Ambos funcionan igual, una red de transductores crean lo que sus creadores llaman una trampa sónica, que no es más que una región donde las frecuencias de sonido mantienen el objeto en el aire. Esa trampa permite manipular el objeto con bastante precisión. Entre sus aplicaciones están, por ejemplo, la manipulación de sustancias peligrosas o muy delicadas, así como la medicina. [Nature Communications vía Universidad de Bristol y Nerdist]

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