Las leyendas cuentan que los antiguos noruegos eran tan buenos navegantes que incluso podían orientarse con el cielo completamente nublado. Para ello recurrían a unos extraños artefactos llamados piedras solares. Un nuevo estudio arroja luz sobre cómo podían funcionar.
Las piedras solares vikingas siguen siendo uno de los mayores misterios de la arqueología que estudia a los antiguos pobladores nórdicos. El principal problema es que aún no hemos encontrado restos suficientes como para confirmar su funcionamiento.
Lo que sabemos hasta el momento es bastante exótico y, de confirmarse, revelaría que los vikingos tenían conocimientos de óptica y navegación mucho más avanzados de lo que se creía. Se cree que las piedras solares eran fragmentos de rocas cristalinas como la calcita o la turmalina especialmente seleccionados y cortados hasta alcanzar el tamaño aproximado de un paquete de tabaco.
Triangular la refracción de la luz
La piedra tenía una propiedad llamada birrefringencia o doble refracción. Al posarla sobre una superficie, separaba la luz ambiental en dos haces concentrados incluso aunque las nubes no dejaran ver el Sol. Al situar esos haces sobre un disco con marcas, el navegante era capaz de triangular la posición del Sol y con ella la del barco.
Las únicas pistas sobre este artilugio nos han llegado a través de textos alegóricos medievales y referencias escritas como las de la saga Hrafns saga Sveinbjarnarsonar del siglo XIII. Por lo demás, no hay apenas restos salvo una extraña piedra extraída de los restos de un barco británico del siglo XVI (se cree que los ingleses aprendieron a usar estas piedras de los noruegos), y en un fragmento de disco con muescas conocido como el disco de Uunartoq.
Nadie ha podido probar aún si realmente estas piedras permitían orientarse, así que Dénes Száz y Gábor Horváth, de la Universidad ELTE Eötvös Loránd en Hungría han optado por una solución ingeniosa: integrar la mítica brujula vikinga en un simulador de trayectorias computerizado. Para su viaje virtual, Száz y Horváth establecieron una ruta entre Noruega y Groenlandia. Después introdujeron la posición del Sol para cada trayecto y época del año y las características de birefracción de la piedra solar.
El experimento ha dado resultados muy dispares, pero los investigadores creen que es precisamente porque ninguno sabe usar una de estas piedras hoy en día. En el mejor de los casos, sin embargo, la precisión de la piedra a la hora de guiar el barco virtual ha sido de entre el 92% y el 100%. Para que sea efectiva, el navegante del barco tenía que consultarla por lo menos una vez cada tres horas. No parece muy descabellado. La verdad sobre estos míticos artefactos no saldrá a la luz hasta que no logremos encontrar más pruebas físicas de su existencia cerca de alguno de sus barcos o en cementerios vikingos. [The Royal Society vía Phys.org]