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Cinco lugares aparentemente inofensivos de los que es probable que no salgas vivo

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El mundo está lleno de lugares prohibidos en los que la propia tierra puede matarte, pero no todos están tan bien señalizados como Chernóbil, o Fukushima. Hay un puñado de lugares remotos y aparentemente inofensivos a los que es fácil acceder, pero de los que probablemente no salgas con vida.

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La zona roja. Francia

En 1918, el gobierno francés definía así la zona roja: Completamente devastada. 100% de daños a la propiedad. 100% de daño a la agricultura. Imposible de limpiar. Inhabitable para el ser humano. A día de hoy aún hay rincones de esta vasta región al norte de Francia en los que entrar supone una muerte casi segura, si no es en el momento, será más tarde.

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¿Qué demonios pasó en la zona roja? La respuesta es sencilla: La batalla de Verdún. En 1916 el ejército francés y el alemán se enzarzaron en una sangrienta contienda que duró 303 días. Los cálculos más recientes estiman que Verdún se saldó con más de 976.000 muertos y 1.250.000 heridos graves si tenemos en cuenta a la población civil.

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Pero el auténtico horror para Verdún no había hecho más que comenzar. Franceses y alemanes se lanzaron millones (literalmente) de balas, granadas, bombas y proyectiles de cañón, muchos de ellos cargados de gases letales. La lluvia de artillería fue tan feroz que no solo arrasaron Verdún. También lo hicieron inhabitable para siempre.

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El paisaje actual de la zona roja es engañoso. La naturaleza ha reclamado su lugar con praderas y densos bosques, pero bajo esta capa se esconden cientos de miles de explosivos y munición sin detonar. Cada año se extraen cientos de ellos, pero hay muchos más. Los expertos calculan que limpiar toda la región llevará alrededor de 700 años

Si tienes suerte y no pisas un proyectil aún activo, la muerte en la zona roja te puede llegar por emanaciones de gas provenientes de proyectiles químicos. Las toxinas usadas en la Primera Guerra Mundial (cloro, fosgeno, gas mostaza...) no son fáciles de detectar, y para cuando un medico moderno lo haga puede ser demasiado tarde. Para empeorar las cosas, el propio suelo está atiborrado de contaminantes tóxicos: plomo, zinc, arsénico, cloro... En algunos lugares el 99% de la vegetación sigue sin crecer y los acuíferos tienen concentraciones de arsénico 300 veces por encima de lo tolerable.

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Con el tiempo, el gobierno Francés ha logrado reducir lo peor de la batalla de Verdún a solo algunas zonas, pero el peligro sigue ahí. Saltarte un cartel con una calavera en el norte de Francia es un pasaporte rápido hacia los premios Darwin.

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Isla da Queimada Grande. Brasil

A 32 kilómetros de la costa de Sao Paulo, en Brasil, se encuentra la isla de Queimada Grande, un paraíso tropical que combina un clima templado y húmedo con densas densas selvas y praderas abiertas. Suena apetecible, pero el lugar tiene otro nombre: Isla de las serpientes.

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Queimada Grande es el último reducto en el mundo de la víbora dorada de cabeza de lanza (Bothrops insularis). La abundancia de pájaros que pasan por la isla ha disparado la población de víboras hasta el punto de que la isla tiene una población estimada de entre uno y cinco de estos ofidios por metro cuadrado.

La víbora dorada de cabeza de lanza es tan rara que no se conocen casos de mordedura a seres humanos, y casi es mejor así. Su veneno es cinco veces más potente que el de su pariente más cercana, la Bothrops jararaca. Los síntomas de esta incluyen dolor intenso, náuseas y vomito, ampollas de sangre, moretones , sangre en el vómito y la orina, sangrado intestinal, insuficiencia renal, hemorragia cerebral y necrosis grave del tejido muscular en la zona de la mordedura. Solo hay que poner un poco de imaginación y multiplicar por cinco.

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Nadie visita Queimada Grande salvo algún científico ocasional en busca de veneno o ejemplares de víbora. Para acceder a la isla es preciso contar con el permiso (y la escolta) de la marina brasileña. Si algún día te acercas en barco piénsalo dos veces antes de poner pie en tierra.

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Lago Karachay. Rusia

Bañarse en las frías y poco profundas aguas de este lago situado en el centro de Rusia no es en absoluto una buena idea. Durante décadas ha sido uno de los lugares más radioactivos del planeta. Algunas zonas tenían tanta concentración de isótopos peligrosos que los contadores arrojaban lecturas de 600 röntgens por hora, suficiente como para matar a una persona con solo media hora de exposición.

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Karachay era perfectamente normal hasta 1951. Ese año la Antigua Unión Soviética comenzó a usarlo como vertedero para los residuos radioactivos provenientes de Mayak, una de las mayores factorías de isótopos radioactivos y armas nucleares de toda Rusia. La planta, de hecho, sigue activa.

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La situación del lago, conocido como V-9 en la jerga militar soviética empeoró aún más debido a un accidente nuclear. En 1957, varios depósitos de material altamente radioactivo explotaron, contaminando un área enorme en lo que se conoció como el desastre de Kyshtym, el tercer caso de contaminación nuclear más grave de la historia solo por detrás de Fukushima y Chernóbil.

A finales de 2016, la compañía pública rusa que gestiona Mayak, Rosatom, decidió secar completamente el lago cubriéndolo con sedimentos y una gruesa capa de hormigón. Ya no es posible bañarse, pero el ataúd que cubre Karachay sigue siendo radioactivo, y lo será por mucho tiempo.

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Isla de Gruinard. Escocia

Este anodino islote a solo un kilómetro de la costa escocesa parece un buen sitio para ir a pescar, pero durante mucho tiempo ha sido un lugar de muerte. En 1942, científicos del ejército británico detonaron un artefacto experimental sobre un rebaño de ovejas. La bomba disperso una densa nube de polvo marrón que se depositó silenciosamente sobre toda la isla... era Anthrax.

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La prueba funcionó demasiado bien. Los investigadores comprobaron que la bomba podía contaminar una ciudad enemiga hasta hacerla inhabitable durante décadas, así que desecharon la idea de usarla como arma. Gruinard se convirtió en una zona prohibida en la que la propia tierra estaba saturada de esporas de Vollum 14578, una de las cepas de Anthrax más virulentas que existen.

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El destino de la isla cambió en 1981, cuando un grupo de microbiólogos comprensiblemente enfadados comenzó a enviar pequeñas muestras de tierra contaminada de la isla a periódicos británicos. La operación puso en evidencia al gobierno, que finalmente accedió a descontaminarla. En 1986 rociaron toda la isla con compuestos para destruir las esporas y retiraron las zonas de suelo más contaminadas. Después pusieron un nuevo rebaño de ovejas como sistema de alarma en caso de que el patógeno reapareciera.

En 1990, la isla se declaró libre de peligro y sus ovejas siguen sanas, pero muy poca gente se arriesga a dar un paseo por allí. El Anthrax tiene fama de ser increíblemente resistente.

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Isla Vozrozhdeniye

Vozrozhdeniye es el equivalente soviético de Gruinard, pero mucho peor. En 1936, esta pequeña isla en la costa del Mar de Aral pasó a ser propiedad del Sanitarno-Tekhnichesky Institut (STI). Era la división científica del ejército rojo encargada de investigar armas biológicas.

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La STI convirtió Vozrozhdeniye en un laboratorio para probar horrores. Primero fue la tularemia, después se hicieron pruebas con cólera, lepra, peste y anthrax. En 1937 las pruebas terminaron sin ninguna explicación (se cree que debido a algún accidente con un patógeno) y la instalación se abandonó durante 17 años. El lugar cobró nueva vida en 1954. Ese año, el ministerio de defensa soviético eligió la isla para erigir Aralsk-7, el mayor laboratorio del programa de armas biológicas Biopreparat.

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Durante décadas, científicos rusos desarrollaron todo tipo de variantes letales de enfermedades como la lepra o la viruela diseñadas genéticamente para ser aún más mortíferas. Es difícil valorar cuántos incidentes hubo en la instalación. En 1971 un brote letal de viruela afectó a la cercana ciudad de Aralsk. Se han producido fugas de Anthrax y otros patógenos.

En sus días de mayor actividad, la isla acogió una pequeña ciudad, Kantubek, con 90 edificios y 1.500 habitantes (los científicos y sus familias). En 1988 se dice que las autoridades rusas enterraron en Vozrozhdeniye 250 contenedores con Anthrax, pero no existen registros de si es cierto ni de dónde pueden estar. La práctica habitual para deshacerse de los animales muertos durante los experimentos (en su mayor parte monos) era enterrarlos en fosas comunes. En 1992 la instalación se abandonó definitivamente, pero muchos de los patógenos que se investigaban allí no se almacenaron de manera adecuada ni se destruyeron.

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En 2002, un equipo internacional de científicos retiró entre 100 y 200 toneladas de tierra contaminada con Anthrax, pero la limpieza no pudo ser todo lo exhaustiva que les hubiera gustado.

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Hoy Kantubek es una ciudad fantasma. El Mar de Aral (en realidad un enorme lago) se ha secado hasta convertirse en un desierto y la isla de Vozrozhdeniye es ahora una península rodeada de dunas. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos patógenos quedan allí, pero la región es tan remota y deshabitada que nadie está interesado en comprobarlo.