La catedral de Otranto, al sur de Italia es uno de esos raros edificios que incorporan huesos humanos en su construcción. En la capilla principal de este templo se alinean los cráneos de 800 mártires. Uno de estos cráneos era diferente, y la ciencia finalmente ha averiguado por qué.
Las calaveras de Otranto se apilan en cinco hornacinas formando hileras tras unos cristales de seguridad instalados recientemente. Todas ellas muestran las facciones hacia el visitante salvo una que está al revés. Este cráneo exhibe 16 agujeros perfectamente redondos de diferentes diámetros y profundidades.
Para entender la historia del cráneo, hay que remontarse a su origen. Los huesos pertenecen a los mártires de Otranto, 813 soldados que fueron ejecutados por el Imperio Otomano el 14 de agosto de 1480 tras el asedio a la ciudad. Los 813 murieron decapitados tras su supuesta negativa a convertirse al Islam, y el folklore asegura que sus restos quedaron incorruptos. Al año siguiente, cuando el Rey de Nápoles Alonso II (Alonso de Aragón) reconquistó Otranto, ordenó llevar los huesos hasta la catedral.
Aún hoy, no está claro que los soldados dieran su vida por mantenerse fieles a la fe católica, pero eso no ha evitado que los 813 hombres fueran canonizados en 1771.
Los cráneos de los mártires de Otranto, en el altar de la catedral.
Durante mucho tiempo se pensaba que el cráneo con los 16 agujeros podía ser el resultado de algún tipo de cirugía craneal. Finalmente, un estudio elaborado por de investigadores de la Universidad de Pisa ha logrado determinar que los agujeros de realizaron post mortem, y que su objetivo era recoger polvo de hueso. Durante siglos, se creía que el polvo de hueso del cráneo tenía propiedades medicinales para tratar enfermedades como la epilepsia.
Las cualidades de este remedio milagroso eran más potentes si el cráneo pertenecía a un mártir o a una persona que había fallecido por muerte violenta y cuyos huesos nunca habían sido enterrados, como era el caso de los mártires de Otranto. Hay tratados como el del francés Nicolas Lémery (1645 –1715) que hasta detallan la dosis de este remedio que debía ser ingerida disuelta en agua.
Los agujeros son el producto de raspar el cráneo con un instrumento de trepanación pensado precisamente para extraer polvo de hueso. Los investigadores creen que la operación, probablemente clandestina, puedo efectuarse en algún momento anterior a 1711, fecha en la que los cráneos pasaron a exhibirse en las hornacinas en las que reposan hoy. [Journal of Ethnopharmacology vía Discovery News]
Fotos: Wikimedia Commons y Journal of Ethnopharmacology
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