A lo largo de la historia de la aviación hemos visto como la pericia y precisión de muchos pilotos ha logrado salvar cientos de vidas. Por el contrario, la historia que hoy traemos es posiblemente una de las más vergonzosas y dantescas. Y es que el 20 de octubre de 1986 un piloto ruso a los mandos de un avión comercial decide apostar que puede aterrizar un avión comercial a ciegas. Esto fue lo que ocurrió.
Ese 20 de octubre el vuelo Aeroflot 6502 debía hacer la ruta soviética entre Ekaterimburgo y Grozny. Se trataba del avión Tu-134ª construido en 1979, es decir, con seis años de funcionamiento. La tripulación del avión estaba formada por el capitán Alexander Klyuyev, el copiloto Gennady Zhirnov, el oficial de navegación Ivan Mokhonko, el ingeniero de vuelo Kyuri Khamzatov y tres asistentes de vuelo. A bordo irían 94 pasajeros.
Ese día y a pocos minutos de iniciar el aterrizaje, Klyuyev comienza una charla con el copiloto Zhirnov. Una charla donde en un momento dado, el capitán retoma una antigua conversación con Klyuyev donde se habían retado a realizar un aterrizaje ciego. Los pilotos llevan cabo bajo ciertas condiciones específicas o en pruebas y test vuelos bajo visibilidad nula valiéndose exclusivamente de los datos facilitados en el equipo instalado a bordo. Este no era el caso.
Por tanto, la escena surrealista que se vivió ese día tenía al propio capitán del vuelo apostando su valía y pericia con el copiloto a que podía aterrizar el avión sin visibilidad en la cabina, y lo hacía con 94 pasajeros en el interior. A las 15:48 de ese día, dos minutos antes del aterrizaje y a una altura de 400 metros, Klyuyev se llena de valor y le dice a Zhirnov que tape completamente las ventanas de la cabina. El piloto trataría en esos dos minutos de llevar el avión a la pista usando únicamente los instrumentos de vuelo y su capacidad de intuición.
Y ocurrió la peor de las desgracias. El capitán Klyuyev, según el informe posterior, mide mal la altura y velocidad de descenso del avión. A falta de unos segundos para el impacto del avión con la pista, Klyuyev ordena tener de nuevo visibilidad en cabina. Los informes hablan de una primera reacción del piloto intentando abortar el aterrizaje, pero ya era demasiado tarde. A las 15:50 el avión chocó en la pista de aterrizaje a una velocidad de 280 Km/h , dando un pequeño salto que dio paso a un medio vuelco del avión deslizándose ladeado mientras comenzó a arder.
Morirían 70 de los 94 pasajeros (63 tras el impacto y 7 en el hospital), incluyendo los asistentes de vuelo que habían quedado atrapados en la cabina de pasajeros. Zhirnov, el copiloto que había apostado con el capitán, fallecía también a causa de un paro cardíaco mientras intentaba rescatar a los pasajeros.
Klyuyev se salvaría y cumpliría una condena de 15 años de prisión en Moscú por el accidente. Según explicaron los medios locales, durante el juicio se determinó que el capitán había llevado a cabo un aterrizaje de este tipo para poner a prueba sus habilidades de vuelo, atribuyéndose el accidente a su exagerado sentido de confianza en sí mismo.
El informe final concluyó que Klyuyev había roto todas las reglas de aviación sobre este tipo de maniobras, que por norma se llevaban a cabo únicamente en vuelos de entrenamiento y junto a un instructor experimentado sentado en el asiento del copiloto.
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