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Justo cuando pensabas que los Mosasaurus no podían dar más miedo

Un nuevo estudio revela más detalles sobre este antiguo depredador, incluyendo que pudo producir veneno.

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Ilustración de un mosasaurio devorando a su presa.
Ilustración: Hank Sharpe

No te gustaría nadar en los mares del Cretácico tardío. Si has visto la primera película de Jurassic World, reconocerás a un mosasaurus como la criatura que saltó del agua para comerse a un gran tiburón blanco. Esa película puede haber exagerado el tamaño real de los mosasaurios, pero el efecto es genuino: algunas especies de este género de reptiles extintos podían llegar a extremos aterradores.

Los Mosasaurus pasaban su vida en el agua, pero respiraban aire. Tenían aletas, colas largas, bocas llenas de dientes y podían medir entre 3 y 15 metros de largo. Los científicos los clasifican como escamatos, un término que también se refiere a lagartos y serpientes. Sin embargo, determinar qué eran realmente los Mosasaurus sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar. Dos conferencias en la reunión anual de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados en Toronto este pasado noviembre han proporcionado una perspectiva nueva a la investigación actual de los mosasaurios.

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Los nuevos estudios explican cómo pudieron haber capturado y devorado a sus presas, si eran venenosos, así como por dónde podrían haber vagado y cuáles eran sus presas favoritas. Todas estas revelaciones son el vistazo más reciente y actualizado a unos reptiles marinos que vivieron hace entre 66 y 100 millones de años.

Henry Sharpe, estudiante en la Universidad de Alberta, y Amelia R. Zietlow, candidata a doctorado en la Escuela de Graduados Richard Gilder del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, describieron algunas de sus investigaciones en curso sobre las mandíbulas de Mosasaurus. Los fósiles hallados hasta ahora ofrecen pistas fascinantes sobre cómo pudieron haber capturado a sus presas.

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Cuando muchos de nosotros pensamos en depredadores acuáticos con dientes, suponemos que matan mediante mordeduras rápidas y poderosas. Pero ese no era necesariamente el caso de los Mosasaurus. Estos reptiles no solo tenían una mandíbula articulada y móvil. Además, científicos como Sharpe y Zietlow están desentrañando qué otras capacidades temibles puedieron haber tenido en común con sus parientes escamosos vivos.

La primera de estas capacidades es mandíbulas que podían abrirse mucho más. Los escamatos a menudo tienen una articulación intramandibular en el medio de la mandíbula inferior. Algunas lagartijas y serpientes actuales “han desarrollado una especie de bisagra en medio de estos huesos”, explica Sharpe. “Esta bisagra a veces es más floja y otras más rígida, dependiendo de la especie, pero todos tienen básicamente una articulación en el medio de la mandíbula inferior”. Esa articulación permite el movimiento entre las dos mitades. “La mandíbula puede doblarse hacia adelante en ese punto”, dijo Zietlow. “En otras subespecies, puede doblarse hacia afuera. El resultado varía de reptil a reptil”.

Ilustración con una especie de Mosasaurio atacando una langosta.
Ilustración: Hank Sharpe

Sharpe, Zietlow y sus colegas estudiaron las pocas mandíbulas inferiores completas de Mosasaurus disponibles en museos de América del Norte. “Queríamos ver cómo se relacionaban las mandíbulas de Mosasaurus con otros animales marinos y en comparación con otros escamatos”, dijo Sharpe. En otras palabras, su objetivo es tratar de comprender mejor cómo comían los Mosasaurus en función de estos fósiles, y comparados con otras especies como las ballenas, las serpientes y los lagartos actuales. Tomemos, por ejemplo, las mandíbulas de las serpientes y hienas de hoy. Las mandíbulas de serpiente no están fusionadas y son delicadas. Esto significa que no solo pueden mover cada hueso de la mandíbula por separado, sino también ambos juegos de dientes de forma independiente mientras agarran y tragan a su presa. “De hecho, mueven las mandíbulas hacia arriba de la presa mientras la comen”, describió Zietlow.

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Esta configuración es muy diferente a la mandíbula de una hiena, una estructura de construcción sólida y sin flexibilidad que es lo suficientemente fuerte como para romper huesos de un mordisco. Ahora piensa en lo que se sabe sobre la mayoría de las especies de Mosassaurus. Generalmente no tenían dientes aserrados para arrancar trozos de carne, y tampoco tenían brazos para sujetar presas. En su lugar, tenían mandíbulas flexibles. Esto, afirma Zietlow, indica que probablemente comían lo que podían tragar entero.

“La mayoría de los mosasaurios no parecen haber tenido la capacidad de morder fuerte o proporcionalmente a su tamaño”, explica. “De ahí es de donde surgió inicialmente la pregunta de nuestra investigación: ¿Cómo cazan a sus presas? ¿Cómo las matan? ¿Cómo se las comen?

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Una investigadora posa delante de un fósil de Mosasaurio.
Amelia Zietlow, junto a un fósil de Mosasaurus en el Museo de Minas y Tecnología de Rapid City, Dakota del Sur.
Foto: Brady Holbach

Zietlow explicó que, si bien los científicos no están seguros de cómo comían exactamente los mosasaurios, su anatomía sugiere ciertas estrategias de alimentación. Tomemos como ejemplo el Prognathodon, una enorme especie de Mosasaurus. “Eran los animales de aspecto más aterrador que jamás hayan existido”, explica Zietlow. “Tenían enormes dientes cónicos con bordes aserrados en ambos lados y crestas óseas sobre sus ojos”. De hecho son los que más a menudo se han encontrado con restos de plesiosaurios, otros mosasaurios y grandes vertebrados dentro de sus estómagos”.

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Esos dientes aserrados son una anomalía, ya que muy pocos Mosasaurus los tenían, y ello lleva a los paleontólogos a pensar que las subespecies con dientes aserrados tenían la capacidad de arrancar trozos de carne de sus presas. “Existe evidencia aún no publicada de contenido intestinal del Prognathodon que sugiere que arrancaba a mordiscos partes sustanciales del cuerpo de la presa”, apunta Zietlow. La articulación media no es el único aspecto móvil de la mandíbula del mosasaurio. También está la sínfisis mandibular, el punto en el que se conectan los dos huesos de la mandíbula inferior. En nuestros cráneos, la sínfisis mandibular está fusionada justo en nuestro mentón. Nuestra mandíbula inferior es, esencialmente, un solo hueso sólido. “En los mosasaurios”, explicó Sharpe, “esta articulación no estaba fusionada, sino que estaba más suelta.

Al igual que Zietlow, Sharpe señaló que el contenido intestinal en algunos fósiles de mosasaurio muestra que “tenemos mosasaurios que comen plesiosaurios, tortugas y otros mosasaurios que tienen hasta la mitad de su longitud. Comían cosas muy grandes, y tener estas mandíbulas que podían abrirse básicamente enteras para tragar presas sería muy, muy útil”. Sorprendentemente, los mosasaurios también pudieron haber usado su lengua para oler al igual que otros escamatos, como las serpientes y los lagartos monitores. Los mosasaurios tenían dos agujeros muy reveladores en la parte inferior de la mandíbula que indican que tenían ese órgano específico. “Sabemos que lo tenían”, confirmó Zietlow. “Hasta qué punto lo estaban usando, no estamos tan seguros porque eran acuáticos. Es posible que estuvieran usando otros sentidos. Sus oídos, por ejemplo, parecen estar muy bien desarrollados. Esta sigue siendo un área activa de investigación.”

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¿Era el Mosasaurus venenoso?

Es muy probable. Si los Mosasaurus tenían mandíbulas móviles, si esas mandíbulas eran proporcionalmente débiles y si usaban la lengua para oler, ¿podrían haber tenido otro truco de caza muy popular entre los escamatos modernos? ¿Podrían los mosasaurios haber sido venenosos? No es una idea nueva, pero la capacidad de producir y usar veneno en criaturas extintas es difícil de probar. Hasta décadas recientes, muchos lagartos y serpientes venenosos vivos ni siquiera eran reconocidos como tales por los científicos, generalmente porque las especies son demasiado pequeñas para afectar a los humanos, o porque el veneno en cuestión no es directamente fatal. A veces era un simple anticoagulante que contribuía a que sus presas se desangraran. Para los humanos, la cantidad de sangrado es mínima, por lo que era fácil pasarla por alto. “Debido a esto”, concluyó Sharpe, “los científicos se dieron cuenta de que tener surcos en los dientes no son un indicador 100 % preciso del veneno”.

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Un cráneo de Mosasaurio conservado en un museo.
Un cráneo de Mosasaurio en el Museo de la Universidad de Kansas.
Foto: Amelia Zietlow

Las iguanas, que no tienen surcos en los dientes, son uno de los escamatos que ahora se sabe que son venenosos. En las iguanas, explica Zietlow, “el saco de veneno es en realidad un vestigio, por lo que no lo usan. No lo secretan. Es como una glándula salival modificada. Es una glándula venenosa, pero ya no la usan porque son principalmente herbívoros”. Esto tiene implicaciones para el árbol genealógico de los lagartos venenosos de la clase toxicofera, que incluye serpientes, lagartos monitores, monstruos de gila y ahora iguanas. “Todos comparten un ancestro común”, explica Zietlow. “Eso significa que el ancestro de este grupo probablemente también era venenoso. Eso es significativo porque incluso si los mosasaurios no usaban veneno para matar cosas, es posible que, como las iguanas, ese veneno estuviera presente vestigialmente”.

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¿Qué comían los mosasaurios?

Dicen que en la variedad está el gusto, y con múltiples tamaños y especies de mosasaurios conviviendo en el mismo océano, la pregunta sobre qué comían es aún más interesante. La alimentación de los Mosasaurus es precisamente el enfoque de la investigación en curso de Femke Holwerda, investigadora postdoctoral en el Museo de Paleontología Royal Tyrrell, que presentó lo que ella clasificó como un “estudio piloto” en la reunión anual de SVP.

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Holwerda ha llevado a cabo una enorme cantidad de trabajo estudiando fósiles de criaturas que vivieron en el mar Bearpaw, en el sur de Alberta, Canadá. Todos esos especímenes se encuentran actualmente en el Museo Royal Tyrrell.

El mar Bearpaw era parte de la vía marítima interior occidental más grande, un cuerpo de agua del Cretácico que atravesaba lo que ahora es América del Norte. Ese mar albergaba al menos cuatro o cinco especies de mosasaurios: Mosasaurus missourensis, Prognathodon overtoni, Plioplatecarpus primaevus, Tylosaurus sp, y un posible Mosasaurus conodon). Además, aquel mar tenían tortugas, tiburones, peces sierra, langostas, sepias, elasmosaurios, peces como el Enchodus, moluscos y ammonites. Holwerda quiere averiguar más sobre las interrelaciones entre todas estas especies, lo que es un asunto complicado. La reconstrucción de ecosistemas que tienen entre 66 y 145 millones de años no es poca cosa.

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En ausencia de pruebas directas como el contenido intestinal, su investigación implica un considerable trabajo de detective. “Los mosasaurios son la estrella del espectáculo, pero pensé que era importante observar los otros componentes del ecosistema”, explica Holwerda. Lo cual es, en parte, lo que hace que su investigación sea tan intrigante. Puede que los mosasaurios ya no existan, pero casi todo lo demás que ella estudia tiene descendientes modernos. Todas las especies antes mencionadas se han encontrado dentro de la Formación Bearpaw, con la excepción de los tiburones y los peces sierra, dos especies que se encuentran en otros lugares pero que se sabe que coexistieron en el mismo período de tiempo.

Para obtener una mejor imagen de la dieta antigua, Holwerda analizó en 2D y 3D el microdesgaste dental de los Mosasaurus, estudiando los agujeros, los rasguños y las grietas en los dientes fósiles. Ambas técnicas brindan una mirada a lo que comía la especie durante las últimas semanas o meses antes de su muerte.

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Para su presentación en la reunión de SVP de este año, Holwerda habló sobre los resultados del microdesgaste dental 2D tras utilizar espectroscopia de rayos X de dispersión de energía (EDX) y el análisis isotópico. Holwerda ha podido aplicar ese conocimiento y correlacionarlo con el lugar donde estas especies puedieron haberse estado alimentando. En otras palabras, pudo encontrar pruebas de la partición de Mosasaurus en nichos dentro del mar Bearpaw. Para ello estudió el estroncio y el bario sobre el calcio de los dientes fósiles.

Lo que descubrió es que el enorme Prognathodon compartía su dieta con el pez sierra. Ambos comían sustancias duras. Basándonos en los fósiles encontrados en el mar de Bearpaw, eso incluía como mínimo moluscos, crustáceos y posiblemente amonitas. El mosasaurio de tamaño mediano Plioplatecarpus parecía comer el mismo pescado que los tiburones del Cretácico. Se cree que los Mosasaurus aprovechaban toda la comida disponible en el mar Bearpaw, ya que los resultados se superponen con las dietas de todas las demás especies marinas antiguas grandes que muestreó.

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Ciertos isótopos ofrecen una idea muy precisa de cómo de profundo podían sumergirse los mosasaurios. Así es cómo Holwerda pudo determinar que solo los Prognathodon y Mosasaurus, dos de las especies más grandes, nadaban en las partes más profundas de los mares primitivos.

Sorprendentemente, Holwerda hasta pudo determinar la salinidad y la temperatura del agua a través de isótopos de oxígeno que se encuentran en fósiles de dientes. Los isótopos de estroncio ofrecieron indicaciones de qué tan cerca de la costa pudieron haberse movido los mosasaurios, así como de si permanecieron en el océano. Esto se debe a que las diferencias de estroncio en el agua de mar solo se registrarán cerca de la costa, ya que indican la entrada de agua dulce. El estroncio en agua salada es más o menos estable. Su investigación indica que las diversas especies de mosasaurios en el mar de Bearpaw vivían en diferentes áreas y comían cosas diferentes, pero se necesitan más datos.

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La mayor preocupación de Holwerda en este momento es lo que ella llama “esas molestas tortugas”. Aunque tomó muestras de un puñado de tortugas del Museo Royal Tyrrell, solo una produjo suficiente material para que el espectrómetro de masas proporcionara algún dato. “El Prognathodon debía haber comido más tortugas”, explica, “Al menos debería aparecer en el análisis, porque hay fósiles de Prognathodon con restos de tortuga en el estómago”.

Holwerda también expresó su preocupación por el cambio climático moderno. “¿Qué podemos aprender del pasado, de ese mar cálido del Cretácico?” se pregunta. Fue una época en la que ni el Polo Norte ni el Polo Sur tenían hielo y los niveles del mar eran mucho más altos. “Para los mosasaurios, por supuesto, era perfecto. Era un mar agradable y cálido”. Pero a medida que nuestro planeta se calienta, ¿qué significa eso para los animales marinos existentes?

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Todavía queda mucho trabajo por hacer para estos tres paleontólogos, y quedan muchas preguntas que aún no tienen respuesta. “Los Mosasaurus son fósiles muy comunes”, dijo Zietlow. “Se les ha hecho mucho trabajo; están relacionados con animales vivos y, sin embargo, todavía no sabemos el hecho más básico sobre ellos, que es: ¿qué son? Sabemos que son lagartos, pero ¿qué clase de lagarto son?

Jeanne Timmons (@mostlymammoths) es una escritora independiente con sede en New Hampshire que escribe en el blog sobre paleontología y arqueología mostlymammoths.wordpress.com. Traducción al español: Carlos Zahumenszky.