Durante estos casi dos meses de erupciones increíblemente destructivas del Kilauea, nuestra mirada ha estado mayormente posada en las llamas y el enorme río de lava que fluye a través de la zona este del volcán. Sin embargo, la cumbre del volcán también ha estado activa y cambiando, y no muestra señales de que va a ceder.
Hace menos de dos meses el cráter de la cumbre del volcán, el Halema’uma’u, era un lago de lava ardiente. Pero justo cuando las fisuras comenzaron a abrirse en la zona este del volcán a principios de mayo, ese lago comenzó a descender y desaparecer, lo que generó alertas de una erupción explosiva en caso de que el nivel de magma cayera por debajo del nivel freático. Y así fue. Erupciones explosivas de gas y cenizas se produjeron pocas semanas después de que comenzó a colapsar el cráter, cuando sus paredes se desmoronaban y producían desprendimientos de rocas.
Siete semanas después del inicio de las erupciones y el caos, la transformación del cráter Halema’uma’u ha sido radical. Un vídeo capturado por drones el 13 de junio muestra que donde solía estar el lago de lava, ahora hay un pozo de paredes profundas y empinadas que arroja un gas de dióxido de azufre y de vez en cuando columnas de ceniza volcánica.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) señaló el pasado 12 de junio que la sección más profunda del cráter ahora se encuentra a unos 300 metros por debajo del borde, es decir, una profundidad equivalente a dos monumentos de Washington apilados. El hundimiento ha continuado sin cesar desde entonces, según información que la agencia publicó el lunes.
Los satélites ofrecen otra perspectiva de la naturaleza del cambio que está teniendo lugar. Esta animación, publicada por el USGS el 15 de junio, superpone una serie de imágenes de radar adquiridas por el sistema de satélite Agenzia Spaziale Italiana CosmoSkyMed. Las regiones más oscuras indican un terreno más profundo, lo que revela el hundimiento de partes en los bordes occidentales y suroccidentales del cráter a lo largo del tiempo.
Otra visualización, creada a partir de los datos recogidos dos veces cada seis días por el satélite Sentinel 1 de la Agencia Espacial Europea (ESA), utiliza franjas de colores para indicar la deformación del terreno. Según el USGS, la mancha de franjas en el centro del cuenco de la caldera “indica un hundimiento rápido y extremo”.
Aunque parezca algo radical y dramático, esto es más o menos lo que los geólogos esperarían que sucediera a medida que el magma continúa drenando y disminuyendo. La presión del magma en la cima ahora es mucho más baja de lo que solía ser, y al igual que le sucede a un globo de agua con una fuga, se está derrumbando y desinflando.
“Si se observan varios de estos grandes volcanes en escudo, el colapso de estas calderas es algo bastante común”, explicó Erik Klemetti a Earther, vulcanólogo de la Universidad de Denison, Estados Unidos. También añadió que cuando el volcán Bárðarbunga de Islandia entró en erupción en 2014-2015, la caldera (que en ese caso estaba enterrada debajo de un glaciar) vio un “colapso significativo” cuando las erupciones ocurrieron hacia el noreste.
Todavía no existe ningún indicativo de cuándo disminuirá o cesará la actividad. “Nadie lo sabe”, dijo Klemetti.