohetes? Se trata de una cuestión de costes. Un ascensor espacial permitiría subir cargas a órbita con un coste cientos de veces menor que el de los cohetes actuales. La estructura permitiría poner en órbita materiales para construir nuevas estaciones orbitales y naves mucho más grandes que las actuales. Muchos lo consideran la pieza clave para desarrollarnos como especie interestelar. [vía The Mainichi]