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¿Hay alguien ahí? Así estamos buscando vida en otros planetas

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Es una de las preguntas más antiguas formuladas por el hombre: levantar la vista al cielo, a las estrellas, y preguntarse si estamos solos en el universo. Si somos únicos. La realidad: estamos más cerca que nunca de encontrar vida extraterrestre, y usamos técnicas muy variadas para ello. Son estas:

Una aguja en un pajar

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Cuando buscamos vida extraterrestre, el principal aliciente para encontrarla se convierte al mismo tiempo en la mayor dificultad: el inmenso tamaño del universo. Que el universo (tal y como lo conocemos, en cualquier caso) sea tan grande multiplica por un lado las posibilidades de que en algún rincón del mismo, posiblemente e incluso más cerca de lo que pensamos, haya vida alienígena. Por otro lado, ese mismo tamaño se vuelve en nuestra contra cuando queremos examinarlo buscando otras formas de vida. Es demasiado grande.

No hace falta irse sin embargo demasiado lejos: en 1992 descubríamos el primer exoplaneta. Fue el primer planeta encontrado por el hombre que orbitaba en torno a una estrella que no es el Sol. En noviembre de 2013, un estudio de la NASA colocó la cifra de planetas existentes en nuestra galaxia, la vía Láctea, en 8.800 millones. En total, un 25% de estrellas en la Vía Láctea contarían con planetas similares la Tierra.

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Y eso sólo “aquí al lado” hablando en términos espaciales, en nuestra propia Galaxia. Se estima que el número de galaxias en el universo observable es de cien mil millones (100.000.000.000, eso son 11 ceros, amigos). Son números que ayudan a entender, si bien mínimamente, el tamaño absurdo del universo y que en realidad, el hecho de existan otras formas de vida ahí fuera es es mucho, mucho más probable que improbable.

Una de las ecuaciones más famosas en la búsqueda de vida extraterrestre es la de Drake. Formulada en 1961 por el entonces presidente del SETI, Frank Drake, estima la cantidad de civilizaciones (formas de vida inteligente por tanto) presente en nuestra galaxia susceptibles de ser localizadas por sus emisiones de radio.

Cada una de esas letras, variables, representa diversos elementos que Drake consideró claves para el descubrimiento de vida extraterrestre. R describe el ritmo de formación de nuevas estrellas adecuadas en la galaxia. L el lapso en años en el que una civilización puede existir y las f describen particularidades como las fracciones de estrellas con planetas, fracciones de planetas con vida inteligente y las fracciones de vida inteligente que quieren comunicarse.

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¿La realidad? Aunque se acepta su relevancia como una aproximación meramente teórica a la cuestión, no disponemos de los datos suficientes como para resolverla y las aproximaciones dan resultados que aportan desde cifras minúsculas hasta cientos de civilizaciones sólo en la Vía Láctea. Las estimaciones iniciales de Drake y su equipo en 1961 dieron como resultado 10 civilizaciones detectables en total.

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Cómo estamos buscando

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Telescopio de Arecibo (Wikimedia Commons)

Las tres maneras principales con las que estamos buscando vida inteligente en otros lugares del universo son:

  1. Localizando exoplanetas y sistemas planetarios en torno a estrellas: Explicado de manera rudimentaria, dirigimos el Hubble hacia la estrella en cuestión y examinamos el trémulo de luz que producen los planetas al pasar por delante de la misma.
  2. Poniendo el oído: Es la famosa búsqueda de señales extraterrestres que realizan estaciones como la de Arecibo. Es quizá la más compleja de todas y la más dificultosa. La búsqueda que justifica en sí misma la expresión de “una aguja en un pajar”. Desde que comenzásemos a buscar vida inteligente por estas vías a mediados del siglo XX hemos captado algunas señales que han hecho saltar varias alarmas, pero la mayoría de veces han acabado por ser falsos positivos e interferencias de la propia Tierra.
  3. Sondas espaciales: El ejemplo más famoso son los discos de oro que acompaña a las sondas Voyager. Son discos que incluyen informaron sobre nuestra posición dentro de la Vía Láctea, del Sistema Solar y de las características del cuerpo humano. También incluye una grabación de hora y media con saludos, música y sonidos de diferentes partes de la Tierra. Que sea el más famoso no quiere decir que sea el más efectivo y más bien el equivalente a lanzar un mensaje en una botella al cosmos intergaláctico, como bien definió Carl Sagan. Alcanzará la estrella más próxima dentro de 40.000 años. Por otro lado, misiones como Curiosity y su exploración de Marte son el otro tipo de sondas mediante las que estamos intentando encontrar algún día vida fuera de la Tierra, aunque esta no sea inteligente. Europa, una de la lunas de Saturno, es otro de los lugares donde se baraja que podría haber vida en el Sistema Solar y se está comenzando a explorar la posibilidad de enviar sondas a explorarla.
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La tecnología que empleamos para buscar está variando y evolucionando constantemente. En 2013 comenzamos a utilizar infrarrojos por primera vez, por ejemplo, y el telescopio James Webb, que se pondrá en órbita finalmente en 2018 para sustituir al Hubble supondrá un salto gigantesco en la eficiencia de la búsqueda (y parte de los motivos por los que la NASA asegura que encontraremos vida extraterrestre en 20 o 30 años)

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Imagen: NASA

¿Por qué no encontramos nada?

Si, como estamos viendo, las posibilidades de que haya vida extraterrestre son tan altas ¿Por qué no hemos encontrado todavía ninguna?

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Aquí hay varios factores a tener en cuenta. Por un lado, no llevamos mucho tiempo haciéndolo, hablando en términos espaciales. De manera organizada y sistemática llevamos poco más de 50 años, insuficientes para explorar con detalle todo el espectro.

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Luego está la cuestión tecnológica, la potencia en vatios que le hace falta a una civilización cercana para que esa señal llegue hasta la Tierra se mide en millones. Existe también la posibilidad, inquietante pero relativamente posible, de que simplemente seamos la primera civilización avanzada del universo. O del universo cercano. O del universo observable conocido. Una vez más, la inmensidad de cifras y dimensiones hacen que sea muy difícil determinar la causa exacta.

Y por último, cuando hablamos de vida extraterrestre tenemos que diferencia entre vida inteligente (en cuyo caso podrían ser más inteligentes o menos inteligentes que nosotros) y vida no inteligente. Esa vida no inteligente podría encontrarse, todavía, en sitios como Europa o incluso, quizá, Marte

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No es el alien que esperas (probablemente)

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Hablar de Aliens es hablar, casi irremediablemente, de la ciencia ficción. Del ser antropomorfo con ojos gigantescos, dedos largos y tez azulada. La realidad, siempre tan poco romántica, es que probablemente no se parezcan en nada a cualquier imagen con la que el hombre haya especulado.

La mayoría de esas imágenes, parte de la cultura popular, crean alienígenas en base a lo que ya conocemos, al primer modelo que encontramos en la naturaleza. Ese modelo somos, para bien o para mal, nosotros mismos. Algunos estudios, teniendo en cuenta ciertas características físicas del universo, aseguran que serían enormes. Otros, que no tendrían una forma definida.

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Lo que sí parece estar claro que es el agua formaría una parte esencial en esas formas de vida, inteligentes o no, y que su estructura molecular estaría basada en el Carbono como la nuestra. Especular con todo cómo serán esos extraterrestres, y cómo será el momento en el que finalmente lo descubramos no tiene por el momento demasiado sentido.

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El día que descubramos que no estamos solos

Será, probablemente, un día comparable al descubrimiento de América o al día que el ser humano puso por primera vez el pie en la luna. El día en que entendamos, por fin, que no estamos solos en el universo y que la vida, creacionismos aparte, es reducida hasta su más absurda esencia como poco más que una consecuencia química.

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El día en el que aspectos como la religión, la existencia de un Dios creador o conceptos básicos de la filosofía se verán cuestionados. Hasta que ese momento llegue, seguimos buscando. Y cada vez lo hacemos mejor.

Imagen: First Step Studio/Shutterstock

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