En mayo, Donald Trump firmó una orden ejecutiva que prohibía a las empresas estadounidenses utilizar dispositivos que supusieran un “riesgo para la seguridad nacional”. Apenas unos días después, el Departamento de Comercio de Estados Unidos incluyó a Huawei en una lista de entidades que impide a gigantes como Intel y Google hacer negocios o prestar servicio a Huawei.

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No está claro que Huawei vaya a salir de esa lista negra, pero Trump está dispuesto a retirar las restricciones que impiden a las empresas estadounidenses vender productos a Huawei. “Me gusta que nuestras compañías vendan cosas a otras personas”, dijo. Según Bloomberg, el presidente de Estados Unidos se reunirá la semana que viene con sus asesores para estudiar cómo proceder.

El veto a la multinacional china, basado en acusaciones de espionaje para el gobierno chino, vino acompañado de una marabunta de empresas que cortaron en cascada sus lazos con Huawei. De la noche a la mañana, Huawei se quedó sin Android, sin los diseños de ARM, sin tarjetas microSD, sin certificación Wi-Fi y sin componentes firmados por Intel, Broadcom o Micron (aunque estos luego encontraron la forma de circundar la ley para seguir vendiendo). El futuro de Huawei quedó en el aire, a pesar de que la empresa tuviera listo su propio sistema con su propia tienda de aplicaciones para competir con Android.

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Finalmente, el bloqueo a Huawei no llegará a entrar en vigor, pero la repentina crisis de imagen y el miedo de los consumidores produjo una caída del 40% en las ventas de la compañía fuera de China. Un total de 60 millones de teléfonos de Huawei y de la submarca Honor dejaron de venderse en 2019 tras la decisión del gobierno de Trump. Es probable que Huawei y el resto de fabricantes chinos busquen ahora reducir su dependencia de la tecnología estadounidense, que podría ser más pequeña de lo que sugirió Trump en su rueda de prensa del G20.